Levántate, Sancho, si puedes, y llama al alcaide desta fortaleza y procura que se me dé un poco de aceite, vino, sal y romero para hacer el salutífero bálsamo; que en verdad que creo que lo he bien menester ahora, porque se me va mucha sangre de la herida que esta fantasma me ha dado.
Don Quijote de la Mancha
Miguel de Cervantes
El «salutífero bálsamo» al que se refería el bueno de Don Quijote no es otro que el famoso Bálsamo de Fierabrás, un remedio ampliamente mencionado en los libros de caballerías al que se le atribuían propiedades mágicas en cuanto a la puesta a punto de caballeros escacharrados en batalla, justa, duelo o lance amoroso mal planificado.
Un bebedizo del que, si existiese, no le vendría nada mal echarse al coleto una damajuana enterita a ese nuevo y doliente caballero de la triste figura en el que se ha transformado el otrora gallardo presidente del Gobierno.
Un remedio, el del señor Fierabrás, cuyos efectos reconocidos por la medicina de la época eran, por este orden: vómitos, sudoración, fatiga y finalmente un largo y reparador sueño que, no se sabe si por la alquimia de los ingredientes o por el propio descanso producido por el ya mencionado sueño, iba seguido de un notable efecto reparador. Un proceso bastante similar al que se produciría en el presidente del Gobierno y su partido en el lejano e improbable caso de lograr que sus socios de investidura y gobierno, votasen el próximo otoño unos presupuestos generales del Estado con los que llegar de forma digna al final de la legislatura.
Y es que a pesar de que Sánchez y su Gobierno hayan perdido el manejo de la agenda política y en buena medida de la mediática por mor de las sorprendentes deserciones que cada día se producen en la antes compacta infantería prusiana de opinión sincronizada y a pesar, sobre todo, de que se despierten cada mañana pensando en cuál va a ser la siguiente revelación judicial o registro de la UCO que les va a dejar en puertas del abismo, en el hoy improbable caso de que logren sobrevivir hasta otoño y consigan aprobar unos presupuestos, aunque sea en el último minuto, de penalti injusto y cabreando a todos sus dirigentes territoriales, lograría abrir una estrechísima ventana de oportunidad.
No una que sirva para que ganen las próximas elecciones ni –creo– para permanecer en el Gobierno tras las mismas, pero suficiente como para dejar a su partido con alguna opción de regresar al Gobierno antes del próximo siglo.
Pero para eso hay que beberse el bálsamo de Monsieur Fier-à-bras y esperar que opere tal y como lo describía Cervantes.