Ningún periodista de Associated Press, podrá viajar en el avión presidencial con Donald Trump, ni hacer preguntas en las ruedas de Prensa de la Casa Blanca. Associated Press (AP) es una agencia con sede en Estados Unidos, creada a mediados del siglo XIX, y … que hoy distribuye noticias a 121 países de todo el mundo, en cinco idiomas, entre ellos el español, y con la mayor plantilla de periodistas repartidos por el planeta. La falta cometida por AP, y que ha enfadado tanto al presidente de Estados Unidos, ha sido que, en las noticias difundidas por la agencia, sigue denominando al golfo de México, golfo de México, y no golfo de América, como lo ha intentado bautizar el presidente de anaranjado maquillaje. Eso no significa que le tenga manía a la prensa, porque está demostrado que todos os soberbios adoran a la prensa, siempre y cuando, naturalmente, obedezcan al soberbio, le ensalcen y le halaguen.
Aquí, en España, un soberbio de menor grado e importancia, también selecciona qué periodistas puede hacerle preguntas y pueden acompañarle en los viajes oficiales, sin que se haya producido algún tipo de resistencia corporativa.
Hace muchos, muchos años, en la dictadura, un alcalde de cuyo nombre no quiero acordarme prohibió la entrada del representante de uno de los periódicos de la ciudad y, tras salir en defensa del compañero, optamos por marcharnos todos, dejando solo al alcalde. Y era la dictadura. Hubo algo de jaleo, pero Fraga Iribarne, ministro de Información, no quiso intervenir, y el alcalde se olvidó de sus soberbias prohibiciones. Vaya en descargo de nuestra impertinencia que debíamos de ser menos pragmáticos que ahora, o menos dóciles.
Ningún dirigente con ansias dictatoriales desprecia a la prensa. Al contrario, es una de sus obsesiones e intenta controlarla. En las dictaduras es muy sencillo: se expropian todos los medios y se ponen al frente directores que actúan de corderos obedientes con el dictador y duros censores con los plumillas que redactan.
En las democracias es más complicado, y el soberbio ha debido darse cuenta de que, en su intento de cambiar de nombre al golfo de México, hay un acto suyo de humildad que ha pasado inadvertido a los poco sensibles periodistas estadounidenses. Y ese acto de modestia es que, pudiendo bautizar al golfo de México como el golfo de Trump, renunció a ello sin presunción alguna.
Es el problema con el que se tropiezan siempre los gobernantes: comprobar, día a día, que los ciudadanos no están a la altura de su desbordante inteligencia y su inconmensurable generosidad. Aquí mismo, ya hay gente que protesta porque de las 180.000 viviendas prometidas hace dos años, todavía no ha empezado a construirse ninguna. ¡Si serán desagradecidos! Por cierto, me gusta lo del golfo de Trump. Como dicen en el bingo: «¿Algún golfo más?».
Límite de sesiones alcanzadas
- El acceso al contenido Premium está abierto por cortesía del establecimiento donde te encuentras, pero ahora mismo hay demasiados usuarios conectados a la vez. Por favor, inténtalo pasados unos minutos.
Volver a intentar
Has superado el límite de sesiones
- Sólo puedes tener tres sesiones iniciadas a la vez. Hemos cerrado la sesión más antigua para que sigas navegando sin límites en el resto.
Sigue navegando
Artículo solo para suscriptores