Este jueves se ha publicado por fin el (demoledor) informe de la UCO sobre Santos Cerdán, ese que el equipo de opinión sincronizada decía que no existía, que era otro de esos «bulos» de los pseudomedios que están dando un «golpe de Estado blando» al Gobierno de Pedro Sánchez. Como casi todos los «bulos» cacareados por los propagandistas del Régimen, buleros -ellos sí- hasta el paroxismo, ha resultado ser una noticia contrastada, y el secretario de organización del PSOE, entre otras graves corruptelas destapadas por la Unidad Central Operativa de la Guardia Civil, habría ordenado un pucherazo en las primarias que auparon a Sánchez en 2014. Peccata minuta.
Ante estas revelaciones, algunos ínclitos pedrettes mediáticos por fin han dicho «basta», y hasta La Sexta ha hecho un paralelismo entre su comparecencia y la de María Dolores de Cospedal con Luis Bárcenas.
Está bien cambiar de opinión. Es sano, digno, y hasta un síntoma de sabiduría. Pero otra cosa es saltar del barco cuando se hunde. Eso no es propio de sabios, sino de ciertos roedores. Estos se han dedicado durante años a demonizar a todos los contrapoderes (periodistas, jueces y agentes de la autoridad) con sofismas zafios (bulo, fango, lawfare, ultraderecha y cacapedoculopís), y han sido premiados por ello (Idafe Martín es el ejemplo paradigmático). Pero ante el inminente hundimiento, algunos impostan arrepentimiento buscando un indulto.
«Podríamos perdonarlos, tras un profundo examen de conciencia y una pertinente penitencia, pero eso no quita que hayan quedado inhabilitados para la profesión periodística»
Podríamos perdonarlos, claro, y lo haríamos, tras un profundo examen de conciencia y una pertinente penitencia, como consigna la doctrina católica, pero eso no quita que hayan quedado inhabilitados para la profesión periodística. Sus pecados son graves: repetir como loros el argumentario monclovita, dar el visto bueno a la colonización de las instituciones, atacar a los jueces que investigan la corrupción de Pedro Sánchez y su familia, aplaudir la censura y los ataques a sus colegas, alabar los «cambios de opinión» (burdas mentiras) del presidente, blanquear a sus socios separatistas y filoterroristas; y un largo etcétera.
Podríamos perdonarlos, insisto, pero sin olvidar que fueron quienes secundaron aquel infame manifiesto apoyando a la mujer del presidente del Gobierno, Begoña Gómez, contra el «ataque de la ultraderecha judicial y mediática», a la que acusaron de «golpismo». Dicho golpismo, en su enloquecido imaginario, consistía en una querella contra Gómez por presuntos delitos de tráfico de influencias y corrupción en los negocios basados en informaciones de periodistas que tuvieron a bien pedir explicaciones a Sánchez sobre las relaciones de su esposa con empresas y personas beneficiarias de decisiones del presidente.
Podríamos perdonarlos, sí, sin olvidar que cargaron contra los reporteros que, por sus preguntas incómodas (y pocas veces impertinentes), han sido censurados sistemáticamente en el Congreso de los Diputados, y aplaudieron la reforma de la Mesa para retirarles las acreditaciones. También han abonado la teoría del lawfare que ha servido a Félix Bolaños para plantear una infame reforma para dejar en manos de la Fiscalía las investigaciones penales. En su currículum figurará siempre el haber sido colaboradores necesarios del desmembramiento del Estado de derecho.
«La sincronizada se divide ahora entre quienes buscan el indulto y quienes van palante, y, tras un breve simulacro de indignación, han celebrado la comparecencia del presidente»
La sincronizada se divide ahora entre quienes buscan el indulto y quienes van palante, y, tras un breve simulacro de indignación, han celebrado la comparecencia del presidente. El problema era Santos Cerdán, una (otra) manzana podrida, y se ha actuado con celeridad y diligencia. Circulen, que aquí ya no hay nada que ver. Todo en orden. Gracias, Pedro.
Jordi Évole, el mismo que pidió una calle para Santos Cerdán (que sea una avenida, ¡coño!), se quedó sin wifi durante toda la jornada, mientras que Pilar Eyre, la veterana periodista, tuvo una última exhibición de lucidez y gallardía: «Podrás ser de Sánchez o no, pero hay que reconocer que es impresionantemente guapo». Gerardo Tecé, duro fiscalizador del Gobierno de Mariano Rajoy siete años después de su marcha, hacía chistes sobre manifestarse en la Plaza de Colón. Periodismo en vena.
Y es que hay quien se quedará hasta el final en el «búnker». Tras la rueda de prensa, Esther Palomera, la Eva Braun de Pedro Sánchez, destacó la «importancia» de su perdón impostado, instándonos a apreciar su ejemplo de humildad y rendición de cuentas. Laus Deo y viva la PSOE. Tras el sanchismo, habrá que regenerar la profesión y limpiarla de activistas políticos. Serán nuestros juicios de Núremberg.