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la punta del iceberg, por Javier Benegas

by Marko Florentino
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En las últimas semanas, buena parte de la discusión política y mediática en España se ha centrado en Huawei. Hay motivos para ello: la empresa china, fundada por Ren Zhengfei, antiguo ingeniero del Ejército Popular de Liberación, no es un proveedor cualquiera. Estudios, como el de la Henry Jackson Society y Christopher Balding, revelan que empleados de Huawei han trabajado con el Ministerio de Seguridad del Estado y el Ejército Popular de Liberación (EPL) en proyectos de ciberseguridad y ciberataques, recolección de datos de redes sociales y otras plataformas digitales con el fin de identificar, clasificar y evaluar los estados «emocionales» de los usuarios.

Además, Huawei está sujeta a la Ley de Seguridad Nacional de la República Popular China, que obliga a toda compañía con sede en su territorio a colaborar con los servicios de inteligencia, una cláusula tan voluntaria como lo es cumplir el servicio militar en Corea del Norte. Sin embargo, en España, esta firma ha conseguido contratos que van desde el sistema Sitel de interceptación legal de comunicaciones, hasta proyectos para la Seguridad Social, cámaras de vigilancia urbana y redes de datos en diferentes organismos públicos.

Sector energético, rutas comerciales y propaganda

Pero Huawei no es más que la punta visible de un iceberg. Un colosal bloque de hielo diplomático y económico que, lentamente, está reconfigurando la posición geoestratégica de España. El verdadero cambio se percibe al mirar el conjunto, no limitándose sólo a Huawei. Más de 100 empresas chinas han desembarcado en el sector energético español, uno de los más estratégicos para cualquier nación celosa de su soberanía, con participaciones que van desde renovables hasta redes de distribución. El desembarco no ha sido precisamente discreto: la agencia estatal Xinhua lo celebraba abiertamente el pasado febrero, enumerando adquisiciones y joint ventures con un entusiasmo poco habitual, como quien presume de haber comprado media tienda en las rebajas.

Este anuncio con fanfarrias no es un detalle menor. La agencia estatal Xinhua es considerada un instrumento de propaganda del Partido Comunista Chino (PCCh). Fundada en 1931, opera bajo la supervisión directa del Departamento de Publicidad (léase Propaganda) del PCCh y del Consejo de Estado, actuando como el principal canal de comunicación oficial del partido. Su propósito es difundir las narrativas y la ideología del PCCh, tanto dentro de China como a nivel internacional, moldeando la opinión pública en línea.

Diferentes informes han calificado a Xinhua como la agencia de propaganda más grande del mundo, destacando su papel central en la censura y la desinformación, con más de 8.000 empleados y una extensa red global. No solo produce noticias que reflejan la perspectiva oficial del PCCh, sino que también proporciona contenido «preescrito» que otros medios en China –y no sólo en China– deben usar, especialmente en temas sensibles como política, intereses económicos, derechos humanos o asuntos internacionales.

«China ya participa en varios puertos españoles y, de cara al futuro, ha puesto el ojo en una pieza clave: el puerto de Algeciras»

Xinhua ha ampliado su influencia global a través de acuerdos de «intercambio de información» con medios internacionales, pagando generosamente tanto a editores como a periodistas, lo que ha conllevado una infiltración no declarada, pero real, del ecosistema informativo de distintos países europeos, entre ellos España. Cuando vea en medios de comunicación o redes sociales a ciertos «comunicadores» defendiendo fervientemente a China o lanzando ataques virulentos contra Estados Unidos o la OTAN, no descarte la posibilidad de que hayan recibido en su buzón una revista de alguna embajada con un «suplemento» de dólares cuidadosamente encuadernado.

En el frente portuario, la historia tampoco es menor. China ya participa en varios puertos españoles (Cosco Shipping controla terminales en Valencia y Bilbao a través de Noatum, mientras que Hutchison Ports opera el hub de Barcelona BEST) y, de cara al futuro, ha puesto el ojo en una pieza clave: el puerto de Algeciras. Allí, una empresa china (de nuevo Cosco) opta a la adjudicación de una nueva e importante terminal. La ubicación no es trivial: es una de las principales puertas de entrada al Mediterráneo y nodo esencial de las rutas comerciales entre Asia, Europa y África. De hecho, su relevancia es tal que, según informaciones publicadas en varios medios, Estados Unidos habría decidido excluirlo de ciertas rutas marítimas estratégicas. El mensaje parece claro: Washington no ve con buenos ojos algunas de las orientaciones recientes de la política española.

