Tesla desata pasiones. Es una marca que tiene defensores acérrimos y enemigos declarados. Lo que pocos imaginaban es que en Ucrania iban a celebrar su eficiencia energética, porque les están salvando de vivir a oscuras en sus casas, o sin energía para realizar funciones básicas del hogar gracias a sus baterías.
Hace unos meses corrió como la pólvora un hecho insólito: estaban destripando los Porsche Taycan para robarles sus faros. Los ladrones no se llevaban el coche, ni sus ruedas o la radio como cuando eran extraíbles. Lo que se llevaban eran sus grupos ópticos frontales, y para ello reventaban la chapa de las aletas delanteras y las dejaban como abiertas con un abrelatas.
La razón era tan sencilla como sorprendente. Los grupos de narcotraficantes que se dedican al cultivo de marihuana descubrieron la extraordinaria eficiencia de estos sistemas lumínicos. El paso siguiente fue sustraerlos para aplicarlos al proceso y maduración de sus plantaciones a un coste más bajo y en un periodo más corto. Con la ayuda inopinada de la tecnología de Porsche, estaban mejorando la cosecha de droga.
Pero esta vez es distinto. Una de las consecuencias que sufre la ciudadanía ucraniana son los continuos cortes de electricidad. Los ataques rusos a sus centrales energéticas y redes de distribución han reducido sobremanera la capacidad de sus compañías energéticas. Esta es la razón por la que se ha reducido el suministro, a veces a periodos de cuatro o cinco horas al día. Los cortes de luz son moneda común y los padecen de igual manera empresas y particulares.
En las afueras de Kiev, un joven de unos 30 años llamado Oleksandr Bentsa, de 30 años, maneja un pequeño taller. Su actividad más lucrativa es la adquisición en subastas estadounidenses de coches eléctricos, con especial afección hacia los Tesla.
Bentsa da tarea a sus empleados a base de importar vehículos dados de baja tras accidentes. Lo que no quieren arreglar en Estados Unidos debido al disparatado coste de piezas y mano de obra, en Ucrania lo hacen de manera que devuelven a la vida a estos coches. Los dueños desisten ante la cuantía de la factura y las aseguradoras los subastan al mejor postor, por si están interesados en sus piezas, esencialmente.
El mecánico de Kiev los compra a razón de unos 10.000 euros puestos en su país, los repara y vende. También puede ocurrir que arme uno completo con los elementos procedentes de varios. Oleksandr vio la luz al observar que el Tesla de su padre, aparcado en el jardín de casa, daba energía al domicilio familiar. Con los casi 100 kW de sus acumuladores, puede alimentar el uso diario de un hogar pequeño durante una semana. En ese momento fue consciente de que tenía la solución al problema tirado por el suelo de su garaje.
Las enormes y pesadas baterías de los Tesla están formadas a su vez por centenares de pequeñas baterías del tamaño de una pila como las que llevan las radios. Empaquetadas en bloques, en el taller encontraron la manera de desmontar esas secciones de la batería, y partirlas en aproximadamente una docena de ellas por cada coche.
Una vez creadas esas baterías más pequeñas y encapsuladas en maletas de fácil transporte, se conectan a la red y se recargan mientras haya flujo. Cuando la energía se corta, sus poseedores reconectan el hogar a los acumuladores de los Tesla caseros.
Cada bloque producido tiene una capacidad de unos cinco kWh, capaz de hacer funcionar las luces y los aparatos eléctricos de un apartamento durante unas diez horas. Lo único que escapa a las capacidades de estas baterías es la calefacción, porque sus requerimientos son muy altos. El invierno es un animal de costumbres, y acabará llegando puntual. Entonces las baterías podrán hacer poco para paliar la situación y es algo a lo que todos temen.
Bombardeos rusos
Desde la pasada primavera, el ejército ruso se ha ensañado con los sistemas de generación energética de Ucrania. La antigua república soviética generaba unos 55 gigavatios antes del conflicto y ahora su producción ronda los 20, casi un tercio. Las autoridades esperan que las reparaciones lleguen antes del invierno a las centrales térmicas y nucleares que los rusos han bombardeado, y el problema se palie al menos de manera parcial.
La población y las empresas ya han agotado las existencias de generadores con motor de combustión, y se dan situaciones llamativas. Una es que los semáforos se apagan cuando no reciben energía, y los peatones —sobre todo de noche—, cruzan las calles con las linternas de sus teléfonos encendidas para que los conductores puedan detectarlos.
Los restaurantes, por su parte, han desarrollado los llamados «menús de apagón». Son cartas alternativas que muestran los platos que pueden cocinar cuando no hay suministro de energía. Por norma general, bocadillos y ensaladas.
Soluciones imaginativas
Los ucranianos buscan soluciones a sus problemas, y están brotando proyectos solares y eólicos como setas. Edificios públicos y privados están cubriendo sus tejados con paneles solares, o se están instalando placas en pueblos que dependen de la energía eléctrica para bombear agua de los pozos. En la ciudad de Lutsk también se están instalando en los semáforos para que sigan funcionando cuando se corta la corriente.
El presidente del país, Volodímir Zelenski, pide ayuda relacionada con sistemas de defensa antiaérea para evitar que ocurra esto. Países limítrofes, como Moldavia y Polonia, están buscando la forma de incrementar su suministro eléctrico, y remitir esa energía al país vecino. Mientras esto ocurre o no, las baterías de los Tesla seguirán aportando su granito de arena para aliviar los padecimientos de una guerra que nunca debió empezar. Elon Musk debe estar, cuando menos, sorprendido.