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El exministro de Transportes José Luis Ábalos, acorralado por la causa judicial que el Tribunal Supremo le ha abierto por cuatro delitos (pertenencia a organización criminal, malversación de fondos públicos, cohecho y tráfico de influencias), ha decidido que la mejor manera para defenderse es atacando al periodista que ha dirigido al equipo de profesionales que, primero en ‘Vozpópuli’ y luego en THE OBJECTIVE, han destapado todos los escándalos que van a dar con sus huesos en la cárcel, desde el ‘Delcygate’ hasta el ‘caso Jésica’.
Por eso, este viernes a media tarde no se le ocurrió mejor idea que poner un mensaje en la red social X reproduciendo un tuit mío en el que informaba del penúltimo chanchullo que ha descubierto este periódico (Nicole, la chica rumana que pasó del club Olimpo de Burlada a una empresa pública dependiente de Ábalos) junto a un wasap que le envié el 13 de junio de 2018. El ex número dos del PSOE dice en su breve escrito que yo pedí que me «enchufara en el Ministerio» y que me mueve el «resentimiento».
Nunca he tenido inconveniente en explicar lo del wasap a todo aquel que me ha preguntado por ello, también en entrevistas públicas, pero hasta ahora había preferido no escribir sobre el asunto porque me parecía completamente intrascendente y porque soy de la vieja escuela, esa que considera que el periodista no debe ser el protagonista de la noticia, o al menos eso es lo que trato de enseñarle a mis alumnos cada día en la universidad.
Dado que el mensaje de Ábalos en X ha sido visto ya por un millón de personas, y jaleado y compartido por algunos que dicen ser periodistas, me veo en la obligación de responder con la esperanza de que uno y otros dejen de hacer el ridículo. Así que me van a perdonar que hoy haga una excepción a lo que es norma en esta casa y escriba un artículo en primera persona y hablando de cosas mías: entenderé perfectamente que dejen de seguir leyendo, pero si avanzan podrán comprender mucho mejor la calaña de quienes nos han gobernado durante los últimos años, sobre todo si llegan hasta el final.
El despido
En efecto, el miércoles 13 de junio de 2018 le escribí un mensaje de WhatsApp a Ábalos. A él y calculo que a no menos de otras 200 personas. ¿Por qué? Muy sencillo. Ese lunes día 11 me habían despedido de la empresa en la que trabajaba, el diario El País, junto a otros seis compañeros* de la cúpula de Antonio Caño, que había sido apartado como director tras la moción de censura que el 1 de junio había aupado a Pedro Sánchez a la Presidencia del Gobierno. Soledad Gallego-Díaz, la sucesora de Caño, en su primera mañana al frente del periódico y en una insólita decisión, optó por mandarnos al paro en lugar de reubicarnos en algún puesto irrelevante, que es lo que se suele hacer en estos casos.
El ‘shock’ fue gigantesco. Nos echaron con malas formas y sin apenas explicaciones… y en una maniobra que olía demasiado a política. El periódico había sido muy crítico con Sánchez en el pasado, no en vano se le tildó de forma premonitoria de «insensato sin escrúpulos» en un polémico editorial de 2016, y el anuncio del relevo de Caño se había hecho coincidir (¿casualidad?) con el mismo momento en que el martes 5 de junio el nuevo presidente comunicaba a la nación el nombre de sus ministros, Ábalos entre ellos.
El día 11 fue muy duro. El despido no es plato de buen gusto, y menos cuando llevas apenas 100 días en la empresa y eres una víctima colateral de una guerra que no es la tuya. Yo no entendía nada, pero me fui con la mayor dignidad que pude, dándole la mano a todo el mundo y poniendo la mejor de mis sonrisas. Las empresas son tan libres de contratarte como de despedirte, igual que tú puedes marcharte si no estás cómodo. Jamás le he reprochado a nadie mi despido y en todo este tiempo he intentado no criticar al periódico en el que trabajé (es otra de esas reglas de la vieja escuela que intento respetar).
Recibí decenas de mensajes de ánimo en aquellas primeras horas, casi todos en privado eso sí. Uno de ellos fue de un colaborador directo de Sánchez que me aseguraba que ellos no habían tenido nada que ver con nuestro despido y que intentarían ayudarnos a encontrar otro empleo dado que iban a cambiar cientos de puestos de trabajo en la Administración como consecuencia del cambio de gobierno. A fin de cuentas, un nuevo Ejecutivo siempre necesita muchos periodistas, no solo para los equipos de comunicación de los diferentes ministerios, sino para Televisión Española, Radio Nacional, la Agencia EFE…
A partir del día 12, me puse a buscar trabajo. Y lo primero que hice fue tirar de mi agenda de contactos y mandar mensajes más o menos personalizados a todos aquellos que pudieran ayudarme a encontrar un empleo. Directores de periódico, insignes periodistas, empresarios de cierto nivel y políticos poderosos de todas las tendencias recibieron aquellos días un mensaje parecido. Les anunciaba mi despido, por si no se hubieran enterado, y les comunicaba mi disposición a ponerme a trabajar si es que llegaran a tener alguna vacante en sus equipos para un perfil como el mío.
