María Jesús Montero viene a Sevilla cada semana. Hace gala de su tierra y hasta fuerza el acento de forma exagerada para remarcar su procedencia. Es habitual verla en los palcos en Semana Santa y disfrutar de la Feria de Abril, que es el modo más puro de integración con nuestras costumbres. A priori, uno diría que ante el amortizado Juan Espadas -cabe preguntarse dónde tiene este hombre el umbral de la dignidad- la perfecta candidata a liderar el PSOE andaluz es ella. Pero en esa máquina de canibalizar el poder territorial de su propio partido que es Pedro Sánchez, capaz de triturar los intereses regionales y locales de sus compañeros con tal de mantenerse él en el sillón, el daño colateral va a acabar llevándose por delante a su núcleo duro. El papel que tiene ahora Montero para defender la financiación ‘insolidaria’ catalana, rompiendo la hucha común para lograr el apoyo de Esquerra en la investidura de Salvador Illa, no es más que la carta de inmolación de su futuro político de Despeñaperros para abajo. Por mucha retórica, cambios de opinión, máquina del fango y bulos de la fachosfera que ponga por delante para excusar su acción política, nunca podrá tapar que siendo ministra de Hacienda aprobase el concierto económico catalán, que es el primer mandamiento en la tabla de cualquier independentista. Y eso la desacredita de forma permanente para optar a cualquier gobierno ya sea andaluz o local llegado el caso. María Jesús Montero es ya una política amortizada en su tierra porque lo que ha firmado en el pacto con los republicanos catalanes es la traición a sus raíces. Dijo Antonio Muñoz en la entrevista con ABC del pasado lunes que se sentía avalado por la calle para volver a ser candidato a la Alcaldía de Sevilla. La vicepresidenta del Gobierno no podrá decir lo mismo cuando pise su ciudad. Y no porque algún impresentable la insulte, en un acto repudiable, sino porque al hacerlo debería sentir el fuego de su deslealtad a una tierra infrafinanciada, maltratada durante décadas por el Estado, con un terrible déficit de infraestructuras y donde se encuentran cuatro de los diez barrios más pobres de todo el país. Cómo podrá defender María Jesús Montero aquí, en su casa, el haber sellado la cesión total de la recaudación a Cataluña, que más allá de la infidelidad con el resto de las autonomías, supone crear una súperliga privilegiada a cambio de un chantaje político. Cómo podrá hacerlo después de haber vendido los intereses de Andalucía por la vocación irrefrenable de permanencia de su jefe, que ha convertido a la Administración que dirige en un arma de defensa propia y de ataque contra sus oponentes políticos. Porque si causa vergüenza ajena ver a María Jesús Montero aplaudiendo de forma exacerbada al presidente, o incluso botar y chillar cual ‘vicepresidenta de la petalá’ -como un día la definimos-; lo que un sevillano o andaluz sentirá al verla por aquí será compasión y lástima. Porque debe ser duro vender así tus orígenes y querer volver a ellos cada fin de semana.
Source link
La traición de Montero
21