‘El caballero de la salsa’ conquistó al público presente en la Plaza de España en una noche donde las temperaturas bajaron considerablemente
El aire es fresco, incluso para un verano sevillano. En el escenario, luces tenues y ecos de metales afinándose. En las pantallas una introducción que hacía recordar un fichero policial y es que anoche en Sevilla estaba el hombre más buscado, Gilberto Santa Rosa. La escena parecía sacada de un thriller tropical: una masa expectante, palpitante, reunida frente al escenario del Icónica Santalucía Sevilla Fest, el festival más emblemático del verano, patrocinado por este medio. Las pistas eran claras: una orquesta de 16 músicos ya posicionada, banderas de Puerto Rico ondeando en las primeras filas, y una energía tan electrificada como una descarga de timbales en plena clave.
El más buscado se presentó con elegancia de caballero salsero: chaqueta clara, paso ágil, sonrisa lista. Y lo primero que hizo no fue cantar. Fue bailar. Se movía por el escenario como si ya estuviera escuchando la clave dentro de su cabeza, antes de que el micrófono siquiera rozara sus labios. Sevilla ya lo tenía: Gilberto estaba entre nosotros. Y así, sin previo aviso, comenzó la descarga con ‘La agarro bajando’. Los asistentes —latinos en su mayoría— no tardaron en sacar sus móviles. Algunos grababan, otros hacían videollamadas en directo. Había necesidad de compartir el momento con quienes no habían podido asistir. La salsa era un idioma común y, en esa noche, la traducción era universal: se vino a bailar.
Sin dejar que la pista se enfríe, siguió el clásico ‘Montón de estrellas’. Si alguien aún estaba sentado, este fue el punto de no retorno. Las sillas de las primeras filas —teóricamente de asiento— fueron completamente ignoradas. ‘Cartas sobre la mesa’ mantuvo la intensidad, sin concesiones. La conexión era tal que bastaba una mirada de Santa Rosa para provocar un rugido. No importaba de dónde vinieras. Había acentos dominicanos, colombianos, mexicanos, ecuatorianos… pero los más gritados, sin duda, fueron Perú, Colombia y Venezuela, cuando Gilberto comenzó a recorrer uno por uno los países representados entre el público, provocando una ola de vítores.
«Buenas noches a todos. Estoy encantado de venir aquí a Icónica. Es mi primera vez en Sevilla y estoy encantado de estar aquí. Nosotros venimos de una isla pequeñita llamada Puerto Rico y por eso agradecemos de corazón que Sevilla nos haya abierto las puertas», dijo el puertorriqueño con esa cortesía afilada que le caracteriza. El repertorio se amplió con ‘Ahora o nunca’ y ‘Conciencia’, que arrancó con un sublime solo de saxofón. Al fondo del recinto, muchas parejas se dejaron llevar por la música. El descenso de temperatura en Sevilla no fue obstáculo: lo que bajaba el termómetro lo subían los pasos de salsa. Aunque una chaqueta podía ser poca, el ritmo lo era todo.
Entonces llegó el momento sentimental. Gilberto miró al público como quien reconoce viejos amigos entre una multitud. «Esta canción me la aprendí hace años y se hizo muy conocida gracias a unos cantantes de aquí. Yo llevaba años queriendo grabarla», dijo antes de entonar una versión muy celebrada de ‘Derroche’. Con ‘Sombra loca’ y ‘Dos colores’ llegó uno de los momentos más luminosos de la noche. Fue cuando Gilberto sacó las maracas y, con un simpático baile, volvió a poner al público en pie, incluso a los más tímidos. Entonces llegó el medley. Un recorrido por los temas escritos por el maestro Omar Alfanno para Gilberto. ‘Sin voluntad’, ‘Mal herido’, ‘Me volvieron a hablar de ella’. Luego sonó ‘Déjate querer’. En medio de la pista se abrió un hueco espontáneo: una pareja se adueñó del espacio y regaló un espectáculo de baile digno de campeonato.
La noche continuó con la colaboración de Gerardo Rivas. Juntos interpretaron ‘Suma y resta’, y luego Gilberto cedió el escenario. Gerardo, lejos de ser un mero invitado, se convirtió en animador. Con ‘Ella menea’ y ‘Happy’, elevó el nivel de fiesta a estado puro. La pista era un hervidero de pasos y sonrisas. Pero el rey volvió. Gilberto regresó para presentar a cada uno de los músicos. Diez minutos de puro agradecimiento. Nombre a nombre, instrumento a instrumento, con el respeto de quien sabe que una voz sin orquesta es solo un susurro.
Y así se aproximaba el final. Llegó ‘Conteo regresivo’, y con él una nueva euforia. Luego, un popurrí que incluyó ‘No te vayas’, ‘Vivir sin ella’, ‘No quiero na’ regala’o’ y la imprescindible ‘Perdóname’, que fue coreada como himno por los presentes. Muchos ya sabían que la noche moría, pero nadie quería soltarla. El cierre, como en las grandes películas, fue doble. ‘Que alguien me diga’ dejó a todos sin palabras. Y ‘Qué manera de quererte’ firmó el punto final. Sevilla, esa ciudad que respira duende, se dejó conquistar por la cadencia caribeña de un caballero de la salsa. Y el caso está cerrado: el hombre más buscado de la noche apareció, bailó, cantó y se quedó, para siempre en la memoria de los presentes.