El contexto
¿Fue un error enviar aquellos mensajes masivos pidiendo trabajo? Yo creo que no. No obstante, conviene no juzgar aquello con los ojos de 2025. En aquel momento, y con dos niños recién nacidos, a mí me aterraba no poder encontrar trabajo dadas las circunstancias: nos habían echado como a perros y el relato que se había impuesto entre la profesión periodística es que éramos unos peligrosos fascistas a los que habían sacado de El País porque supuestamente habíamos apoyado a un gobierno corrupto, que había sido derrotado en la moción de censura. Nada más lejos de la realidad: nosotros habíamos pedido la dimisión de Mariano Rajoy y la convocatoria de elecciones generales.
Ahora es fácil criticar a Pedro Sánchez, pero no debemos olvidar tampoco que su llegada al poder fue interpretada en aquellos momentos como un soplo de aire fresco por amplios sectores de la sociedad. Había llegado a Moncloa con un nítido discurso contra la corrupción y sus primeros nombramientos fueron ciertamente novedosos: desde un juez conservador (Marlaska) hasta un astronauta (Duque) pasando por los entonces muy respetados José Borrell, Margarita Robles, Nadia Calviño o Luis Planas. Ábalos fue nombrado ministro de Fomento. Era el número dos de Sánchez en el partido, pero poco sabíamos de él más allá de que había sido el encargado de defender la moción de censura en la tribuna de oradores del Congreso de los Diputados.
Dado que Ábalos era un hombre importante en ese momento, y que según se me había comunicado los días anteriores el nuevo Gobierno no tenía nada contra mí, él fue uno de los políticos a los que envié un mensaje. No era ni mi amigo ni uno de mis interlocutores habituales, pero sí tenía su teléfono en la agenda. En el mensaje le informaba del despido y de mi disponibilidad para trabajar.
También le recordaba que, como seguramente él ya sabría, yo había estado trabajando «para destensar las relaciones del periódico con el PSOE durante los últimos meses». Y quizás esto sí merezca una explicación más detallada para los no entendidos. Antonio Caño no se hablaba por entonces con Pedro Sánchez desde que este se inventó en un programa de Jordi Évole, en octubre de 2016, que había sido amenazado por el director de El País. Cuando yo llegué al periódico como redactor jefe de España, y por tanto como responsable máximo de la información política, le pregunté al director cómo debía proceder con el PSOE. «Yo no tengo relación con Sánchez, pero tú debes mantener la mejor interlocución posible, como con cualquier otro líder o partido», fue su respuesta. Y a ello mi dispuse, como era mi obligación: tratar a diario con políticos para poder informar a los lectores de la manera más adecuada posible.
El ‘Delcygate’
Ábalos no respondió mi mensaje y yo nunca le insistí. A los pocos meses conseguí trabajo de director adjunto en ‘Vozpópuli’, periódico del que luego fui director. Monté un equipo de periodistas valientes, algunos de los cuales se vinieron luego a THE OBJECTIVE, y nos pusimos a trabajar… hasta que el 20 de enero de 2020 Ábalos se vio a escondidas con la vicepresidenta de Venezuela, Delcy Rodríguez, en el aeropuerto de Barajas. Esta historia es bien conocida y la he narrado con todo lujo de detalles en el libro ‘Conexión Caracas-Moncloa’, donde están recogidos por cierto los principales escándalos del exministro.
TO Store
El chivatazo del ‘Delcygate’ nos llegó el mismo 20 de enero a primera hora, pero estuvimos un par de días investigando hasta tenerlo bien atado. El escándalo era mayúsculo porque Rodríguez tenía prohibido entrar en el territorio de la Unión Europea. El 22 de enero por la tarde, cuando ya teníamos todo casi listo para publicar, llamé a Ábalos. No me contestó. Entonces le escribí un nuevo wasap: «Ministro, soy Álvaro Nieto, tenemos entre manos una información que te afecta directamente y me gustaría poder verificarla contigo. ¿Podríamos hablar?». Tampoco hubo respuesta.
