La inflación en julio se sitúa en el 2,7% interanual, cuatro décimas más que los datos de junio, que supone una aceleración interanual, que confirman los datos del indicador adelantado. En intermensual cae un 0,1%, pero que se produce después de que en junio creciese 7 décimas, con lo que no cambia la tendencia. La subyacente también sube un 2,3% interanual, una décima que el mes anterior, y aunque la intermensual cae un 0,2% tampoco corrige la fuerte subida de junio, donde creció 5 décimas. Al ser la subyacente la inflación más estructural, al eliminar de ella los componentes más volátiles, muestra que todavía hay cierta resistencia a la baja en los precios.
Hay, por tanto, una aceleración de la inflación en términos interanuales y un comportamiento mensual que no cambia la tendencia del mes previo.
Adicionalmente, podemos comprobar cómo los impuestos elevan los precios, ya que el IPC a impuestos constantes se sitúa en un 2,2% interanual, cinco décimas menos que el IPC, con lo que sólo las subidas de impuestos están elevando los precios en medio punto interanual en este mes.
Lo grave además es que estos ritmos de crecimiento de inflación se producen sobre niveles de precios muy elevados alcanzados en los meses anteriores, con lo que sigue mermando el poder adquisitivo de los agentes económicos. La acumulación del deterioro de dicho poder adquisitivo es intenso y los agentes económicos han ido gastando sus ahorros y ajustando su cesta de la compra. Es cierto que la rebaja de tipos puede dejarles algo de renta disponible si tienen financiación a tipo variable y se la revisan, pero esa mayor laxitud en tipos puede traducirse en un repunte mayor de la inflación, que es preocupante.
Todo ello, hace que desde que gobierna Sánchez la inflación haya subido un 22,40%, mientras que la subyacente, durante su mandato, lo haya hecho un 19,88%.
Además, la preocupante evolución del crecimiento económico, basado en el gasto público (que ha expulsado a la inversión), ha tensado los precios al alza durante mucho tiempo, con riesgo de rebrote inflacionista por los acuerdos arancelarios, que aunque se haya llegado a un pacto no deja de ser un elemento que subirá los precios. De hecho, dichos acuerdos arancelarios con EEUU no terminan de estar claros nunca, pues no conocemos el detalle, con Trump afirmando que la UE se ha comprometido a gastar 600.000 millones en EEUU, sin que termine de confirmarse, que conlleva a la amenaza de Trump de volver a subirlos. Además, muchos sectores pueden verse muy penalizados. La respuesta europea en caso de que EE UU suba el arancel acordado, si se decanta por incrementarlo también, puede tensar los precios en la zona euro.
Adicionalmente, nos encontramos con otro elemento que puede presionar al alza los precios, que es la guerra en Oriente Próximo, que podría llegar a consolidar el encarecimiento del petróleo y el estrangulamiento de suministros en caso de cierre del Estrecho de Ormuz si sufre un recrudecimiento.
Como escribía hace unas semanas en estas páginas, hemos vivido muchos meses de elevada inflación medida por el índice de precios, con un incremento de los mismos todavía superior en muchos alimentos y productos básicos, que ha ido estrangulando a las familias en los últimos tiempos, pues la inflación es un cáncer que se enrosca en la economía productiva y la carcome.
«Una política fiscal tremendamente expansiva por el lado del gasto público, dificulta y retrasa la aplicación de la política monetaria»
Por ello, cuánto mejor habría ido si los bancos centrales no hubiesen tardado tanto en reaccionar, generando con su amplio retardo interno lo que ha sido un larguísimo retardo externo de su política monetaria. Y cuánto mejor nos iría si los gobiernos dejasen de presionar al alza los precios, alimentando los cuellos de botella de manera artificial, que es lo que hacen con su política fiscal tremendamente expansiva por el lado del gasto público, que dificulta y retrasa la aplicación de la política monetaria.
Es el empobrecimiento de la población, cuya economía pende de un hilo que, si se rompe, en forma de pérdida del puesto de trabajo, no va a poder afrontar sus compromisos de pago, pues los ahorros los ha gastado ya para combatir la inflación, sin generar nueva capacidad excedentaria de recursos.
Somos más pobres. Ése será el triste legado económico de Sánchez: las revisiones hacia arriba del PIB no pagan facturas; la economía real de los ciudadanos ve cómo cada vez puede afrontar sus gastos con menor amplitud, porque su poder de compra ha caído, porque se han empobrecido, y eso no hay nadie que pueda esconderlo; simplemente, basta con observar la vida cotidiana de los ciudadanos en el supermercado, donde es más palpable.