A las 20.00 horas abre cada tarde la persiana gris de la tienda de alimentación ubicada en la esquina de la calle Caramuel con la calle de Jaime de Vera, en el populoso barrio de Puerta del Ángel del distrito madrileño de Latina. Es una zona que está justo en la trasera del polémico pelotazo urbanístico del fondo buitre BWRE, en el antiguo centro comercial de Aqualung. El fondo inversor, de la mano de la inmobiliaria Madlyn (de Madrid + Brooklyn), ha ido fagocitando y transformando el barrio, donde las viejas tabernas han dado paso a bares alternativos con cierto estilo vintage.
Pero esa modernidad cool no ha llegado aún a las profundidades del barrio de Puerta del Ángel. En el número 42 de Caramuel, a partir de las 22.30 horas de la noche, el dueño de “el chino” —como conocen ese negocio de alimentación los vecinos de la zona—, cierra la puerta acristalada de la entrada y comienza a atender por la ventana que da a la calle, como hacen algunos restaurantes de comida rápida. A la media hora, a eso de las 23.00, sucede lo que los vecinos de este barrio llevan denunciando cinco años: comienza un peregrinaje de gente, jóvenes que se sientan a beber cervezas en la escalinata de la puerta mientras escuchan música, niños pequeños solos, con triciclos o a pie; niños más grandes, también solos, con veloces patinetes o a pie, madres de cháchara en los bancos aledaños, que acuden a los gritos de sus hijos para comprarles un panini, un refresco, una bolsa de frutos secos o de chucherías.
El trasiego es constante y el ruido va in crescendo a medida que el barrio se apaga. Los precios establecidos por el propietario del local son altamente competitivos. Las cervezas cuestan un euro, los refrescos de cola 1,25, pero también vende bocadillos y paninis, que prepara en una suerte de grill para servirlos calentitos a menos de un euro. Así, se puede cenar por dos euros y alargar ampliamente la velada hasta la madrugada por cinco. Imbatible.
“Durante los últimos cinco años, la situación ha empeorado. La basura se acumula en cada esquina, en cada banco, en cada parque. Los ruidos estridentes alteran el sueño. La insalubridad se extiende. La calle, antaño tranquila, ahora es un estercolero“, señalan los vecinos, que prefieren mantener su anonimato como colectivo por temor a represalias de los denunciados, con quienes ya se han enfrentado y sufrido las consecuencias (“coches rayados, buzones rotos…”).
“Entre los portales, desde el número 38 al 42 de Caramuel, la noche llega con sus gritos, música a alto volumen, juegos ruidosos, carreras de patinetes. Un incívico hormiguero de niños hace del ruido una constante. Las madres van y vienen. En numerosas ocasiones, los menores campan solos a sus anchas. La impunidad y la negligencia generan una escena caótica y cada vez más insostenible”, escriben los vecinos en una carta remitida a este periódico.
“A nadie parece importarle”
“Es de todos conocido: vecinos, policía, brigadas de limpieza, miembros del Ayuntamiento de Madrid o del distrito de Latina. A nadie parece importarle. En la Junta del distrito de Latina dicen que se “está trabajando en la mediación vecinal a través de los Servicios Sociales del distrito y se ha solicitado refuerzo policial en la zona por molestias a los vecinos, de manera que Policía Municipal ha intensificado las vigilancias por las tardes y noches ante las quejas provocadas por ruidos, reuniones y música a gran volumen”, responde una portavoz. “Son muchos años de quejas”, reconocen. “No es algo nuevo que se haya encontrado el concejal y se trata de una población complicada de gestionar”, justifica la misma portavoz.
Los vecinos han enviado fotografías, vídeos, grabaciones de sonido, cartas, denuncias… “Las llamadas y escritos a la administración local solo generan palabras vacías e hipócritas. La inacción del Ayuntamiento de Madrid y del distrito de Latina es evidente. La desidia, la indiferencia, la falta de escucha y el desprecio por la comunidad”, escriben. “Este barrio clama por ayuda. Por una respuesta efectiva. Por una limpieza real y mantenida. Por un respeto que no sea solo palabras. Por el derecho a que se respeten los horarios de sueño mediante el cumplimiento”, suplican.
Preguntada la Junta de Distrito por las licencias y los horarios de apertura de las tiendas como esos “chinos”, no dan respuesta y derivan a otra instancia: “Tendrás que preguntar a la Agencia de Actividades (ADA)”.