Cuando el expresidente francés François Mitterrand pronunció el célebre discurso en el Parlamento Europeo sobre «le nationalisme, c’est la guerre!» alertaba del peligro de reivindicar como propios territorios entre pueblos de Europa. El discurso en Estrasburgo, ciudad fronteriza entre su país y Alemania y que fue objeto de cambios territoriales durante las guerras mundiales, tenía todo el sentido del mundo. Y es que el proyecto europeo se basa en dejar de redefinir fronteras con base en supuestos derechos históricos.
La reivindicación de la «soberanía española» sobre Gibraltar puede ser una broma, una boutade muy castiza en boca de los jugadores de la Selección Española, pero también la antesala de un conflicto si quienes blanden de forma irresponsable esta bandera son los políticos. Un conflicto latente, que no estalla, gracias al paraguas de la Unión Europea, que es quien dirime la cuestión.
Gibraltar no será nunca español básicamente porque sus ciudadanos no quieren. Algo que parecen olvidar todos los interesados en cambiar su estatus. Desde el Partido Popular al presidente Sánchez, cuando dice que no renuncia a la «retrocesión de Gibraltar». Si bien su estatus ha ido cambiando con los años, en la actualidad no es ninguna colonia. Y la ONU deja bien claro que la integridad territorial prevalece sobre el derecho de autodeterminación.
La ley y la democracia, el derecho de los ciudadanos vivos, debe anteponerse a las reivindicaciones históricas, Tratado de Utrecht mediante. El mismo tratado, por cierto, que critican los nacionalistas catalanes porque supuso la pérdida de los fueros y privilegios tras la Guerra de Sucesión. Sí, los que reivindican la «Cataluña francesa» no son tan diferentes de los que reivindican «Gibraltar español». Nacionalismo simétrico. Misma urticaria.
A la espera de que se vayan conociendo los detalles del acuerdo, es un paso en la dirección correcta que se elimine la verja y se imponga el civismo marcado por Schengen, es decir, la libre circulación de bienes y personas, así como la progresiva convergencia fiscal con el resto de la Unión Europea. Y quizás también una oportunidad para acabar con tanto peñazo con el Peñón.
