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Madrid quiere ser capital mundial del circo: «Es el único arte escénico que es todo verdad; o lo sabes hacer o te caes del alambre»

by Marko Florentino
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Niega su bagaje casi enciclopédico, pero Aránzazu Riosalido recurre a referencias circenses de continuo. Incluso para sugerir al fotógrafo de GRAN MADRID una pose a lo Charlie Rivel. «¿Y si me coloco saliendo por el telón como en esa imagen tan mítica suya? Os la enseño». Gana un retrato con los artistas de Les 7 Doigts de la Main en pleno vuelo estratosférico. Tan referentes mundiales como aquel payaso icónico en esta pista, con la compañía canadiense estrena su mandato. La nueva directora artística del Teatro Circo Price aterrizó este mismo lunes, a cinco días del Día Mundial del Circo, desde la Fundación Aisge. Pero parece que haya nacido bajo una carpa. No anduvo lejos. «Creo que en otra vida fui trapecista», bromea.

Una pericia que practicará para devolver el legado del Price a su sitio de honor. Es decir, que este «Madrid que es ciudad de circo», y que siempre lo fue, con este coliseo fundado en 1853 por el écuyer Thomas Price, barracón de madera, antes de hacerse con el solar del Circo Olímpico, y que es único todavía hoy por su carácter municipal, pase a ser «la materfamilias del circo en España». Capital circense, a la altura de Alemania o Francia. La historia lo avala. El mismo Plan General del Circo del Ministerio de Cultura analiza que el derribo en 1970 del histórico Price, en plaza del Rey, marcó el declive de esta tradición, patrimonio del país. «En España han nacido algunos de los mejores artistas que ha habido en el mundo del circo. Los mejores payasos, durante una época, fueron españoles. Me da pena cuando la gente te dice: ‘Qué bonito el Circo del Sol’. Aquí tenemos formaciones buenísimas que hacen lo mismo». Con el resurgir del Price en 2007, ya en Ronda de Atocha con Álvarez del Manzano de alcalde, la resurrección continúa hacia esos vuelos celestes. «Tengo una confianza ciega. Además, creo que el circo cada vez está más presente». La garantía es también la propia historia de su nueva maestra de ceremonias. Con 3 años, ya le insistía a su madre con apuntarse a cursos de trapecio.

El circo que fundó Thomas Pryce en 1853.

El circo que fundó Thomas Pryce en 1853.AYTO. DE MADRID/MUSEO DE HISTORIA DE MADRID

«No vengo de familia circense, pero mis padres siempre me inculcaron mucho la cultura, y el primer paso fue el circo. No vivía lejos de la plaza de Las Ventas y ahí estuvieron el Circo de los Muchachos, el Circo Mundial, el Circo de Ángel Cristo… Todas esas fases las fui pasando hasta en la adolescencia. Les decía a mis amigas: ‘Vamos a ver circo’, y se partían viéndome, como una niña asombrada», rememora. Aunque su bautismo a fuego fue con Teresa Rabal. «Tanto me llevaron a verla que… Ella siempre terminaba diciendo nombres: ‘¿Quién se llama María?’. Y 7.000 Marías salían al escenario. Y yo, nunca, con Aránzazu, imagínate. Y una vez dijo: ‘¿Quién se llama Pepita?’. Y dije: ‘Yo’, para salir. Y eso lo tengo grabado. Cuando salí, me dijo: ‘Te llamas Pepita’. Y yo: ‘No, Aránzazu’. Recuerdo la risa de todos los espectadores. Lo que hice por salir al escenario, por vivir el circo, a la italiana, desde dentro. Con los años tuve mucha amistad con Asunción Balaguer y, claro, me presentó a Teresa y se lo conté».

Esa emoción primigenia sigue imborrable. No sólo entre el público tierno: «El circo siempre se relaciona con el niño y no es cierto», reivindica. Aviva «esa oxitocina que provocan los recuerdos infantiles y, por eso, cuando vuelves al circo de adulto, es terapéutico, porque te vuelve a estimular esa oxitocina, de ver el más difícil todavía, de asombrarte, de ver el riesgo y de reírte con un buen payaso», defiende entre las virtudes de este arte escénico. «Es el primero que vemos de niños y el potenciador de que luego consumamos más cultura. Por eso hay que ponerlo en valor: ver circo abre otras ventanas y enriquece el alma, te hace sentir bien». Aunque fue por el cineasta y autor Jaime de Armiñán, fallecido la pasada semana, por quien ella selló su juramento con el circo. Y agarra una fotografía alegre, de ambos con el Goya de Honor, que preside la mesa de su despacho. «Fuimos muy amigos. Él me volvió a despertar la bestia que tenía dentro».

