Miguel Stilwell d’Andrade (1976, Estoril) lleva más de dos décadas vinculado a EDP, compañía que dirige como consejero delegado desde 2021. Habla un perfecto español, pero no disimula su acento portugués, una combinación que condensa la realidad de una firma de honda raigambre ibérica. Y es que, a pesar de estar presente en alrededor de una treintena de mercados, más del 50% del negocio del grupo aún proviene de Portugal y España.
La compañía nació hace medio siglo como Electricidade de Portugal (EDP), fruto de la nacionalización del Estado luso de más de una decena de empresas del sector. La eléctrica necesitó siete años para cambiar por completo su genética, desde el monopolio público hasta consagrarse como la multinacional 100% privada que es hoy.
La fiebre mundial de la transición renovable ha alcanzado al gigante eléctrico con los deberes hechos. «Hace 20 años éramos una empresa 80% térmica y 20% renovable. Hemos andado un largo camino y hoy el 97% de nuestra energía es verde», reivindica Stilwell, que atiende a Actualidad Económica en la nueva sede regional del grupo en el corredor de la A1, uno de los mayores parques empresariales de Madrid.
Los 14.000 metros cuadrados que EDP ocupa en la capital reflejan la firme apuesta de su CEO por España, donde avista tres amenazas: precios que caen en picado donde hace apenas dos años batían máximos históricos, un cuello de botella burocrático crónico y una escasez de redes eléctricas que encorseta el despliegue de renovables.
- La caída de la luz persiste en el mercado ibérico, en abril cayó un 80% frente al mismo mes del año anterior, ¿le preocupa esa deriva?
- Hemos visto una caída muy, muy significativa en los últimos años, desde la invasión de Ucrania. Los precios actuales son una combinación de esa normalización, pero también de condiciones muy específicas de los últimos meses: mucha agua, mucho viento y mucho sol. En la Península Ibérica tenemos una gran penetración de renovables, si a eso añadimos el hecho de que la interconexión con Francia no es buena, el resultado es que cuando hay mucha renovable los precios se desploman, rondando el cero, incluso valores negativos. Nos encaminamos hacia una volatilidad muchísimo mayor. Cuando entren las renovables, los precios se acercarán a cero. Cuando no, se aproximarán al nivel del gas, bastante más caro. Habrá una gran oscilación en el mercado horario.
- Pero, ¿es esto sostenible si de lo que hablamos es de inversión?
- No, no lo es. Con estos precios nadie va a hacer inversiones en renovables. Para eso es importante tener contratos de largo plazo, que den alguna previsibilidad y estabilidad al precio o subastas promovidas por el Gobierno, como las hubo en el pasado, que aunque marquen precios bastante bajos, al menos sean estables y conocidos. Además, es importante introducir otros mecanismos, como los de capacidad, que sirven para que ciertas tecnologías estén disponibles para funcionar cuando sea necesario, pero que no dependen únicamente de los precios de la energía que fija el mercado.
- ¿En qué otras medidas puede trabajar la Unión Europea?
- Algo que ya se está viendo en algunos mercados y que todavía no es común en la Europa continental es la gestión de la demanda. Aquí hablamos solo de la gestión de la oferta. Cuánta generación tenemos, cuál debe ser el mix energético, si la producción está disponible o no… Nunca abordamos el problema desde la demanda. Al final, se trata de crear un mercado más sofisticado que incentive al consumidor a adecuar sus hábitos a la realidad de la oferta. Si bien esto no existe aquí todavía, ya hay referentes en mercados más sofisticados como el británico o el estadounidense. La solución no es fácil, es realmente una combinación de todo esto.
- ¿Se refiere a que los estados paguen por consumir su energía?
- Hablo de retribuir mecanismos que sirvan de respaldo al sistema. En algunas regiones ya tienen fórmulas que permiten que las baterías sean viables económicamente porque, básicamente, remuneran el hecho de que la batería esté ahí, aunque no esté funcionando porque esa tecnología ayuda a equilibrar. Permite acumular energíapara venderla cuando está cara y comprarla cuando está barata. Es más una cuestión de identificar posibles recetas, que no tienen por qué ser con subvenciones, sino que son mecanismos de mercado que en otras regiones ya se están empleando para remunerar servicios de apoyo al sistema y que hoy aquí no se retribuyen, aunque hacen posible que tecnologías nuevas como las baterías tengan un business case.
- Pero esas cuestiones ya se sugirieron en la negociación de los 27 de la reforma eléctrica europea y el resultado fue poco ambicioso por el choque de intereses nacionales, ¿cómo casa esto con la necesidad de un mercado más complejo?
- Ese nuevo diseño ha introducido algunas mejoras, pero faltaba complementar con esto, algo que me han reconocido implicados directos en la reforma. Europa es más fuerte cuando está unida y sus países deben pensar como bloque, más allá de sus fronteras. Ya no estamos hablando de países, sino de los grandes bloques económicos y políticos como Estados Unidos o China. No basta pensar en cuál es el papel de Portugal, el de España o el de Francia. ¿Qué papel juega Europa? Hay que ser más ambiciosos y tener un proyecto común y eso incluye la a la energía. Estamos en ello, pero debemos avanzar más, si damos un paso atrás, estaremos perdidos.
