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Abanicos, crema solar, gorras y pancartas. Málaga se ha echado este sábado a la calle para protestar por la escasez de vivienda, los altos precios del alquiler y las consecuencias negativas de la masificación turística. Unas 15.000 personas —5.500 según la Policía Nacional y 25.000 según la organización— han marchado por las principales calles del centro histórico en una convocatoria impulsada por el Sindicato de Inquilinas e Inquilinos bajo el lema “Málaga para vivir, no para sobrevivir”. Tras Canarias, Baleares o Barcelona ha sido ahora el turno para la capital malagueña, inmersa desde hace años en una espiral de subida de precios para compra o alquiler mientras los pisos turísticos se han disparado: son ya más de 12.000, según el registro de la Junta de Andalucía, lo que la sitúa solo por detrás de Madrid y Barcelona. “La ciudad está sufriendo, existe un gran malestar y hacía falta poner sobre la mesa el problema de la vivienda”, explicaba Curro Machuca, portavoz de la entidad convocante.
Por los mismos problemas se han manifestado, también este sábado, unos 2.000 vecinos en Cádiz, que ha perdido un tercio de su población en los últimos 30 años y es la capital de provincia con más viviendas turísticas por habitante, según Cádiz Resiste. Esta entidad, que aglutina a vecinos en lucha contra la turistificación, es la convocante de la protesta celebrada hoy, informa Jesús A. Cañas.
“Málaga no se vende”, “esto no es turismo, es una invasión”, “vecina, despierta, especulan en tu puerta”, “sueldos precarios y pisos para millonarios” o “este turismo no es sostenible” son algunos de los lemas de las muchas pancartas sostenidas por los participantes, que representaban a buena parte de la ciudad: jóvenes, mayores, familias completas. Para Francisco Torres, de 25 años, esta ha sido su primera manifestación. “No me esperaba tanta gente, pero es que si no nos movilizamos ya, no cambiará nunca nada”, apuntaba el joven, acompañado de su amigo Cristian Cabra, economista de 24 años. “Nosotros estudiamos, trabajamos y cobramos un salario decente. Y ni así hay forma de acceder a una vivienda”, subrayaba. “Es insostenible: comprar una casa es imposible”, señalaba María Franco, de 38 años. “Ahora los malagueños somos de segunda”, subrayaba su hermana Lole. Ambas estaban acompañadas de su madre, Lola González, de 67 años. A pesar de tener pensión y vivienda, quería mostrar apoyo a los malagueños. “Estamos en contra del modelo turístico”, insistía.
Mientras los manifestantes bajaban por calle Alcazabilla, decenas de turistas miraban con cara de asombro desde las mesas de las terrazas, que ocupan más de la mitad del espacio. “Vecina date cuenta”, mostraba otra pancarta mientras los asistentes cantaban “dónde está Paquito, Paquito dónde está, Paquito está vendiendo lo que queda de ciudad”, en referencia al alcalde de Málaga, Francisco de la Torre. La respuesta masiva a la manifestación de este sábado refleja lo que buena parte de la ciudadanía malagueña siente desde hace años. Y comenta en sus conversaciones diarias en el mercado, su puesto de trabajo o con su grupo de amigos: la dificultad para alquilar o comprar una vivienda, los problemas que genera el turismo y la sensación de que Málaga se ha convertido —sobre todo su centro histórico— en un parque temático solo para visitantes. “No quiero ser figurante en mi ciudad”, decía otro cartel sostenido por una joven. A su alrededor, las botellas de agua se agotaban en segundos mientras el sol apretaba a medida que avanzaba el día.
Gentrificación y turistificación
La última Encuesta Social Malagueña, impulsada por la Universidad de Málaga (UMA) y presentada esta pasada primavera, ya indicaba que la vivienda era la principal preocupación de los malagueños, cuando en 2020 ocupaba el puesto número 16. El 72% de los encuestados, además, decían que el turismo había impactado de manera “negativa” o “muy negativa” en la disponibilidad de viviendas asequibles. “Llevo diez años compartiendo piso y desde hace uno quiero independizarme con mi pareja: cada vez que entro en Idealista o portales similares me deprimo”, comentaba otra de las manifestantes, la ingeniera mecánica Sonia Raya. La última vivienda que fue a ver le sorprendió: “Era vergonzoso: un garaje reconvertido en piso y sin ventanas”. Le pedían 600 euros.
