Veinte años llevan en Accem trabajando con refugiados y menores migrantes no acompañados. En Castilla y León, los dispositivos de acogida con los que cuenta y su personal están ya preparados para recibir a los denominados menas procedentes de Canarias que la Comunidad se ha comprometido a acoger en virtud del acuerdo que firmó, como el resto de regiones, con el Gobierno central. En concreto, se espera la llegada de los 23 que correspondían a 2023 y los 21 de 2024. En total, 44 jóvenes que llegarán de forma escalonada hasta el próximo 15 de agosto, una vez que se han firmado los trámites pertinentes con la comunidad canaria . Serán entidades del tercer sector las que se encarguen de atender a estos chicos, que, una vez en territorio castellano y leonés, pasan a estar tutelados por la Junta . Se irán incorporando a las diferentes provincias en función de la disponibilidad de las plazas, ya que, según ha ido advirtiendo la vicepresidenta de la Junta y consejera de Familia e Igualdad de Oportunidades, Isabel Blanco, los recursos están «tensionados». La Comunidad ha asistido durante este año a unos 200 menores que se encuentran en su territorio sin el acompañamiento de sus padres. Entre ellos, están unos setenta que permanecen en la región desde que estalló la guerra en Ucrania. Los que lleguen durante estos días serán alojados en viviendas y pequeños centros y el proceso se hará «en función de sus características y necesidades» buscando que «se integren en un entorno que les sea lo más familiar posible» , ha afirmado recientemente Blanco, que ha insistido en que no se ofrecerán más detalles al respecto por tratarse de menores de edad. «El modelo de Castilla y León no es crear un macrocentro», ha dicho, sino disponer «pisos, viviendas o pequeños centros en todas las provincias» en los que «se facilite la atención y la integración».Y es así como trabajan desde Accem , que dispone de cuatro recursos de este tipo en la Comunidad con entre ocho y diez plazas, en los que el perfil de los atendidos dentro de este colectivo –también prestan su apoyo a menores nacionales en situación de desamparo– es actualmente el de varones de entre 13 y 17 años procedentes de países africanos como Mali, Senegal, Gambia o Marruecos, explica Ana García, trabajadora de la asociación en Ávila. Desde allí asegura que el momento inicial de la llegada es «fundamental» para estos jóvenes, que son siempre derivados por la Junta, al tener la tutela, a los dispositivos de atención. «TRANQUILIDAD Y PAZ»La primera toma de contacto es «clave», explica Ana, sobre un momento en el que los educadores deben trasmitir «tranquilidad y paz» a unos menores que en ocasiones llegan «emocionalmente» muy tocados , dejando atrás «guerras, persecución, desprotección, familias desestructuradas o pobreza». «Están asustados y se les traslada que en este lugar van a estar seguros. Una sensación de protección y de hogar», detalla. «Hay que pensar que si un proceso migratorio de este tipo puede ser duro para un adulto, para un niño que está solo, lo es aún más», incide. En esos días iniciales, es también importante la labor de intérpretes y traductores para que «comprendan la nueva situación a la que se enfrentan» e ir presentándoles al personal y al «resto de compañeros». «Poco a poco» y teniendo en cuenta que «cada uno tarda un tiempo» se busca su adaptación mediante un «educador de referencia». En unas dos semanas se hace una «entrevista en profundidad», se les habla de su «derecho a asilo» y comienzan los trámites burocráticos para adquirir «la documentación administrativa» y la atención sanitaria a través de abogados especializados en extranjería. Quienes tienen menos de 16 años son escolarizados –los mayores de esa edad también si así lo desean– o bien pasan a formación para poder acceder a un trabajo. En los centros estarán hasta que cumplan la mayoría de edad, pero si continúan con sus estudios o no pueden aún independizarse completamente pasan a unos recursos llamados de «transición a la vida adulta». LA POLÉMICAY el resultado, señala Ana, es «muy positivo». «En la mayor parte de ellos la integración es plena y no hemos tenido ningún problema», defiende. La sociedad castellano y leonesa en general se «implica» en la acogida , concluye. Desde el vecindario a los institutos y el tejido empresarial, donde el proceso es también «muy positivo» a la hora de la búsqueda de un puesto de trabajo. «La mayoría salen de los centros con una formación o ya con un empleo», dice, porque el objetivo de estos chicos, mantiene, es «buscarse un futuro», tener un «trabajo» para poder «ayudar también en sus países de origen». Así que suelen estar «muy agradecidos» de que en lugares como Castilla y León, que les ofrece «afortunadamente una oportunidad», se les abran las puertas cuando intentan olvidar la «difícil situación que han dejado atrás». Por ello, Ana pide que no se olvide que son «niños y niñas sin sus familias y con unos derechos» . Considera sobre la polémica de los últimos meses que el «uso generalizado que se está haciendo del acrónimo ‘menas’» ha llevado a una «deshumanización» de su situación. «No se les puede criminalizar, no se les puede politizar. Llegan aquí buscando una oportunidad» y en Accem se les acompaña en la búsqueda de «esa nueva vida».«CREO QUE TODOS VENIMOS BUSCANDO UNA VIDA MEJOR»Con 17 años Saidou llegó a Soria. Pero su trayecto desde su Gambia natal había comenzado mucho antes. Desde su país se desplazó hasta Marruecos y allí permaneció un año y siete meses hasta que cruzó el mar en barca con destino a Fuerteventura. Una travesía «un poco difícil», recuerda a sus 19 años actuales, pero «la vida no es fácil. Si quieres algo mejor hay que hacer sacrificios» . Dejó atrás a su familia y amigos y llegó a España con «personas que había conocido» en el camino, explica ahora que ya es capaz de hablar español con cierta soltura. «Cuando llegué no sabía nada del idioma. Ni decir hola ni nada. Poco a poco voy mejorando cada día», asegura.El primer destino desde las islas fue Soria, para después pasar a Segovia y, finalmente, a Ávila. Allí aprendió el castellano y se formó para poder conseguir un empleo. «He aprendido mucho en estos lugares», señala y hoy, superada ya la mayoría de edad y tras abandonar el centro abulense en el que permaneció unos ocho meses, ha conseguido un puesto de trabajo con el que poder «sobrevivir» y «ser más independiente». «Estoy contento y muy tranquilo. Tengo mi casa y desde aquí puedo también ayudar a mi familia» , relata muy agradecido del apoyo que le prestaron en Accem. Sobre si ha sufrido rechazo, reconoce algunos momentos complicados, pero asegura que la gente le ha ayudado «mucho» y que Ávila le ha «dado una nueva oportunidad» . Eso era lo que «buscaba» al salir de Gambia, donde su «sueño» era llegar a España. Sobre la polémica que rodea a los menas cree que todo depende «del comportamiento de cada uno». «Yo quería buscar una vida mejor y en África eso es muy difícil» , dice convencido de que «todos los que vienen aquí» en la misma situación que él lo hizo –siendo menor no acompañado– llegan buscando «solo mejorar su vida y ayudar a sus familias».
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Llegan los menores migrantes: «El primer momento es fundamental»
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