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«Mi madre sí quería marcharse de casa»

by Marko Florentino
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José del Carmen Reyna es un ordenanza en Ocaña I, un preso de confianza con un comportamiento educado y ejemplar, que cuida de los reos ingresados en la enfermería de este centenario centro penitenciario. Allí se encuentra recluido por el homicidio confeso de su exesposa, ocurrido el 4 de abril de 2022 en un camino poco transitado entre Mascaraque y Almonacid de Toledo.

Desde entonces, siempre mantuvo que se debió a un accidente. Sin embargo, en la primera jornada del juicio contra él, en el que se enfrenta a la pena de prisión permanente revisable ante un tribunal popular, reconoció inesperadamente que la había matado estrangulándola, pero que no la violó: «La asfixié con una sola mano, con mucha fuerza». Durante su extensa declaración, lo presentó casi como un acto reflejo suyo por los insultos que supuestamente recibió de su exmujer en un camino de difícil acceso, donde luego simuló un atropello fortuito. Pero la Guardia Civil tardó muy poco en no creérselo.

En la maratoniana segunda sesión en la Audiencia de Toledo, por donde desfilaron más de una veintena de testigos, los veteranos investigadores explicaron por qué descartaron un accidente, como José les había contado, y por qué lo detuvieron ‘in situ’ horas después de que el sospechoso avisara por teléfono a varios familiares y servicios de emergencias.

La posición del cadáver de Teodora debajo del coche, de donde fue rescatado gracias a un camión pluma; el asiento del copiloto reclinado unos 120 grados, las rodadas o las bragas al revés que llevaba la víctima, entre otros vestigios, fueron clave para engrilletar al encartado, que luego no quiso declarar ante la Guardia Civil.

«El cuerpo fue colocado en la parte trasera del vehículo, que no tenía ningún signo de atropello», afirmó ante el tribunal el experimentado capitán al frente de la investigación. Además, el día libre que pidió en el trabajo, el visionado de cámaras de seguridad, la inspección de los agentes de Tráfico y el estudio preliminar de los teléfonos de Teodora y de José no ayudaron a sostener su coartada.

«Al final no se fue y ocurrió lo que ocurrió

Por la mañana, la declaración del hijo menor de la pareja, que vivía con ellos y que tenía 14 años cuando ocurrió el homicidio, fue escueta y quizá reveladora para el jurado, nueve titulares y dos suplentes. Todos tomaron notas cuando el chaval, ahora con 16, empezó a hablar acompañado de un psicólogo. Sin ver a su padre, tapado por un biombo blanco, afirmó que su madre «sí quería marcharse de casa», que lo estaba «planeando», pero «al final no se fue y ocurrió lo que ocurrió».

En el tribunal popular, una mujer lloraba y echaba mano de un pañuelo de papel dentro de su bolso antes de que el chico respondiera afirmativamente al abogado de su progenitor: «Había discusiones entre ellos casi a diario y ambos tenían mal carácter, aunque algo más mi madre».

El hijo mayor, que residía en Madrid y contaba con 28 años el día de autos, definió como «tóxica» la relación sentimental de sus padres, que estaban divorciados pero que vivían juntos en la casa que compraron en Mascaraque. Desconocía que Teo quisiera irse del domicilio familiar y habló del comportamiento «controlador» de su padre hacia su madre, quizá -especuló- a raíz del amante turco que ella tuvo durante unos meses, un compañero de trabajo en una cafetería junto a una gasolinera en la CM-42 (autovía de los Viñedos) .

Mientras el primogénito sí sabía que sus padres llevaban divorciados tiempo, la única hija de la pareja, también residente en Madrid y con 24 años cuando sucedió el óbito, declaró que no lo sabía. Revelante, en cambio, fue la lectura de los mensajes de WhatsApp que se intercambió con su madre semanas antes de morir. En ellos, Teo le manifestaba su intención de marcharse a la capital de España porque «se sentía mal». La fiscal quiso entonces indagar más en la relación de la pareja y la hija le respondió que «más bien era al revés; las agresiones era de mi madre a mi padre».

«Convivían como marido y mujer», remarcó Luisa, la cuñada que residía con ellos. Fue quien reveló a José, después de que llevara a Teodosia en coche a su trabajo la funesta mañana, que no tenía que ir ese día. Lo hizo durante el desayuno y el acusado regresó a la cafetería. No vio a Teo, que volvió andando a casa, como otras veces, y se marchó luego con José en su Volvo S80 de color verde para no retornar y perder la vida en un camino.



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