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Las denuncias por islamofobia se triplican en tres años en Cataluña: de 22 a 72 | Noticias de Cataluña

by Marko Florentino
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Las denuncias por delitos de odio motivados por la islamofobia se han triplicado en tres años en Cataluña: de 22 a 72. Los Mossos d’Esquadra empezaron una estadística propia en el año 2022, y desde entonces las cifras han crecido más de un 220%. “El sistema funciona y la gente se anima a denunciar”, defiende el subinspector de los Mossos Xavier Audina, jefe de la unidad central de delitos de odio de la policía catalana, como una de las explicaciones del aumento, unida a una mayor difusión y concienciación. Audina también advierte del peligro del mundo online, donde actúan multirreincidentes que ejercen de catalizadores. “Antes había pocas personas que difundían delitos de odio en las redes, y ahora se ha generalizado”, avisa.

La policía catalana decidió hace dos años recoger por separado los delitos de islamofobia, dentro del marco general del racismo y la xenofobia. “Incluye todo aquello que está vinculado con el islam o personas de origen árabe”, detalla el subinspector, que recuerda que no existe como un delito específico en el código penal. El primer año se contabilizaron 22, el siguiente 36 y 2024 cerró con 72. La mayoría no se consideran hechos muy graves: delitos que atacan la dignidad de las personas (33%), amenazas (26%), lesiones leves (10%) seguidos de expresiones y cánticos discriminatorios, daños, maltrato por obra sin lesión, vejaciones, coacciones, delitos contra la libertad de consciencia y sentimiento religioso, trato denigrante y robo con violencia e intimidación. Además, la policía contabiliza dos casos de intento de homicidio en los que los presuntos autores padecen enfermedades mentales, y las víctimas no sufrieron heridas graves.

Los primeros meses de 2025 apuntan a una tendencia a la estabilización, indica el subinspector, que calcula que si sigue la misma pauta, acabarán con una cifra similar a la del año 2024. Los Mossos han detectado algunos episodios de peleas entre personas o grupos. “Pero no son cosas planificadas ni planeadas”, detalla el subinspector, que insiste en que “no hay una estructura organizada en Cataluña, personas que llamen a la acción”. “Estamos encima, y monitorizamos lo que ocurre para detectar cualquier escalada en el discurso”, razona. En los últimos tres años tampoco se han dado acciones contra centros de culto. “El último fue en Barcelona, hace varios años”, recuerda el subinspector, en referencia los ataques entre 2017 y 2019 a la mezquita de la calle de Japón, en el distrito de Nou Barris, que acabó con 14 personas condenadas a entre un año y dos años y medio de prisión.

De todos los delitos investigados, solo dos se han cometido en entorno virtuales, pero eso no resta gravedad al papel de las redes sociales. “Es uno de los grandes caballos de batalla”, asegura el subinspector, sobre la influencia que ejercen y las percepciones que logran trasladar a la realidad. “Antes las personas que tenían muchos seguidores eran personas muy conocidas, con nombre real”, indica el jefe de la unidad contra los delitos de odio. “Desde hace unos tres años, cualquier persona puede ejercer esa influencia. Crear un perfil, muchas veces anónimo, y divulgar noticias falsas, con retuits y comentarios. Y con 5.000 seguidores es suficiente”, advierte.

El discurso de odio en las redes crece a base de la difusión de noticias falsas. “Cuelgan un incidente, dicen que ha pasado en Francia y repiten una y otra vez que el autor es marroquí. Pero luego lo analizas, y descubres que fue hace cuatro años, ocurrió en Bélgica y el autor no es marroquí”, pone como ejemplo el subinspector, sobre las estrategias utilizadas. Y así un día detrás de otro, con informaciones que muchas veces no se contrastan, y que crean un clima de opinión. E insiste en que los discursos de odio se hacen “de manera inteligente”, esquivando proclamas que supongan directamente un delito. “Repiten cosas como ‘esto no se puede permitir’ o ‘esto pasa demasiado a menudo”, analiza, sobre las estrategias para evitar las amenazas directas que acabarían en una causa penal.

Igual que pasa con los ladrones, los Mossos d’Esquadra han identificado usuarios que actúan repetidamente. “Se da la multirreincidencia en el discurso de odio por redes. Gente que vuelve a abrir perfiles [una vez se los han cerrado] y acumula de nuevo seguidores”, explica Audina, que asegura que utilizan nombres muy parecidos a los que tenían antes, y enseguida recuperan su estatus como difusores de discurso de odio. Los Mossos incluso han detectado que algunas de esas personas “generan un micromecenazgo: facilitan una cuenta de bizum o piden microdonaciones”. El objetivo es financiarse para pagar las multas que se les pueda imponer o, directamente, para obtener beneficios.

“A nivel policial no podemos cerrar ningún perfil. Es potestad de la Fiscalía y la Judicatura”, añade el subinspector sobre los cauces para eliminar los discursos de odio en las redes. Y añade que al final “tiene más fuerza” la denuncia que hacen otros usuarios, que no esperar a un cierre judicial. “Cuando la policía hace una petición a alguna de las empresas, que muchas veces tiene sede fuera de España, en un 99% de los casos, la respuesta es siempre la misma: que les enviemos una comisión rogatoria internacional [solicitud judicial entre países]”, explica. Eso sí, cuando la han tenido, “siempre han respondido”.



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