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Es el mejor disco de 2024 por aclamación: ningún otro álbum encabeza más listas de final de año entre los medios de EEUU y Reino Unido. Bravo por la veterana artista británica, reina en un año en el que las solistas estadounidenses de pop han dominado las listas de éxitos: Taylor Swift, Billie Eilish, Sabrina Carpenter, Chappell Roan, Gracie Adams, Ariana Grande, Lady Gaga y, por supuesto, Beyoncé. ¿Qué tiene de especial Charli XCX frente a ellas? Se podría llamar arrojo, o descaro, o malicia, y por supuesto la innovación que asegura una producción comercial británica, siempre mucho más avanzada y moderna que una producción norteamericana, más capacitada para tirarse a la piscina con decisiones de riesgo. Estas canciones salerosas y desvergonzadas, más cercanas al electro que al hyperpop, reúnen todos los atributos que se esperan del hit de pop en 2024: sinceridad desabrida, falta de complejos, ganas de diversión, un punto de vista fuertemente personal, autenticidad, empatía, vulnerabilidad y no tener miedo a equivocarse. Brat no solo es un disco, es un fenómeno, una forma de vida.
El quinteto irlandés se ha confirmado con su cuarto álbum como el gran grupo de rock de guitarras de nuestro tiempo. Con el fabuloso James Ford como productor, han seguido el camino de Arctic Monkeys de trascender un debut juvenil deslumbrante para alcanzar un estilo propio y carismático; para ello han renunciado a los modismos de su género musical de origen, el post-punk, y han arriesgado en canciones misteriosas, construidas sobre decisiones y giros inesperados. La tensión inquietante y afilada de estas canciones de letras literarias, inspiradas por los escritores beatniks, funciona como espejo de un mundo inestable y dominado por la incertidumbre: como la banda sonora de las ciudades actuales. Un triunfo.
El veterano cantante y productor puertorriqueño ha definido mejor que nadie el presente y futuro inmediato de la música latina urbana con este álbum resplandeciente: punzante en las líricas sin faltar y arriesgando más y mejor en las músicas, en las que combina géneros con mentalidad modernísima y un evidente afán de sorprender. En un magma de electrónica, reggaetón, rap y pop borbotea un largo de ciclo de canciones que se pueden disfrutar por separado, pero que adquieren mucha más resonancia en conjunto. El disco latino del año.
Tiene momentos memorables y un concepto muy bien desarrollado y expresado, reescribir la historia cultural y musical de EEUU dando más valor a las contribuciones de los artistas negros; además, algunas de sus canciones están entre las mejores que ha grabado nunca (Ya ya, Daughter, Texas Hold’Em…). Solo su larguísima duración (casi 80 minutos) y su ambición desmesurada pueden provocar cierta sensación de mareo ante las proporciones de este álbum gigantesco. Tiene fácil solución: en caso de saturación, el disco se puede escuchar en varias tandas. Pero, por el amor de dios, escuchadlo entero. Mucho.
Hablando de reescribir la historia: algún día Vampire Weekend recibirán todo el mérito que merecen como uno de los grandes grupos de pop-rock de la última década, autores de discos como catedrales, tan complejos y ricos. El quinto álbum de Ezra Koenig ha vuelto a dar en todas las dianas: composiciones, interpretaciones, arreglos, producción y diseño de sonido son un maravilloso huevo de Fabergé al que es imposible encontrar un fallo.
6. Laura Marling: Patterns in Repeat
Ha sido un año formidable para la canción de autor y, sobre todo, de autora, gracias a discos como los de Laura Marling, Clairo, Jessica Pratt, Waxahatchee o los más experimentales de Beth Gibbons y Astrid Sonne. Marling compuso este octavo álbum de su trayectoria tras ser madre por primera vez, una experiencia presente de manera implícita o explícita en estas canciones para escuchar con auriculares. Sus letras son complejas, profundas y emocionantes (Marling es psicoanalista) y sus melodías fluyen dulcemente entre discretos arreglos orquestales. Maravilloso.
El mejor rapero del mundo, serio aspirante a mejor rapero de la historia, ha cambiado por completo su estilo y ha vuelto al rap duro y directo tras el abigarrado Mr. Morale & The Big Steppers (2022). El muy bruto GNX y, no menos importante, su cadena de canciones contra Drake con Not Like Us a la cabeza, han acaparado la atención del hip hop mundial de un modo apabullante. Nada parece poder hacer sombra a este genio lírico que escribe e interpreta con una versatilidad y una potencia inigualables. Es el rey del rap desde hace una década y lo sigue demostrando.
Nadie en el mundo escribe hoy letras de rock con la profundidad y los matices de Nick Cave. No es algo que pueda sorprender a nadie. Ha sido un letrista fabuloso que alcanzó su madurez creativa hace 30 años, un hombre exigente y trabajador, entregado a la arquitectura de sus composiciones. Pero es aún más fabuloso que en su quinta década de creación esté ofreciendo piezas tan hermosas y conmovedoras como las contenidas en su décimo octavo disco con los Bad Seeds, un trabajo sobre el que planea la muerte accidental de su hijo (ocurrida hace nueve años) con un concepto general: la felicidad.
9. Ca7riel & Paco Amoroso: Baño María
Cuando se anunciaba la decadencia del rap y el trap argentinos llegaron a nuestras vidas los inigualables Ca7riel & Paco Amoroso para desafiar todas las convenciones e ideas preconcebidas sobre ambos . Influidas por el funk más suave y el house de terciopelo, sus canciones chorrean lascivia y cochinadas. Son calientes, son simpáticas, son adictivas, son gamberras, son excéntricas y solo apetece cantarlas una y otra vez.
10. Jack White: No Name
El último disco de White Stripes, Icky Thump, el disco menos White Stripes de los seis que publicó el dúo, salió en 2007. Así que de pronto, sin que ya nadie lo esperara realmente, cuando han pasado casi 20 añazos, Jack White ha vuelto a hacer (por fin) un disco que podría haber publicado perfectamente con el nombre de su primer y grandioso grupo. Es aquel rock garagero anguloso y crudo, ampuloso y al mismo tiempo casero, tan poderoso como sexy, tan vertiginoso y palpitante, tan repleto de figuras memorables de guitarra en canciones interpretadas desde las tripas pero que en términos de composición se sostienen sobre cuatro patas. Bárbaro.