Aun cuando es frecuente que no lo parezca, es cierto que en España hay un partido en la oposición que ganó a la formación gobernante en las últimas elecciones. Da lo mismo, el jefe de los perdedores, Pedro Sánchez, se alió con todos los restos separatistas de cada región y con los residuos del partido comunista, y formó gobierno. Un gobierno de esa naturaleza es, de por sí, una mafia que sólo puede basarse en el dinero y los privilegios, ya que no comparten absolutamente nada más que la codicia y, en el caso de Sánchez, la patología narcisista tipo Trump.
En la oposición figura un pobre partido que apenas asoma la cabeza y está dirigido por un antiguo galleguista. Este político, de apellido Feijóo, acaba de decir por primera vez en lo que llevamos de legislatura eso que todo el mundo sabe desde hace años, o sea, que al frente del país no figura un demócrata, sino un autócrata. Le ha costado decirlo, pero lo ha dicho, uff ya era hora. La Real Academia, que es la fuente de todo sentido, aunque a veces deje huecos, da los siguientes sinónimos de «autócrata»: «dictador, tirano, déspota, sátrapa».
Cualquiera de ellos es muy descriptivo del tipo de gobierno que gozamos porque no todos los dictadores son iguales. Recuerdo que durante los últimos años del franquismo se decía que estábamos en una «dictablanda». En ese sentido la de Sánchez es una dictablanda de tipo franquista. No respeta ninguna de las tradiciones democráticas europeas, como la separación de poderes o el acato de la oposición en tanto que adversario (y no como enemigo), o la libertad de prensa y otros medios de información que, si no le lamen las botas, los compra con nuestro dinero, pero todavía no emplea el terror como arma de gobierno, aunque debe de estar tentado de hacerlo dado su temperamento.
Se va pareciendo, cada vez más, aunque avance a pasos sigilosos por lo que puedan decir los europeos, a los dictadores latinos tipo Maduro o asiáticos tipo Erdogán, que desprecian a sus instituciones y aún más a sus poblaciones, pues sólo creen en el poder de la fuerza y de la corrupción. No hay un solo caso de democracia real en la que el gobierno se salte el Congreso de los Diputados para decretar un gasto milmillonario en armamento porque le da la gana.
«¿Qué no se descubrirá cuando la mafia socialista sea finalmente apartada del Gobierno?»
Pero ese es el estilo de nuestro déspota, gobernar por Real Decreto, instrumento que lleva el adjetivo «real», no por su realismo, sino por su Majestad. O sea que Sánchez gobierna como si fuera el Rey de España, un país al que desprecia y que está dispuesto a vender por trozos a la manera de las monarquías barrocas. Su mujer ha de juzgarle triunfante, aunque ella se siente en el banquillo cada dos por tres. Es un escenario que recuerda a la Filipinas de aquella señora, Imelda, que cuando le dieron la patada descubrieron habitaciones con miles de zapatos de lujo. ¿Qué no se descubrirá cuando la mafia socialista sea finalmente apartada del Gobierno? ¿Qué esconden las cloacas de este Gobierno apestoso?
Porque tal es el último rasgo del tirano de la Moncloa, sus secretos. Es el Gobierno que menos publicidad ha dado a sus actos, a sus sueldos, a sus sobornos, a sus compromisos, a sus retorcidos pactos. Nadie sabe todavía, por ejemplo, qué le dio a Marruecos, o qué le dio Marruecos a Sánchez, o qué oculta Marruecos para que el dictadorzuelo le regalara el Sáhara. ¿A cambio de qué? ¿O sería, al revés, para comprarle algo que sólo el monarca marroquí conoce y tiene en su poder?
El caso es que la oposición que preside Feijóo acaba de percatarse de que el Gobierno de España y el socialismo en cuyo nombre gobierna se encuentran atados a un déspota que está destruyendo el país para mejorar su situación política y económica, así como la de su familia. Bueno, señor Feijóo, ya se ha enterado, ¿y ahora qué? Suenan gaitas en lontananza, ¡ah la suave lírica gallega!