No son hechos aislados

También es significativa, como una pieza más de un puzle endemoniado, la compra por parte del Ejército de 4.500 todoterrenos chinos Changan Hunter, por un valor cercano a los 217 millones euros, que sustituirán a los antiguos Aníbal y Nissan. Se trata de vehículos transformados en España con blindaje, comunicaciones y refuerzos técnicos por el grupo Iturri, pero originalmente de diseño y ensamblaje chinos. Bruselas y Washington miran con recelo una decisión que, aunque defendida por sus cualidades técnicas y precio competitivo, encaja en un patrón: delegación de capacidad estratégica hacia actores cuya jurisprudencia obliga a colaborar con el Estado chino.

No se trata de una cadena de episodios aislados sino de un desplazamiento gradual y sostenido fuera del bloque occidental. En los últimos años, Sánchez ha viajado oficialmente a China con inusual regularidad, y ha mantenido encuentros tanto institucionales como de partido con altos dirigentes del PCCh. La narrativa oficial suele presentarlos como «misiones comerciales» o «diálogos bilaterales», pero el patrón es elocuente: mientras se enfrían las relaciones con Estados Unidos, Israel y varios socios europeos, se multiplican los gestos de complicidad hacia Pekín. Para abundar en la sospecha, el Gobierno español ha clasificado cierta información sobre inversiones chinas como confidencial, haciendo que conocer su alcance real sea tan improbable como que Xinhua publique un editorial crítico con Xi Jinping.

«Ser percibido como un socio poco fiable no es un matiz: es una sentencia política»

No es paranoia. Nuestra política exterior está derivando hacia una aproximación cada vez más explícita hacia actores alineados con el bloque antiestadounidense. España, bajo la presidencia de Pedro Sánchez, ha estrechado lazos con China, la dictadura venezolana, el México marxista-populista de Morena y la Colombia del infame Petro, todos ellos miembros del Grupo de Puebla. Un foro político, de marcado carácter antiliberal y antioccidental, que cuenta con el respaldo indirecto de Pekín. Y entre bastidores, siempre aparece un nombre: José Luis Rodríguez Zapatero. El expresidente actúa como embajador oficioso del actual Gobierno, abriendo puertas que, en la diplomacia formal, generarían incomodidad.

Hipótesis inquietante

Sin afirmarlo como hecho, cabe plantear una pregunta que debería preocupar a cualquier observador mínimamente suspicaz: ¿estamos ante un cambio deliberado de alineamiento estratégico? España es, por ubicación y pertenencia a la UE y la OTAN, una pieza geopolítica de primer orden. Si en el revuelto tablero de ajedrez global se consigue que un país de la importancia de España se aleje del bloque occidental y se acerque al eje Pekín-Moscú-Caracas, el impacto es inmediato: fractura de consensos atlánticos, debilitamiento de la política común europea y, sobre todo, apertura de un corredor de influencia en el flanco sur de Europa.

Las consecuencias de un viraje de esta naturaleza no se limitarían a la diplomacia. Podrían traducirse en la pérdida de colaboración de inteligencia con nuestros aliados en materias tan sensibles como la lucha contra el terrorismo o el crimen organizado, la exclusión de circuitos de información defensiva de la OTAN, la ausencia en reuniones europeas clave –como ya ocurrió con la reciente cumbre sobre Ucrania–, la marginación en proyectos conjuntos de defensa de nueva generación, la pérdida de contratos estratégicos y de inversión para industrias nacionales punteras o la exclusión de las rutas comerciales. En un mundo cada vez más fragmentado y multipolar, ser percibido como un socio poco fiable no es un matiz: es una sentencia política.

En realpolitik las alianzas no se rompen con declaraciones altisonantes, sino con una lenta acumulación de gestos y contratos. El primer gesto lo puso Zapatero el 12 de octubre de 2003, al permanecer sentado y con cara de mal café ante el paso de la bandera estadounidense durante la celebración del Día de la Hispanidad. Ahora, los contratos los pone Sánchez, su protegido. Con este presidente echado al monte, el riesgo no es que un día España anuncie que abandona el bloque occidental para alistarse en el bloque autocrático. El riesgo es que, cuando queramos darnos cuenta, ya no quede nada que abandonar.



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