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Podría dar la sensación de que ARCO es como un eterno día de la marmota: los que ya peinamos canas y llevamos muchas ediciones a las espaldas (la feria cumple 45 en 2026) experimentamos la idea de que estamos continuamente en la misma entrega del salón. Y no les quiero ni contar los que además no tenemos orientación, que se suma el sentimiento de estar siempre encerrado en el mismo pabellón y en el mismo pasillo.
No ayuda mucho que el ‘país invitado’ de este 2025 (¡perdón! Se dice ‘sección comisariada en torno a un concepto’), sea el Amazonas, lo amazónico o el ‘amazofuturismo’ bajo el término marketiniano de ‘Wametisé’, después de venir de un 2024 que ‘reflexionó’, sin emocionarnos mucho, sobre lo caribeño. A lo tenor de lo visto, no da la sensación de que este año la propuesta nos vaya a llegar tampoco mucho a ‘la patata’ (que no al corazón, por ir familiarizándonos con ese aire descolonizador de los tiempos que también lleva algunas entregas seduciendo a nuestra feria).
Un año más, el IVA es el gran asunto de discordia de nuestros galeristas y artistas (con un nuevo comunicado de la junta directiva del Consorcio de Galerías de Arte Contemporáneo a nuestras autoridades para que se pongan las pilas con un impuesto reducido, a la ‘bajura’ del de Alemania o Francia «tal y como permite la Directiva Europea 2022/542». ARCO se vuelve a celebrar, pues, sin que estén resueltos los grandes problemas que atañen a la competencia de ventas entre socios europeos. Y por eso se avecina apagón de las firmas españolas en el salón en señal de protesta. Este se celebrará en los mismos pabellones desde hace más de una década (el 7 y el 9), y con las ganas de salseo propia de artistas y coleccionistas, aunque cada uno lo haga echándole ingredientes distintos al guiso. Hasta la lluvia se hace su hueco, por mucho que la feria, desde la última edición, se haya hecho otro sitio en el calendario saltando a marzo.
Las pequeñas cosas
Sin embargo, son las pequeñas cosas (como todo en la vida) lo que hace que ARCO, esta semana, sea diferente. Sobre todo cuando su directora la define como ‘tranquila’ (lo que puede tener una lectura negativa: lo que se espera siempre de una cita así es que nos sorprenda, que nos deje imágenes para el recuerdo). Cosas tan sutiles, que en un principio nos va a costar reconocer. Por ejemplo, la feria crece; lo hace en casi una decena de estands, lo que nos sitúa en los 214 expositores de 36 países, con una proporción de galerías nacionales del 33 por ciento, la misma que ocupan las galerías latinoamericana en el 100% del segmento internacional, con Brasil y Argentina a la cabeza. A que no nos demos cuenta de este punto ayuda –un año más– el diseño del Estudio Pitarch, más diáfano, más orientado a permitir la circulación de los pasillos sin tener la sensación de una operación salida en hora punta, sobre todo ahora que la feria se permite acoger a hasta nueve firmas más.
Este es el primer ARCO sin Helga de Alvear (lo que va a ser un duro palo, en muchos sentidos, para sus compañeros de profesión: se va también una gran coleccionista), y esto lo va a notar el visitante al ver cómo se ha reducido su estand (se beneficia de ello Henrique Faria), en el que se ha optado por mostar obras que la hispano-gemana adquirió en los últimos años en la feria: obras de Heimo Zobernig, de Man Ray… Que, curiosamente, llaman la atención por su cromatismo. Quizás sea el intento de sus responsables de ponerle una nota de color a una cuestión tan triste. Les hago saber que quince minutos antes de que ustedes entren en la feria, la dirección habrá organizado un acto íntimo en su memoria en este mismo estand. También esta será la primera feria sin Marlborough.