- China concentra casi toda la cadena de valor renovable, en EEUU la ley antiinflación de Biden empieza a demostrar su eficacia para captar inversiones verdes, ¿dónde está Europa?
- Cada bloque está haciendo su trabajo. China claramente tiene su estrategia. Podemos concordar o discordar, pero tiene su estrategia. Estados Unidos con el Inflation Reduction Act (IRA) también ha marcado de forma muy clara su hoja de ruta para la transición energética mediante el proteccionismo de la industria autóctona. Mientras, Europa ve esto e intenta reaccionar, pero ni el tiempo que tarda en hacerlo ni los mecanismos que posee para ello son suficientes para hacer frente a tal desafío.
- ¿Falta contundencia?
- Y pensar como un único bloque económico y no país por país.
- La batalla entre bloques enfrenta también sus diferentes modelos de subvención a tecnologías no rentables como el hidrógeno, ¿debe Europa repensar los Next Generation?
- Sin ninguna duda. Cuando en EDP miramos a Estados Unidos, nuestra mayor geografía individual, vemos que el mecanismo que han activado a base de créditos fiscales es muy ágil y muy práctico. En Europa, el modelo de apoyos exige una labor enorme de papeleo y formularios y, después, pasan años hasta recibir la aprobación de las ayudas. Es tremenda la cantidad de proyectos de hidrógeno que tenemos en España esperando a contar con el apoyo suficiente para avanzar. Ya llevamos aquí mínimo dos años y hay pocos proyectos que estén avanzando. En EEUU sabes que si produces hidrógeno verde te van a dar tres dólares por kilo. Ya está. Tienes que rellenar un formulario asegurando que tu hidrógeno está producido con energía renovable. Eso es todo. Te dan un crédito fiscal que puedes utilizar o vender. Aquí estamos todavía esperando la confirmación del apoyo público a varios proyectos, sin ninguna seguridad de que el importe de la ayuda final será suficiente para alcanzar ese business case.
- El mantra ahora es reindustrializar Europa, ¿debe la Península Ibérica aprovechar la energía limpia y barata para atraer industria o exportarla a otras regiones europeas?
- La energía barata nunca debería ser un problema. Se discute si Europa eso no competitiva. En la Península Ibérica tenemos un recurso para ello que es la energía muy barata. Nunca oí a nadie quejarse de que la energía cuesta demasiado poco. Vale, eso es un problema para quien invierte en la propia energía, pero no para un industrial. España y Portugal deben pensar cómo aprovechar este recurso para reindustrializarse. Hay que hablar de los centros de datos, pues todo el ecosistema de la inteligencia artificial consume muchísima energía y tanto Europa como EEUU ya asumen que la demanda eléctrica va a dispararse por la explosión de esta industria. Pero se puede hablar también de siderurgia y de sectores más tradicionales y debemos decidir cuál es el papel que la Península quiere jugar en todo ello.
- Antes ha aludido a la falta de interconexiones, esa isla energética que es la Península impide aprovechar toda la energía que genera la región, ¿qué papel juega Francia?
- De nuevo, Europa es más fuerte cuando está unida. Se habla de una Unión Europea energética, pero si no conseguimos construir estas interconexiones entonces Europa no aprovechará su escala y sus fuerzas para ser más resiliente a largo plazo. Hemos visto con la guerra en Ucrania el problema energético que se ha vivido en Europa central. España y Portugal pueden desempeñar un papel muy relevante pero para ello necesitamos interconexiones con Francia y con el resto de Europa. Es una vergüenza que aún no tengamos buenas interconexiones sur-norte, que haya sido más fácil construir un gasoducto entre Rusia y Alemania que entre dos países europeos, España y Francia. No es un tema técnico, sino político y es una prioridad total resolverlo.
- La invasión de Ucrania ha alterado las prioridades de Alemania, que ahora busca energía asequible, ¿confía en que Berlín acelere de alguna manera la interconexión norte y sur?
- Toda Europa, como digo, tiene interés en fortalecer las interconexiones entre los Veintisiete. Alemania, por supuesto, pero no es solo ella. Si disponemos de energía barata en la Península Ibérica, se podría aprovechar en el resto del continente. Y viceversa. Tal y como yo lo veo, la interconexión es una muestra de la resiliencia de Europa de cara al futuro, pero también de puertas hacia afuera frente a otros bloques económicos mundiales.
- ¿Cree que la falta de redes eléctricas puede frenar el desarrollo de renovables o la creación de un hub de centros de datos en España?
- Sin duda, las redes son claves. Tienen que tener incentivos claros porque se va a necesitar un volumen enorme de inversión en ellas, inversiones que deben remunerarse de forma adecuada. Esto es crítico. Pero también deben existir mecanismos apropiados para que se invierta de forma eficiente, es decir, para no sobrecargar de costes ni al consumidor ni al sistema.
- ¿Es solo un problema económico?
