Jair Bolsonaro ha logrado este domingo un importante impacto tras vivir las que fueron unas de las semanas más complicadas de su vida pública: convocó a una multitud en la Avenida Paulista, el nervio económico de Brasil en la ciudad más grande de Occidente, para enviar desde Sao Paulo el mensaje de que no está muerto aún en términos políticos.
«El pueblo brasileño no merece estar pasando este momento, pero ningún mal es eterno», ha dicho en el inicio de su discurso el hombre que presidió Brasil entre 2019 y 2023. Bolsonaro ha evitado a lo largo de su discurso acusar de sus problemas en forma directa a la Justicia y al gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva, y se ha concentrado en detallar medidas de sus cuatro años de gobierno y en destacar la supuesta superioridad de este sobre el actual del Partido de los Trabajadores (PT).
«Me acusan de un golpe, ¿un golpe apelando a la Constitución?», se ha preguntado en forma retórica el ex jefe de Estado, de 68 años, que vestía una camiseta de la selección brasileña de fútbol. «Busco la pacificación para borrar el pasado», ha añadido tras asegurar que nunca tramó un golpe de Estado.
Decenas de miles de personas -las autoridades no ofrecieron una estimación concreta- se repartieron ya desde por la mañana por la arteria que vertebra Sao Paulo exhibiendo banderas de Brasil y de Israel. Los manifestantes cumplieron con la consigna insistentemente enviada desde el bolsonarismo de no llevar carteles en los que se critique o ataque a personas e instituciones, en especial a los miembros del Supremo Tribunal Federal (STF).
Faltó a esa consigna, sin embargo, el pastor evangelista Silas Malafaia, un poderoso hombre que corrió con los gastos del acto: Malafaia ha enfervorizado a la multitud al dedicar duras palabras al STF, al Tribunal Superior Electoral (TSE) y al presidente Lula antes de definir a Bolsonaro como «víctima de la mayor persecución política de la historia de Brasil».
El acto había sido abierto por Michelle, la carismática esposa del ultraconservador Bolsonaro. La también pastora evangelista llevó a las lágrimas a muchos de los presentes en una tarde en la que muchos cantaron «¡Impeachement a Lula!».
La ex primera dama dijo que el mal se ha apoderado del país y pidió a sus seguidores no darse por vencidos. «Sé que nuestro Dios del cielo nos concederá ayuda», ha dicho. «Ha complacido al Señor ponernos al frente de la nación. Quiera Dios ponernos al frente de la Presidencia de la República», ha añadido ante la euforia de los presentes.
«El señor ama la verdad y odia la iniquidad», ha afirmado subida a la plataforma montada en el techo de un autobús, mientras se refería al «reino de Brasil». «Amamos a Israel, en nombre de Jesús, amén», dijo entre lágrimas. «Nos bendecimos, bendecimos a Israel», ha concluido.
El despliegue de los Bolsonaro se explica por la delicada situación judicial del ex presidente, al que una investigación del STF tiene contra las cuerdas: se le acusa de haber tramado un golpe de Estado en 2022 para impedir que Lula asumiera la presidencia tras ganar las elecciones por una exigua diferencia en el balotaje del 30 de octubre. A comienzos de mes, el STF le retiró el pasaporte al ex presidente, que esta semana declaró ante la Justicia en Brasilia, aunque negándose a contestar a las preguntas.
El afán de Bolsonaro para mostrarse como víctima de una conspiración tiene alcance internacional. El diputado Eduardo Bolsonaro, el más visible políticamente de los hijos del ex presidente, asistió el fin de semana a la conferencia ultra conservadora CPAC en Washington. Allí, tras denunciar el «Estado policial» de Lula, logró que los presentes suscribieran una declaración en la que expresan su preocupación por esas «tácticas policiales» del inquilino del Palacio del Planalto.
Allí, Bolsonaro recibió el apoyo del ex presidente estadounidense Donald Trump y del presidente argentino, Javier Milei.
De forma simultánea, un periodista portugués que promueve la causa libertaria y ultraconservadora, Sergio Tavares, fue retenido duranter unas horas en el aeropuerto paulista de Guarulhos al llegar al país para cubrir el acto. «Estoy siendo interrogado por la Policía Federal acerca de mis declaraciones sobre las urnas, el fraude electoral, la dictadura del poder judicial y las vacunas. Por consejo de mi abogado defensor, permanezco en silencio», dijo Tavares, de 25 años, al que le fue retenido el pasaporte.
Según Folha de São Paulo, el periodista portugués no había solicitado una visa de trabajo para cubrir la manifestación, algo que en realidad muy pocos periodistas hacen. El influyente periódico brasileño señaló que «el acto de este domingo pretende demostrar la fuerza política de Bolsonaro y presionar al STF, que ha autorizado detenciones y registros en el marco de la investigación sobre una trama golpista».
Tarcisio de Freitas, ex ministro de Bolsonaro y gobernador del poderoso Estado de São Paulo, se hizo presente en el acto en una calurosa y húmeda tarde que significó un alivio político y personal para Bolsonaro, pero que no cambia su situación: el proceso judicial en su contra, sustentado en 135 páginas que sintetizan la investigación del STF, avanza sin prisa, pero sin pausa, con el ex presidente, cuatro ex ministros y varios ex altos responsables de las Fuerzas Armadas como acusados.