Al día siguiente, día 23, publicamos la noticia de su reunión secreta con Delcy. Y los días posteriores ampliamos la información con nuevas y variadas exclusivas sobre el caso. Ábalos lo negó todo al principio, pero luego fue variando su versión hasta en diez ocasiones en función de las nuevas noticias que íbamos dando y que le dejaban en muy mal lugar.
El siguiente fin de semana, calculo que el domingo 26 de enero, estando con mis hijos en el parque, recibí una llamada de teléfono de una persona muy cercana a Ábalos. El mensaje fue profundamente desagradable, tanto en la forma como en el fondo: o dejábamos de publicar informaciones incómodas sobre Ábalos o iban a ir a por mí. Y en concreto me amenazaron con hacer público el wasap que en 2018 le había enviado al recién nombrado ministro, a lo que contesté que no me importaba y que iba a seguir haciendo mi trabajo por mucho que me presionasen. Al llegar al periódico el lunes, comenté con algún compañero la situación, y recalqué que en modo alguno me sentía avergonzado por aquel mensaje de 2018 y que proseguiríamos con nuestro trabajo de investigación.
El ministro no difundió en aquel momento el wasap, pero se ve que le hizo un pantallazo y guardó la imagen para usarla en mi contra en cualquier otra ocasión. Y esa foto es justo la que ha colgado ahora en la red X, pues en la captura se ve perfectamente que el siguiente mensaje al de 2018 está fechado el 22 de enero pero sin especificar el año, cuando es obvio que no he escrito al exministro hace mes y medio.
La vida disoluta
El caso es que seguimos publicando todo tipo de escándalos, primero en ‘Vozpópuli’ y luego en THE OBJECTIVE. Muchos sobre Ábalos, claro. En marzo de 2020, sin ir más lejos, desvelamos con todo lujo de detalles lo que hoy se llama ‘caso Koldo’ o ‘caso mascarillas’ y que en aquel momento nosotros llamamos ‘caso Soluciones de Gestión’. Y después llegaron la vida disoluta, las juergas y las prostitutas. Sin olvidarnos de sus extraños viajes a Guinea y a Dominicana, así como del disloque de gastos en el partido y en el Ministerio.
Cuando Ketty Garat empezó a publicar el serial sobre los motivos de la destitución de Ábalos, en noviembre de 2021, el showman Risto Mejide, que algún día nos tendrá que explicar por qué lleva cinco años defendiendo a semejante personaje, se prestó a difundir el famoso wasap en su programa de televisión en un burdo intento por desacreditar al director del periódico que estaba poniendo en aprietos a un político importante.
Ahora, tres años y medio después, es el propio Ábalos el que vuelve a la carga con el dichoso mensajito intentando transmitir la idea de que todo lo que publicamos es mentira y fruto de una venganza personal por no haberme contratado. Y lo hace tras haber perdido en los tribunales todas las querellas y demandas que nos ha presentado en estos años.
Tras las derrotas judiciales, ya solo le queda el ataque personal. Y como no tiene nada sólido contra mí, a pesar de que me han investigado por arriba y por abajo, se aferra a un irrelevante mensaje intentando hacer de él otro affaire chusco como el del vídeo sexual con el que pretendieron ‘matar’ a Pedro Jota. Y lo triste es que aún haya ‘periodistas’ riéndole las gracias al que tiene pinta que va a quedar como el ministro más corrupto de nuestra democracia.
Señor Ábalos, por mucho que usted intente manchar mi imagen, eso no le va a librar de pagar por los delitos cometidos. Que un periodista en paro busque empleo no es reprochable, y no es exactamente lo mismo que colocar a una prostituta en una empresa pública sin ir a trabajar a cambio de favores sexuales por la noche. No nos intente confundir, que no cuela. Aquí si hay un corrupto es usted. Y de hecho con su tuit acaba de inculparse aún más: informaba yo de las cuatro chicas enchufadas en empresas públicas (Jésica, Andrea, Claudia y Nicole) y se quejaba usted amargamente en su mensaje de respuesta de no haber hecho lo mismo conmigo para tenerme callado. Está todo dicho.
Y respecto al wasap, no tengo nada de lo que arrepentirme. Nadie nunca me ha regalado nada y he conseguido todo lo que tengo con esfuerzo y sacrificio. Los que me conocen lo saben. Me limito a intentar hacer mi trabajo con la máxima honestidad e independencia, moleste a quien moleste. Y sí, reconozco que hay una cosa que he aprendido en este tiempo: si mañana me quedase sin empleo, jamás le pediría trabajo a un personaje tan indigno como Ábalos.
* José Manuel Calvo, David Alandete, Luis Prados, Maite Rico, Nacho Torreblanca y Javier Ayuso.