“Nuestra intención era justo esa: poner el tema en el centro. Estas luchas empiezan evidenciando el problema”, explicaba horas antes de la manifestación Curro Machuca, portavoz del Sindicato de Inquilinas e Inquilinos de Málaga, que destacaba que la protesta busca respuestas que pongan freno a un proceso que arrancó hace dos décadas. Entonces la capital malagueña apenas recibía medio millón de turistas: la mayoría de quienes llegaban al aeropuerto pasaban de largo y se desplazaban hasta los municipios de la Costa del Sol o ciudades históricas como Sevilla y Córdoba. Los fondos europeos ayudaron aquellos primeros años del siglo XXI a la renovación del centro histórico y sus alrededores. La recuperación de calles y plazas tenía como objetivo —en teoría— frenar un espacio degradado, pero en la práctica generó gentrificación y atrajo la llegada de grandes inmobiliarias y fondos de inversión. La población empezó a ser expulsada del centro. “Había situaciones dramáticas”, recuerda Machuca. Todo fue a peor. “Con el paso del tiempo se volvió insostenible”, subraya.
La gentrificación y la turistificación arrasaron el centro y siguen amenazando nuevos barrios, como Lagunillas. Este sábado, cuando miles de personas que caminaban por calle Carreterías, apenas había vecinos en los balcones: la mayoría de bloques rehabilitados en la vía acogen apartamentos turísticos y el 25% de las viviendas de la zona están anunciadas en Airbnb. La situación es ya crónica en el centro, pero también se ha expandido a otros barrios. El punto de inflexión lo marcó la llegada de las viviendas turísticas entre los años 2014 y 2015, que generaron uno de los procesos de cambio “más extremos de España”, según el informe Mercantilización extrema y el derecho a la ciudad, publicado en mayo por el Instituto de Estudios Urbanos y Sociales. Lo corroboran los datos del organismo público Turismo Costa del Sol, que muestra cómo los 846 pisos turísticos que había registrados en 2016 se han multiplicado por 15 hasta superar los 12.000 actuales —cerca un millar con licencias pendientes de autorización—. Suman cerca de 63.000 plazas, a las que añaden otras 12.000 de alojamientos hoteleros. En 2023 visitaron la capital 1,6 millones de personas. El concejal de Turismo, Jacobo Florido, sostiene que la ciudad puede aún acoger a medio millón más al año.
Hoy los datos sobre el mercado de la vivienda abruman. Málaga es la tercera ciudad española que requiere un mayor esfuerzo para alquilar —el 33% de los ingresos familiares— y comprar, con el 34% de los ingresos familiares, según los datos publicados por Idealista. El portal inmobiliario refleja que de las 1.199 casas y pisos en alquiler en la capital malagueña, apenas 14 tienen un precio por debajo de 700 euros y solo uno de ellos supera los 50 metros cuadrados. Las estadísticas de Idealista también señalan que el precio del metro cuadrado en venta ha pasado 1.557 euros en mayo de 2015 a 2.919 en mayo de 2024, casi el doble en menos de una década; y que en el mismo periodo el precio del metro cuadrado de alquiler ha pasado de 7 a 14,2 euros. A cambio, la ciudad tiene una de las rentas brutas medias más bajas entre las grandes capitales, con 27.611 euros, según los datos publicados en otoño pasado por la Agencia Tributaria, cifra por debajo de ciudades similares como Sevilla (30.060 euros) o Valencia (32.215 euros) y lejos de otras como Barcelona (39.973 euros). La media española es de 29.014 euros.