De arriba abajo, un hombre camina delante de un Palazuelo, uno de los artistas más repetidos en la edición; obras en ‘Watemisé’ y el sector ‘Perfiles’
Como bien persigue Maribel López, directora de ARCO por sexto año consecutivo, el responsable de que se disipe esa sensación de deja vù, de misma galería en el mismo metro cuadrado de uno u otro pabellón año tras año, son los ambitos comisariados, que una vez más vuelven a ser Opening, para las galerías jóvenes, ‘Perfiles’ –o solo projects, este año con marcado acento latino–, y ‘el concepto invitado’. Y no tanto porque estos aumenten o cambién de filosofía, sino porque cambian sus responsables (van rotando de forma ordenada) o porque se busca que nuevas galerías sustituyan a las de ediciones pretéritas.
Sin embargo, esto no queda del todo claro. Por ejemplo: repite en Opening Cristina Anglada, a la que ahora acompaña Anissa Touati, que seleccionan a 18 firmas. Que buena parte de las mismas sean reincidentes hace que poca renovación se concite por estos lares. Por eso nos fijamos en las nuevas entradas, como la española El Chico, donde el maridaje entre Christina Stolhe y Maya Pita-Romero dejan el pabellón muy alto (mientras dialogan en paralelo con las estructuras colgantes de Theresa Weber en Hatch). En este pasillo de tonos azules, quizás por exótico resalte el trabajo de una turca como Og Gallery, con las reflexiones sobre transexualidad y cuerpos liberados de Yas Tasci, el canto a lo mínimo desde el barro de Paky Vlassopoulou en Callirrhoë o las propuestas de la senegalesa Selebe Yoon.
Afán por aferrarse a lo latino
Peor pinta en ‘Perfiles’ y en ‘Amazofuturismo’. En ese afán de la feria por aferrarse a lo latino, aquí ARCO nos introduce en un eterno deja-vù donde además prima el ‘do-it-yourself’ y el amateurismo, situando lo artesanal y lo patafísico a la altura de los ‘old masters’ y lo científico, en ese deseo por contraponer lo occidental con ‘lo precolombino’, como si la convivencia fuera imposible o como si unos mensajes ya más que asumidos por el mercado nos fueran a salvar de todos nuestros males.
En el caso de la selección de José Esparza Chong Cuy, esta sale realmente mal parada, sobre todo si colocan a ‘todo su ejército’ (diez galerías: salvemos lo de Sartao Negro en Cerrado Galería; Bárbara Sánchez-Kane en Kurimanzutto; y Mariela Scafati en Isla Flotante) frente al solo project que deja sin palabras de un siempre punzante León Ferrari en la ‘novata’ Gomide. Y otro tanto sucede en el ‘consejo selvático’ en que transforman Denilson Baniwa y María Wills, con la ayuda de Institute for Postnatural Studies, su romántica y sanadora idea del Amazonas (serpenteante, como la serpiente de la leyenda que nos coloca a cada uno en nuestro sitio; a estos artistas y comisarios, también), donde sobresalen poquitos nombres, alguno como el de Anna Bella Geiger, más que avalado por los coleccionistas. Mejor nos salimos de aquí antes de que, nunca mejor dicho, llegue la sangre al río.
Así que, casi más productivo es dedicarse a recorrer aquellas galerías que transforman sus estands en verdaderas propuestas comisariadas (sus contenidos, año tras año, son lo que realmente hacen diferente a la feria), como Rosa Santos, que apuesta por hasta seis mujeres de altura (Andrea Canepa,Marina González Guerreiro,Elena Aizkoa…); o José de la Mano, que celebra 20 años dedicándose a redescubrir a autores olvidados y se rodea de autores como Lugán, Rodrigo o Aurelia Muñoz. En ATM (impresionante Ixone Sadaba) se han metido tanto en el papel que hasta un uniforme se ha confeccionado todo el equipo. Por su parte, Rafael Pérez Hernando repite con los dos creadores con los que llegó a ARCO hace diez años; Pijoán y Griffa. Algunas cosas sí han cambiado…



De arriba abajo, una mujer pasa delante de una obra en el estand de Helga de Alvear; detalle de espacio de Gomide, dedicado a León Ferrari; y obras de Damaris Pan en Fermay (Opening)
Y no dejen de visitar los espacios especiales que algunas galerías han dedicado a un artista en particular para resaltarlo: Juan López en Silió;Karlos Gil en Francisco Fino; una figuración subersiva como la de la cubana Rocío García en El Apartamento; la foto de la ‘otra Movida’, la catalana, de Javier Inés en Rocio Santacruz… Sumemos a Jonathan Hammer en F2 o Día Muñoz, científica y lumínica, en Ponce+Robles. También a Julia Spinola y Katinka Bock en Ehrhardt Flórez + Meyer Riegger. Siempre agudo en sus reflexiones, Daniel Canogar en Max Estrella, lejos en pretensiones pero no en calidad, el David Nash de Álvaro Alcázar.