La pista del antiguo Price.

La pista del antiguo Price.AYTO. DE MADRID/MUSEO DE HISTORIA DE MADRID

Por «amor al arte y por cariño a Jaime», quien no dejó de motivarla en estas lides y le legó en vida su colección de libros y revistas de circo «preciosas», consiguió que reeditaran su Biografía del circo (Pepitas de Calabaza) y comenzó a investigar por su cuenta, hasta que en 2020 se cercioró de que se cumplían 50 años de la destrucción del Price y quiso rendirle un homenaje. Se tituló Mil novecientos setenta sombreros, escrito a cuatro manos con otro amigo y su protagonista, Pepe Viyuela, y fue un éxito, uno de los montajes más vistos de la Comunidad de Madrid entonces. «Quería darle valor al circo y luego el espectador lo vio como un espectáculo de esperanza». El texto verá la luz, también en la editorial Pepitas de Calabaza, para la Feria del Libro, con los dibujos de Ángel Idígoras, con un código QR para escuchar la música que compuso y tocaban en directo Raúl Márquez y su grupo, y con tres prólogos: de María Folguera, la ex directora del Price desde 2017, de Viyuela y de la propia Riosalido. Esta acrobacia redonda podría resumirse en una explicación, lanzada con una sonrisa: «Jaime [Armiñán] me ha dado el testigo del circo. Como ha muerto hace justo una semana, pues me digo: ‘Nos hemos cruzado en la pista’».

Con esa herencia, debuta al frente del Price, con 171 años de historia -sin contar la treintena de su desaparición- y como escenario pionero en España, pues fue donde se ofrecieron por primera vez, siempre polivalente, rock, flamenco y hasta cine: en 1896, con el animatógrafo de Edwin Rousby, a la par que Lumière en Londres, en los tiempos en los que el Price se llamó Circo Parish, después de que el caballista, William Parish, heredase el edificio neomudéjar, tras casarse con Matilde de Fassi, hija adoptiva de Price. «Quiero que Price sea marca Madrid, que el madrileño se sienta orgulloso de tener un circo estable en su ciudad, que es una cosa bastante rara». Ya lo es su veteranía, en cuyos anales figura haber sido refugio de artistas europeos durante la Segunda Guerra Mundial.

La compañía Les 7 Doigts de la Main practica sus acrobacias en el Price, en un ensayo de este miércoles.

La compañía Les 7 Doigts de la Main practica sus acrobacias en el Price, en un ensayo de este miércoles.Bernardo Díaz

Con un presupuesto en 2024 de 2,5 millones de euros del Área de Cultura, Turismo y Deportes del Ayuntamiento de Madrid, su apuesta pasa por «reunir todas las corrientes del circo», sin esa tensión actual entre lo contemporáneo y lo clásico, porque para Riosalido «sólo existe el buen circo», y acoger «para que se sientan parte», sean artistas o público, a «quien tenga problemas de accesibilidad», desde el proyecto Miss Mara [tras recuperarse en un hospital de polio infantil de una caída de 14 m. en EEUU, en 1953, la trapecista gaditana, de la que se le dijo que no volvería a andar y se temió por su vida, regresó con una función para esos niños].

Por supuesto, «la programación será muy variada, no sólo de circo, también con otras artes y con música», como desde aquellas matinales de los años 60 y «como ha pasado en los circos estables que han dado un servicio a la ciudad». Y detalla, sin querer desvelar más, una pincelada: «Le daremos una relevancia al humor, porque el circo es el único arte escénico que siempre lo tiene inherente, con una programación expresa para que llegue a todos los públicos».

Uno de los payasos del Price.

Uno de los payasos del Price.AYTO. DE MADRID/MUSEO DE HISTORIA DE MADRID

El fin es «sumar», además, al camino ahondado por María Folguera: «Me gusta mucho su labor, ha sido muy positiva y hay mucho que me gustaría también continuar», alaba de su antecesora, para alcanzar un reto más: que «la gente planifique sus agendas de ocio con el Price». Incluso con la ambición de «formar críticos de circo, para que esté más presente en la vida del ciudadano y lo valore más». La quimera es «que sea considerado un arte escénico mayor, como lo que es», porque, como insiste Riosalido, «el circo es el único que es todo verdad, no hay mentira, o lo sabes hacer o te caes del alambre. Y eso es precioso».





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