“Había muchas señales”
Las consecuencias de la masificación turística y la escasez de vivienda ya las habían sufrido otras ciudades antes que Málaga. ¿Por qué no se puso freno antes? “Había muchas señales, pero ninguna respuesta a la altura de lo que la ciudadanía esperaba”, asegura Enrique Navarro, profesor del departamento de Geografía de la UMA y director de la sede del Instituto de Innovación Turística de la universidad. “Ya conocemos los efectos adversos que el turismo ha tenido sobre la población, la morfología urbana y el acceso a la vivienda. Ahora sabemos también los niveles de incompetencia de las administraciones para poner frente al problema, ya sea a nivel estatal, autonómico o local”, añade Pedro Marín Cots, director durante casi 20 años el Observatorio de Medio Ambiente Urbano (OMAU), organismo municipal desde el que ha advertido en numerosas ocasiones de los problemas a los que se enfrentaba la ciudad. Nadie en el propio ayuntamiento le escuchó. Ahora es uno de los responsable del Instituto de Estudios Urbanos y Sociales, no entiende por qué el alcalde, Francisco de la Torre, rechazó en un pleno municipal —gracias a los votos del PP y Vox— declarar a la ciudad zona tensionada, lo que podría ayudar a limitar el precio del alquiler. “Lo de este sábado debe convertirse en un punto y aparte: tenemos una situación de emergencia y a partir del domingo hay que pensar en positivo y plantear actuaciones concretas”, sostiene.
Por ahora, la única iniciativa impulsada por el Ayuntamiento de Málaga ha sido limitar las nuevas licencias de pisos turísticos solo a los que tengan una entrada independiente o estén en bloques cuya totalidad esté destinado a ese servicio. Es reciente, entró en vigor a principios de junio y el consistorio quiere que sea de carácter retroactivo hasta el 22 de febrero, cuando la Junta de Andalucía publicó un decreto que dejaba en mano de los municipios la facultad de limitar o prohibir este tipo de viviendas. De la Torre ha asegurado que estudian nuevas medidas, como la limitación de la reconversión de bajos comerciales en pisos o establecer zonas saturadas donde no concedan más permisos. “Son solo parches que no solucionarán nada”, sostenía Javier González, de 35 años, cuando la manifestación llegaba a su fin sobre las dos de la tarde en la Plaza de la Constitución.
El concejal de Vivienda, Francisco Pomares, criticó el jueves la “turismofobia” que promueve la manifestación y la portavoz del equipo municipal, Elisa Pérez de Siles, dijo este viernes que “la vivienda es un asunto estratégico” para el consistorio “desde hace muchísimos años”. También destacó la inversión de 500 millones de euros “a pulmón” para levantar más de 5.300 pisos en la ciudad y aprovechó para solicitar la colaboración tanto de la Junta de Andalucía como del Gobierno central para fomentar más construcciones. Eso sí, descartó sumarse a la manifestación. “Los términos del manifiesto [difundido por los organizadores] son incompatibles con nuestra hoja de ruta y con lo que entendemos que es absolutamente irrenunciable: la defensa de la propiedad privada, que es además un mandato constitucional”, concluyó. Como el derecho a la vivienda.
“Una tremenda irresponsabilidad”
“La protesta nos parece una tremenda irresponsabilidad. Es preocupante e irresponsable manifestarse contra la principal industria de la ciudad, de la que vivimos la mayoría de los malagueños y cuyos impuestos pagan los servicios públicos”, subraya por su parte Juan Cubo, vicepresidente de la Asociación de Profesionales de Viviendas y Apartamentos Turísticos de Andalucía. “Si quieres a tu ciudad, si eres buen vecino, no te manifiestes contra el medio de vida de la mayor parte de los malagueños”, añadía mientras destacaba que la manifestación era solo “una minoría radical y ruidosa” y destacaba que los pisos turísticos no son las culpables del aumento de los precios de las viviendas, que achaca a la falta de seguridad jurídica de los propietarios, a la burocracia administrativa para desarrollar suelos urbanos o los hoteles construidos en parcelas residenciales.
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