Aportan ‘la nota de color’ precisamente aquellos ámbitos que rompen la estética de los demás, como House of Chappaz (Diego del Pozo, Carles Congost…) y Florit (antes L21), por su cromatismo, o Parra y Romero, con un cubo dentro del cubo por el que desfilan sus propuestas. También The Ryder, que articula su programa en tres habitaciones intercomunicadas, o los paneles girados de Moisés Pérez de Albeniz para albergar a consagrados como Muntadas o Miralda y jóvenes como Noemí Iglesias Barrios, que se pone cósmica y estelar. Atrévanse a probar su máquina que predice nuestro futuro digital, ahora que miramos más a las pantallas que a las estrellas (y a ver si la escuchan desde Watesimé).
El peso de la actualidad
Es inevitable que el peso de la actualidad caiga sobre nosotros en los pasillos de ARCO, como pesan los gigantescos cantos rodados pintados a lápiz por Ana de Alvear en Espacio Valverde (o el Picasso sonriente de Neugerriemschneider: dinero llama a dinero). Es esa Estatua de la Libertad como un resto arqueológico en Klemm’s (Jonas Robmeibl). O el lavado de cara de Meloni, de Trump, de Musk, en el lavavajillas de Eugenio Merino en ADN, allí donde Núria Güell hace converger la crueldad con la poesía. Son otras ‘paraulas d’amor’. Cambio climático en Set Espai con Diana Lelonek. De hecho, en Pinksummer nos dan a elegir entre crisis climática o terror global (Peter Fend). Susto o muerte. Por ‘la obra de arte en la era de las restricciones del copyright’, se pregunta Rogelio López Cuenca en MPA. Y sumamos…
Acabo con nombres, artistas a los que hay que volver una y mil veces, sin esperar el cambio: Lara Fluxà en Bombón, bien acompañada por Eva Fàbregas;Diego Balazs y Paloma del Río en T-20 (también de aniversario y con libro debajo del brazo). José Bedia o Los Bravú (por alternar generaciones), en El Apartamento. Internacionales como Vik Muniz, taxonomista, en Polígrafa; Matt Mullican en ProjecteSD, 1MiraMadrid y Mai 36; la gran oscuridad de la bombilla de Regina Silveira en Luciana Brito; José Dávila en Nicolai Wallner o y los globos que escapan de Jeppe Hein en Nicolai Wallner (un deseo compartido).

¿Qué puede salir de juntar a Ai Weiwei y Barceló? Descúbranlo en Elvira González.Belén Rodríguez e Inmaculada Salinas les detendrán el paso en Alarcón Criado (esta última repite en 1MM). A Uslé, Gordillo, Palazuelo y Carmen Calvo los verán repetidos en varios estands. Juana González está que se sale en Espacio Mínimo, junto a Manu Arregui, soberbio. Sandra Gamarra aprovecha el tirón de 2024 en Leme y Prometeo, en esta última, escoltada por Santiago Sierra. No olviden pasar por Cayón, Leandro Navarro o Guillermo de Osma: allí están los históricos que no pasan de moda, de Maruja Mallo a José Guerrero, Chillida o María Blanchard. Ni lo Pierre Gonnord en el homenaje que le hacemos en ABC Cultural un año después de su muerte…
Por último, les dejo algunos espacios instagrameables, como la pila de fotos en cascada de Petra Feriancová en Gilda Lavia, la haima de Monitor o el damero para los cuadros de Adelaide Cioni en P420. Ámbitos en los que no se andan con sutilezas.