Ha pasado a mejor vida aquel tiempo en el que los coches Red Bull decidían la vida en la Fórmula 1 y Max Verstappen se paseaba cada fin de semana con el codo en la ventanilla convirtiendo la competición en un bostezo dominical. Esto es historia y tanto Red Bull como Verstappen han de hacerse valer para sujetar a la fuerza gobernante, McLaren. Norris consigue su segunda victoria delante de miles de neerlandeses, que acuden al trazado del Mar del Norte y se van con el chasco de no ver ganar a su compatriota. Carlos Sainz terminó en un meritorio quinto puesto y Alonso en los puntos, décimo.
El equipo británico ha dado un salto potente y en el circuito neerlandés de Zandvoort, ante miles de holandeses que siguen a Verstappen por toda Europa, Lando Norris por fin concursó al nivel de su monoplaza.
Y eso a pesar de una penosa salida, una más, la cuarta del Norris. Ya no se sabe si es el McLaren y su mecanismo de salida o el piloto británico presa de los nervios. El caso es que el que coche papaya se quedó rezagado en la puesta en marcha y Verstappen aprovechó la ocasión para dar un bocado a la situación. Antes sus paisanos y sin resquicio al fallo, se colocó líder de la carrera.
Los españoles apenas salen en las imágenes de televisión, Alonso en la posición que él mismo ha establecido como válida en función del rendimiento de su Aston Martin, noveno o décimo. Y Carlos Sainz, que emigra a Williams en la parte baja de la F1, está inmerso en luchas profesionales por los puntos, poco más.
El fiasco de Norris en la salida no fue determinante, como tantas veces ha sucedido en la F1. La superioridad del McLaren y queda patente en la persecución a menos de un segundo que realizó el británico a Verstappen durante 18 vueltas. Fueron momentos de nervios en el equipo inglés, plan A, plan B, dudas del ingeniero, dudas de Norris frente a una bestia como Verstappen ante su público.
A la hora de la verdad, los coches mandan en la F1. Manda el McLaren que le hizo un roto al Red Bull de Verstappen, con DRS en la recta de meta. Ahí se despidió el inglés, unas vueltas de tanteo y hasta luego, porque el coche papaya está en otra dimensión. Veinte segundos al final de la carrera, la segunda victoria de Norris, hegemonía en la pole y en el ritmo de carrera… Parece claro que el final de temporada pertenece al histórico conjunto británico que ha salido al fin de un agujero de años.