Ha fallecido Juan Carlos Beca Belmonte a los 76 años. Según ha comunicado la familia a Efe, la muerte le ha llegado en una clínica de Madrid tras no superar una larga enfermedad. Nacido en Sanlúcar de Barrameda en agosto de 1947, se convirtió en matador de toros en ese mismo mes veraniego en 1968. La alternativa tuvo lugar en Santander, de manos de Antonio Ordóñez y con Miguel Mateo ‘Miguelín’ de testigo. Cubano, de la ganadería de Carlos Urquijo se llamó el ejemplar de la ceremonia.
Con una hija de su padrino se casaría, con Belén Ordóñez, hermana de Carmina, la que fuera la primera mujer de Francisco Rivera ‘Paquirri’, lo que hizo que ambos toreros (y cuñados) tuviesen una estrecha relación. Tanto que sería testigo directo de la tragedia de la figura de Barbate en Pozoblanco.
«Quiso el destino reservarle primerísima fila en una tragedia que no ha olvidado ni podrá olvidar nunca. Quiso el destino que él fuera quien contratara —«siempre por orden de Paco»— la tarde de Pozoblanco; que él fuera —«como siempre, desde hacía años»— quien viajara con Paco a Pozoblanco; que él viera en el campo —«que a Paco no le gustaba ver»— los toros de Pozoblanco; que él reservara —«llegábamos de Logroño a las siete de la mañana y todo era cansancio»— las habitaciones del hotel de Pozoblanco; que él asistiera —«Paco no quería que le hablaran de eso nunca»— al sorteo de los toros de Pozoblanco; que pasara las horas de precorrida —«se había jugado a las cartas, todo era alegría y sonrisas»— en fa habitación con Paco; quiso el destino que él estuviera en el callejón de Pozoblanco, que viera salir a «Avispado», que observara cómo Paco sonreía encontrándose a gusto con aquel torito negro que se le había colado extrañamente y que se crispara cuando Paco era zarandeado en el aire, bien cogido; quiso el destino que él fuera de los primeros en llegar a la enfermería, que hablara con Ramón Vila —llamad a Ramón Vila, llamad a Ramón Vila, avisad a Isabel—, que quisiera empujar en cada repecho aquella ambulancia que quería volar sin poder camino de Córdoba, que escuchara el «se nos muere, se nos muere» que desgarró la garganta de Ramón Alvarado cuando ya se veían las luces de la ciudad, que vibrara en pura angustia cuando todo era prisa en el Hospital Militar; quiso el destino que fuera él de los primeros en enterarse de que «no había nada que hacer, que desgraciadamente…»; quiso el destino que trajera a Sevilla a una mujer partida en dos por el dolor más grande que darse pueda, y que tuviera que olvidar sus propias lágrimas para intentar no hacer más trágica la tragedia, y que sintiera como alfilerazos en las entrañas cada segundo de un entierro que Sevilla entera hizo propio. Y después, cuando todo acabó, Juan Carlos Beca Belmonte, con toda su pena a cuestas, escondió sus lágrimas en el silencio», escribía Manuel Ramírez en ABC como prólogo a una entrevista con el torero sanluqueño un año después de la fatal cornada de Avispado, el toro que acabó con un superhombre. «Que todo lo que yo pueda decir y todo lo que se haga sea por ensalzar lo más posible la memoria de Paco», expresaba Beca Belmonte.
Nieto de Juan Belmonte, soñaba con ser torero, aunque su familia intentó que desistiese: primero, con los estudios de bachillerato en Madrid bajo las riendas de los marianistas; después, enviándolo en verano a Suiza. Pero su amor al toreo era más fuerte y en 1968 hizo su debut en Las Ventas.
Su confirmación de alternativa fue en mayo de 1970, en pleno San Isidro, con Antoñete de padrino y con José Fuentes de testigo frente a Peinetero, de Moreno Yagüe. Dio una vuelta al ruedo, pero Beca Belmonte conocería mayores glorias antes de la retirada para dedicarse luego a asuntos empresariales.
