Un reciente editorial de la fundación Avanza, que se define como «laboratorio de ideas de progreso» y que, en realidad, representa para el sanchismo lo que en su día fue la fundación Pablo Iglesias para el socialismo democrático, sugería la necesidad de «una ofensiva democrática» ante «los extremos de tensionamiento brutal y distorsión que las derechas políticas están aplicando a la contienda política en España».
El artículo no cita ejemplos de esa «distorsión», pero se puede adivinar que alude a las investigaciones y procesos judiciales que afectan a la esposa del presidente del Gobierno, al hermano del presidente del Gobierno, al fiscal general del Estado, al actual secretario de Organización del Partido Socialista, al anterior secretario de Organización del Partido Socialista y ministro de Transportes, al más estrecho colaborador de este último y a una serie de directivos de empresas públicas que colaboraron en la contratación irregular de las amigas o amantes del anterior secretario de Organización del Partido Socialista y ministro de Transportes.
Todo esto lo resume el citado documento bajo la denominación de «lawfare», del que culpa a «pequeñas organizaciones del más rancio derechismo que llevan a los tribunales causas endebles, que son admitidas con rapidez por algunos jueces y esparcidas por algunos medios o pseudomedios de comunicación». Evita la publicación citar que todas esas causas han sido ya avaladas por audiencias provinciales o el propio Tribunal Supremo.
Esta descripción va unida a la descalificación del Partido Popular, al que presenta como una mera continuidad de Vox y al que considera «una singularidad dentro de los partidos conservadores europeos, como uno de los partidos conservadores más próximos al populismo de extrema derecha».
Hasta aquí, el texto del que se supone órgano de pensamiento del sanchismo coincide esencialmente con lo que oímos cada día de boca de los ministros del Gobierno de España y de los propagandistas del régimen instalados en los medios de comunicación públicos y en otros privados que militan con gusto en la misma causa. Lo novedoso del editorial en cuestión es que va un paso más adelante y pide pasar al ataque. «Los extremos a los que está llegando esta derecha singular que hoy tenemos en España está ocasionando un daño creciente a las instituciones democráticas, a su poder legislativo y judicial, a la cultura democrática y hasta a las percepciones que tiene la gente normal que quiere vivir en paz y afanarse en sus tareas diarias. Por eso quizá merezca la pena adoptar una posición de ofensiva en el ámbito democrático».
No explica en qué consiste esa ofensiva, aunque asegura que no se trata de una tarea exclusiva del Gobierno sino de toda la sociedad, y que afecta de forma muy especial a jueces y periodistas. Concluye que «esta contienda que tenemos por delante no es ni partidaria ni de izquierdas: es democrática y concierne a todos los demócratas en España».
«Se busca presentar como un acto de resistencia democrática lo que no es más que una vergonzosa obstinación en conservar el poder»
En resumen, lo que afirma el principal portavoz ideológico del sanchismo es que lo que está ocurriendo hoy en España, lo que los demás entendemos como casos de corrupción y abusos de poder del Gobierno y, muy particularmente, del primer ministro, es, en realidad, una situación de excepcionalidad democrática en la que pequeños reductos de extrema derecha tratan de acabar con la democracia en España. El principal partido de la oposición –también una excepcionalidad porque no se corresponde con los demás partidos conservadores europeos– es, de acuerdo a este análisis, un cómplice de ese grupo de conspiradores y merece, por tanto, un trato implacable cuando el pueblo consciente gane esta «contienda».
Ese es exactamente el escenario que está diseñando el sanchismo y que sirve de justificación para cualquier tropelía que tenga en mente. Deformando la realidad hasta extremos tan fantasiosos se intenta convertir en una hazaña lo que nuestros ojos ven como un ataque al Estado de derecho, se busca presentar como un acto de resistencia democrática lo que no es más que una vergonzosa obstinación en conservar el poder.
Ya estuvo el personaje en la resistencia en una ocasión. Hasta tituló así un libro. En aquella ocasión, su ambición por conservar el poder después de haber traicionado todos los principios y de haber incumplido todas las normas de su partido, lo empujó a colocar una urna tras una cortina para intentar una elección fraudulenta. ¿Qué intentará en esta ocasión? ¿Cómo resistirá ahora? ¿Hasta dónde será capaz de llegar esa ofensiva democrática que nos anuncian? ¿Qué contienda tiene en mente?
