Hacía 44 días que Sánchez, que no ha parado de presumir de cultivar la transparencia, no daba la cara ante los medios de comunicación, es decir, ante los españoles. Y tuvo que ser el estallido del informe de la UCO, en el que se detallan algunas de las barbaridades morales y políticas de sus dos hombres de la máxima confianza, el que, el jueves pasado, le llevara a salir en la sede socialista de Ferraz para decir lo triste que estaba por haber sido engañado por esos dos hombres a los que él, y solamente él, había dado todo el poder en el partido.
Y cuando digo todo el poder sé lo que estoy diciendo porque el Secretario de Organización del PSOE tiene el poder absoluto en materias tan trascendentales como la financiación del partido, la economía (entre otras cuestiones, la de los sueldos de los funcionarios del partido) y la elaboración de las listas electorales.
Pues bien, el jueves pasado tuvimos que ver cómo Sánchez sollozaba por haber sido engañado por Ábalos y Cerdán durante los ocho años que han sido los mandamases del PSOE, por orden suya. Ni se le ocurrió que podía haber incurrido en una falta de responsabilidad in eligendo e in vigilando.
No sólo eso, sino que dio por bueno el informe de la UCO y no se le ocurrió recurrir a la presunción de inocencia, como sí ha hecho con los casos por los que están imputados su mujer, su hermano y su fiscal general del Estado, para hacerse la víctima y presentarse como el más perjudicado por los presuntos delitos cometidos por el trío Koldo-Ábalos-Cerdán. Delitos cometidos, no desde Ferraz únicamente, sino, sobre todo, desde los ministerios donde se adjudicaban los contratos. Es decir, que por mucho que Sánchez quiera dar las ruedas de prensa en Ferraz, más que el PSOE está afectado su Gobierno.
Y no sólo no ha asumido la menor responsabilidad, sino que insistió en que él era un ser inmaculado y limpio, que ha venido a regenerar la política.
La arrogancia con la que habla de su limpieza y de su honradez es tal que parece creer que nadie le ha visto meter papeletas falsas en una urna detrás de una cortina para ganar la votación del Comité Federal de su partido en la que le obligaron a dejar la Secretaría General. O que no hemos entendido que sus chicos ya falsificaban las elecciones para proclamarle líder máximo del PSOE en las primarias de su partido. O que nos hemos olvidado de las promesas que hacía a los españoles antes de las elecciones generales para inmediatamente después decir que, donde dije digo, digo Diego: que le quitaría el sueño un gobierno con podemitas, para después abrazarse a Pablo Iglesias, que nunca pactaría con ETA, para después hacer de Bildu su socio más fiel y entregado, o que no amnistiaría a los golpistas del 17 porque era inconstitucional para hacer justo lo contrario, con la ayuda, esta vez, de su alter ego Conde Pumpido.
De limpio nada, sino todo lo contrario. Lo hemos visto muchas veces, es un mentiroso y un tramposo. Quizás nada le ha retratado mejor que aquella vez que, para explicar sus constantes mentiras, recurrió al pintoresco argumento de que él no miente, sino que, simplemente, cambia de opinión. Pues eso.
Junto a la arrogante afirmación de su limpieza no se le ha ocurrido otra cosa que presumir de que está dedicado en cuerpo y alma a la regeneración democrática de España.
Y como perfecta muestra de lo que entiende por regeneración democrática, está aprovechando estos días de escándalos sin límite para avanzar en la aprobación de dos Leyes que, sin disimulo, pretenden poner en sus manos toda la Justicia de los españoles. La primera quitando las oposiciones para acceder a la Judicatura. Y la segunda quitándoles a los jueces la instrucción de los casos para ponerla en manos de los fiscales. Es verdad que en algunos países es así, pero en esos países la Fiscalía no depende del Poder Ejecutivo, como en España, de manera que, cuando si se aprueban estas Leyes, será él, el autócrata del Falcon, el que decidirá qué casos de corrupción se instruyen y cuáles se archivan. Sin olvidar que la UCO pasará a depender de la Fiscalía. ¿De quién depende la Fiscalía? Pues eso.
Por no hablar de la desfachatez con la que declara que no está dispuesto a dejar el Gobierno de España en manos del PP y Vox, con lo que realmente está confesando es que él ahora no tiene mayoría y que si convoca elecciones las va a perder. Aunque no sé si él y los suyos se habrán dado cuenta, de que, con esas palabras, lo que de verdad está diciendo es que sabe que la mayoría de los españoles estamos contra él, pero que no está dispuesto a que democráticamente le echemos de La Moncloa.
Y a esto lo llama regeneración.