- También de plazos. Hay que incentivar que conectar a la red proyectos que están bloqueados, a la espera de interconexión, sea lo más ágil posible. Es un problema en toda Europa, pero en el resto del continente las redes crecen más rápido que en España y Portugal y deberíamos preguntarnos por qué.
- ¿Les constan tecnológicas que ya estén pensando en cambiar la Península por otra región por falta de redes eléctricas?
- Sí, hay proyectos en particular esperando esa interconexión, lo cual les está retrasando. En EEUU, Amazon va con nosotros para hablar con una comunidad local para plantearles la construcción de un data center y les dice que va a traer empleo y tecnología, pero que necesita acelerar la interconexión. Eléctricas y big tech deben trabajar juntas en las primeras fases para decidir dónde situar los data center porque es más fácil tirar fibra hasta sus clientes que construir una interconexión eléctrica. Hay que encontrar el sitio adecuado desde el punto de vista eléctrico, no construir y luego pensar en cómo enchufarse a la red.
- ¿Cree que los plazos burocráticos también desincentivan la transición verde en España?
- Sin duda. Se ha debatido mucho sobre lo que hay que hacer para agilizar licencias. Al final pasa por estandarizar, simplificar y digitalizar. Europa ha sacado recomendaciones, como tener un one stop shop (ventanilla única). Se habla de introducir el concepto de interés público primordial, básicamente, colocar la energía al mismo nivel que la defensa o la seguridad. Hay que proteger el medioambiente. Estamos interesados en eso. Hay que asegurar buenas relaciones con las comunidades locales. Es cierto. Pero al final también debe primar el interés general.
- Que es…
- Mira, Alemania es un caso paradigmático. Un país absolutamente dependiente energéticamente, lo que permitió a Rusia usar el gas como arma contra él. Mantener esta dependencia de los combustibles fósiles ya no es solamente una discusión ambiental, sino un debate de seguridad nacional. Europa es muy dependiente de terceros. Estados Unidos, Rusia, Oriente Medio… Necesitamos ganar independencia energética. Los recursos que tenemos son la energía eólica o la fotovoltaica. Hay que apostar por ellas y hay que tener esto en cuenta cuando se miran las licencias..
- Las renovables también acarrean dependencias importantes, de China, por ejemplo…
- Europa debe elegir las áreas por las que quiere apostar, también a nivel industrial, porque no va a poder estar en todo. Lo más importante es diversificar la cadena de suministro. Pero hay una diferencia muy grande entre ser dependiente de combustibles fósiles o de placas solares y baterías porque un panel solar te dura 35 años, pero si te cortan el gasoducto de petróleo, mañana ya no tienes combustible.
- Últimamente ha crecido la tensión entre quienes defienden la neutralidad tecnológica y quienes lo apuestan todo a la electrificación, ¿cuál es su postura?
- La de un mix energético diversificado, resultado de la suma de muchas tecnologías. El carbón está condenado y debe salir del mix. A partir de ahí, el gas tendrá un papel importante a lo largo de las próximas décadas. La nuclear es una decisión política porque necesita de apoyo estatal. Pocas empresas empezarían a hoy un proyecto nuclear de envergadura. En Francia hay una apuesta clara para que la nuclear salga adelante, también en zonas de Estados Unidos. Hay otros países, como España o Alemania que no la quieren y es también perfectamente legítimo.
- ¿Bruselas debe estrechar su vigilancia sobre el greenwashing?
- En el primer trimestre, el 97% de la energía generada en EDP fue renovable. El otro 3%, gas. Hemos salido de carbón y hemos hecho un cambio verdaderamente transformador. Así que no tenemos ningún problema con el greenwashing porque empresa más verde que nosotros no hay. Yo creo que el problema no es el greenwashing, es más genérico, no puedes tener publicidad engañosa ni en este ni en ningún sector.
- Entonces, ¿considera que Europa debe reforzar su control sobre estas prácticas o no?
- Yo creo que funciona bien. No es ese el problema de este momento.
- Acaban de adaptar su estructura interna a las cinco grandes regiones donde operan, ¿cómo ve la carrera geográfica de la transición renovable?
- Tenemos visión de lo que funciona en cada país y de las tensiones que este proceso global está generando. Se pueden debatir las tecnologías, los plazos… pero no que el camino es la transición renovable. EEUU siempre fue un mercado muy grande, pero con el IRA ha dado un salto enorme. Europa ha tenido siempre el liderazgo, pero tiene que correr para mantenerlo. China instaló en 2023 más renovables que en todo el resto del mundo junto. Es impresionante la dimensión de lo que se está haciendo allí. En resumen, China y EEUU, con una apuesta muy fuerte, y Europa intentando que no la alcancen.
- ¿Y EDP cómo avanza en la carrera?
- A buen ritmo, vemos oportunidades para invertir allí donde estamos. Crecimos a 700 megavatios (MW) verdes promedio al año entre 2010 y 2020. En 2023 construimos unos 2.500 MW, más del triple. En 2024, ya tenemos 4.000 MW en construcción.
- ¿Pueden mantener esa velocidad?
- Prevemos mantenernos en 3.000 MW al año. Nuestros inversores están muy comprometidos con este viaje.