Tras temporada y media a las órdenes de Javier Aguirre, tiempo en el que ha alternando titularidades y suplencias, Manu Morlanes (Zaragoza, 12 de enero de 1999) empieza de cero con Jagoba Arrasate. Amante de la tortilla, de Prison Break y de la Virgen del Pilar, y padre desde hace apenas nueve meses, el mediocentro maño habla con ABC antes de un estreno liguero de aúpa: «Hacía tiempo que no veía a un equipo tan superior»
—¿Cómo fue su infancia en Zaragoza?
—Muy feliz. Y todo el día jugando al fútbol, con la lógica ilusión de esas edades, pero yo desde pequeño me he tomado el fútbol muy en serio.
—¿A qué se dedican sus padres?
—Mi madre es auxiliar de enfermería y mi padre tiene varios negocios de maquinaria de construcción.
—¿Era buen estudiante?
—Sí. Mis padres nunca han tenido que estar encima de mí para que estudiara y sacara buenas notas. Ahora estudio Economicas en la Universidad a Distancia y, de hecho, una de las razones por las que me fui a Villarreal con solo 13 años es porque a mis padres les dejaron claro que allí seguiría estudiando y formándome.
—¿Irse de casa con 13 años da vértigo?
—Cuando eres niño quieres irte de casa y vivir nuevas experiencias, pero realmente solo tienes 13 años y pronto te das cuenta que eres un inconsciente y que en casa se está muy bien. Al principio, todo es ilusión y ganas, pero cuando pasan las semanas echas de menos a la familia, a los amigos y se hace duro. Yo tuve la suerte de que mis padres podían venir casi todas las semanas a verme, pero he tenido compañeros que veían a sus padres una vez cada tres meses. Y todo esto lo haces sin saber que luego tendrás la recompensa que yo, por suerte, sí he tenido, pero la gran mayoría no han tenido esa suerte y se han visto obligados a reconducir su vida fuera del fútbol.
—Hace tiempo le escuché decir que sabía diferenciar el fútbol como trabajo y como pasión. ¿Puede profundizar en esta reflexión?
—La inocencia del fútbol de cuando eres pequeño no es el mismo deporte que cuando lo juegas como profesional. Y eso a la gente le cuesta verlo. No es capaz de entendernos que de esto depende nuestro futuro, quizás el de gente cercana… Está bien tomarse el fútbol con corazón y pasión, pero hay un componente de trabajo que te mueve día a día y hace que te lo tomes con honradez y profesionalidad.
—¿Falta empatía por parte de los aficionados?
—Falta humanidad, sí. Parece que muchos aficionados van a los campos a desahogarse y el fútbol es mucho más que eso. Es pasión y unión por tu equipo y muchas veces los jugadores sentimos que se deshumaniza. No se nos permite fallar, tener un día malo o tener un problema personal. Somos jugadores de fútbol que hacemos nuestra profesión delante de mucha gente y que sí o sí lo tienes que hacer bien porque su felicidad depende de que tú lo hagas bien.
—Hay futbolistas cuyos sueldos dan de comer a mucha más gente que a ellos mismos…
—Por suerte, mi familia nunca ha necesitado de mí a nivel económico, pero he tenido compañeros que, con 15 años, el dinero que ganaban era para mantener a sus padres, hermanos… Eso es una responsabilidad que cuando te la dan de pequeño es una carga importante y nadie nos prepara para ello.
—¿Cómo habéis asimilado la derrota en la final de Copa?
—Pues pasado el tiempo, lo veo desde un punto de vista constructivo. Haber movilizado a tanta gente y unir la ciudad por un partido de fútbol es para sentirnos orgullosos. Igual que ha ocurrido con la selección este verano. Con eso me quedo de la final de Copa. Hicimos felices a niños y padres.
—Con Aguirre nunca fue titular indiscutible. ¿Por qué?
—El año pasado tuve dos fases de la temporada. La primera jugué bastante poco y a raíz de Navidad empecé a jugar más. Creo que nunca he llegado a ser titularísimo con él porque mi manera de jugar no entraba dentro de sus planes o no era lo que más le gustaba, pero eso me ha servido para aprender a gestionar esos momentos. Ser papá también me hizo valorar que no todo es jugar los fines de semana, que hay vida más allá de ser titular todos los fines de semana. Lo relevante es ser profesional, entrenar con buena actitud, estar emocionalmente equilibrado y que mi vida no dependa de jugar el fin de semana.
—Eso en la teoría suena bien, pero en la práctica quizás no tanto…
—Mire, estamos expuestos semanalmente a dar lo mejor de uno mismo. Hay un nivel muy parejo entre todos los compañeros, así que pensar que un jugador va a ser titularísimo las 38 jornadas es ser muy egoísta. Somos seis mediocentros en el Mallorca, y todos muy buenos. Todo pasa por entrenar lo mejor posible y, a partir de ahí, pelear un puesto de manera sana, sabiendo que todos remamos en la misma dirección.
Salir de casa son 13 años
«Eres inconsciente. A esa edad quieres vivir experiencias nuevas, pero te das cuenta que en casa se está muy bien».
Su experiencia con Aguirre
«Nunca llegué a ser titularísimo con él porque mi manera de jugar no era la que más le gustaba».
—¿Vio la Supercopa de Europa?
—Sí.
—¿Qué le pareció el Madrid?
—Qué no me pareció… Hacía tiempo que no veía a un equipo tan superior, sobre todo a nivel físico y de ritmo, y esos que algunos jugadores llevan solo cuatro días entrenando. Es difícil superar lo que han hecho en los últimos años, pero la pinta que tiene es que puede ser así. Eso es compatible con que podemos darnos una alegría. El fútbol de hoy está muy parejo. Estamos preparados para jugar contra el Madrid y meterles en problemas. Y, también, somos conscientes de que pase lo que pase esta noche, no nos marcará el resto de la temporada.
—Los últimos Mallorca-Madrid han sido calientes con Vinicius.
—Se le da demasiado bombo a este asunto. Y no creo que a Vinicius le beneficie ni se sienta cómodo con ello. Nosotros salimos a competir y utilizamos nuestras armas, pero aunque salten chispas en ciertos momentos del partido, jamás le faltamos el respeto ni salimos a picar a nadie.