En la política municipal cabe prácticamente de todo. Lo mismo ve uno un día a un líder cualquiera con su cuadrilla de seguidores barriendo las calles escoba en mano, que al día siguiente te encuentras a otro viajando en autobús para certificar las penurias que sufre el pueblo llano cuando pierde más de una hora en llegar al trabajo. Todo vale. Lo más importante –dicen algunos– es el relato, es decir, cómo se cuente la película para ganarse el aplauso de la gente. Y luego está, y esto sí que no falla, el tan manido argumento del «interés de los sevillanos», que realmente sólo interesa cuando le cuadra al que lo esgrime como bandera del buen hacer. Por desgracia ese es el nivel que nos rodea y en el que todo sirve para conseguir el objetivo. Lo que sea con tal de sobrevivir, aunque donde dije «digo» acabe diciendo lo contrario.Este arranque del mes de octubre en el Ayuntamiento de Sevilla nos ha traído de vuelta el renacer del ‘veletismo político’, ese que tantas veces criticaron quienes ahora lo ponen en práctica como estrategia para hacerse valer ante sus votantes. Vox ha pasado de ser esa oposición «fiscalizadora» y «con lupa» que prometió en el mes de julio, justo cuando su líder nacional rompió todos los gobiernos autonómicos con el PP por la crisis migratoria, a ponerle una alfombra roja al alcalde para salirse del tripartito bloqueador y pasar a formar parte del equipo del desatasco. Como en aquella campaña de El Corte Inglés en la que las prendas se ponían a precio de saldo, Cristina Peláez ha vivido su particular semana fantástica en la que ha acordado con Sanz la regulación de las viviendas de uso turístico, el arreglo de seis calles en los barrios y ha dejado entrever que dará su apoyo a las ordenanzas fiscales del próximo año. Todo en apenas siete días, en los que ha avanzado mucho más que en los quince meses anteriores de un mandato en el que andaban bastante perdidos.Esta estrategia es más vieja que el hilo negro, pero sus beneficios siguen intactos. Los tres concejales de Vox en Sevilla han ganado foco, trascendencia ante la opinión pública y sobre todo han reforzado a parte de un electorado al que no convencía ese ‘no por el no’ que se alineaba con el PSOE y la izquierda populista. A Peláez no le han hecho falta grandes concesiones de Sanz para cambiar el rumbo. Se ha conformado con una mesa de trabajo que revise el límite del 10% de los pisos turísticos y con un catálogo de pequeñas obras que benefician a barrios donde espera arañar un buen puñado de votos en el futuro. Hasta parece que le vale la congelación de tasas e impuestos y que aparca, por ahora, su bajada. Todo sea –dicen– por «el bien de Sevilla».La realidad es que a Vox no le quedaba otra que dar un golpe de timón para salir del bando de la inoperancia, pues iba camino de ser fagocitado por un PP que ahora respira aliviado por un apoyo que no le ha obligado a hacer grandes concesiones. La prueba de fuego serán los presupuestos. Ahí se verá si Peláez tiene la suficiente fuerza dentro de su partido para seguir apoyando a Sanz.
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La semana fantástica
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