Table of Contents
Durante los meses de verano, muchas personas aprovechan para desconectar del ritmo habitual, reducir responsabilidades y relajarse. Sin embargo, según Cristina Galmiche, reconocida experta en estética con más de 38 años de experiencia, este enfoque despreocupado no debería aplicarse al cuidado de la piel. De hecho, insiste en que esta estación del año exige una atención aún más rigurosa. Porque aunque la mente se relaje, la piel no lo hace. «El verano es el mejor momento para cuidarla más», afirma Galmiche. «Nunca debemos abandonar nuestra rutina facial, ni siquiera en vacaciones. Si tienes más tiempo, dedícale más tiempo, no menos».
Y es que, lejos de lo que se cree, los factores ambientales propios del verano suponen un auténtico desafío para la piel. Desde la exposición solar hasta la contaminación, pasando por el cloro de las piscinas, la sal del mar, el sudor o el aire acondicionado, todos estos elementos pueden comprometer la salud cutánea si no se responde con una rutina cosmética adaptada.
Hábitos veraniegos que dañan la piel (aunque no lo sepas)
El error más común durante el verano, explica Galmiche, es relajar, o directamente abandonar, la rutina de cuidado facial. A esto se suma la idea de que unos pocos productos básicos son suficientes, sin tener en cuenta que cada entorno plantea sus propios retos: humedad, altitud, contaminación, salitre o cloro. Pero también hay pequeños gestos que, sin que lo notemos, terminan perjudicando la salud cutánea. Entre ellos, la acumulación de sudor sin una limpieza posterior, el uso continuo de fotoprotectores sin una higiene adecuada, o la falta de reaplicación del protector solar. Estos descuidos saturan la piel y comprometen su equilibrio. «Cuidar la piel en verano no es opcional, es una inversión en salud y belleza a largo plazo», resume la experta.
Si bien el sol acapara la atención cuando hablamos de riesgos para la piel en verano, Cristina Galmiche advierte que otros elementos, como el cloro de las piscinas, la sal del mar y el aire acondicionado, también suponen agresiones importantes. El cloro es especialmente irritante: altera el pH natural, elimina el manto lipídico protector y puede provocar sequedad, sensibilidad o brotes de dermatitis, sobre todo en pieles reactivas. La sal del mar, aunque tiene propiedades antibacterianas, puede resultar abrasiva, especialmente si no se elimina adecuadamente después del baño.

En cuanto al aire acondicionado, Galmiche lo define como un enemigo silencioso: reseca el ambiente, favorece la pérdida de agua transepidérmica y provoca síntomas como tirantez o descamación que muchas veces no se asocian a esta causa. Para combatir sus efectos, recomienda reforzar la hidratación con cosmética que restaure la función barrera de la piel.
Envejecimiento, acné y rosácea: más allá del sol
Más allá de la radiación solar, el verano expone la piel a una serie de factores ambientales que pueden agravar afecciones como el acné o la rosácea, y acelerar los signos de envejecimiento. «El calor dilata los vasos sanguíneos y puede empeorar la rosácea o la cuperosis», explica Galmiche. Además, la humedad y el sudor favorecen la proliferación bacteriana, lo que se traduce en más brotes de acné en pieles con tendencia grasa. A esto se suma el ozono, un contaminante ambiental que se intensifica con el calor y que contribuye al estrés oxidativo, responsable de la pérdida de luminosidad, arrugas finas y envejecimiento prematuro.
Cristina Galmiche subraya que la exposición constante a estos factores debe abordarse con una rutina preventiva y reparadora que se adapte al entorno y al tipo de piel. «Hay que acompañar el cuidado con una buena higiene, protección solar adecuada y productos que refuercen la barrera cutánea».
Cómo protegerse la piel en verano
Cristina Galmiche comparte para THE OBJECTIVE sus claves para mantener la piel sana, luminosa y protegida durante los meses de verano. Para ella, la prevención es esencial: «Una piel que se expone al sol sin estar preparada es una piel vulnerable», advierte.
Por eso, Galmiche recomienda apostar por tratamientos que fortalezcan la piel desde dentro antes de someterla a las agresiones propias de la temporada estival. Uno de sus imprescindibles es el Renovador Epidérmico Corporal, un protocolo intensivo de 60 minutos diseñado para exfoliar en profundidad con sales marinas, detoxificar gracias a una envoltura rica en minerales y oligoelementos, y esculpir el cuerpo mediante un masaje manual drenante y reafirmante. El resultado es visible desde la primera sesión: una piel más firme, hidratada y oxigenada, preparada para broncearse de forma uniforme y segura. Además, está especialmente indicado para pieles sensibles, con dermatitis, psoriasis o tendencia reactiva.

- No abandones tu rutina facial: vacaciones no significa dejar de lado la limpieza, hidratación y protección solar. Al contrario, la piel necesita más cuidados.
- Limpieza profunda diaria: el sudor, la polución y los restos de fotoprotector saturan la piel. Limpia mañana y noche.
- Hidratación constante: usa cosméticos con ácido hialurónico o aloe vera y reaplica brumas durante el día.
- Protección solar real: SPF alto, cada dos horas, y en todas las zonas (no olvides cuello, labios y manos).
- Cuida tu alimentación: frutas, agua y antioxidantes para una piel más fuerte desde dentro.
- Adapta tu rutina al entorno: no es lo mismo cuidar la piel en la playa que en una ciudad con contaminación.