El olfato no se entrena, “no nos lo han enseñado de pequeños” y es el más olvidado de los sentidos. Sandra Iruela (Mataró, 47 años) –fundadora de la empresa de diseño de fragancias Sandir– hace hincapié en el entrenamiento al que ha sido sometida su nariz para ser capaz de identificar, retener y superponer aromas. Tan relegado ha estado el olfato que la terminología que lo explica procede de los cuatro sentidos restantes. La ingeniera química presenta frente a su clase –en el aula de la Universidad de Barcelona (UB) se encuentran 16– lo que les deparan las dos semanas de práctica del posgrado de Ciencia y tecnología del perfume. Cuando termine el semestre, estos alumnos –son 20 en total– se graduarán como la primera promoción de evaluadores perfumistas en la universidad pública, no solo en España, sino en toda Europa. Ese es el gran logro del posgrado, ya que hasta ahora la formación de perfumería solo se podía seguir en instituciones privadas.
El posgrado de Ciencia y tecnología del perfume dura un año. Por un lado, la teoría sobre las nociones de marketing y perfumería se imparte en línea. Por otro, las clases prácticas tienen lugar en la Facultad de Farmacia de la UB, en que el alumnado pone a prueba sus conocimientos de evaluación y mezcla de aromas en el laboratorio y visita distintas empresas que trabajan con la perfumería como Firmenich, Cosmo, Ventós o Sephora. A estas dos semanas de experimentación y excursiones acuden los 20 alumnos y alumnas del posgrado: algunos son barceloneses, otros son extranjeros que viven aquí desde hace tiempo. Alrededor de la mitad del grupo vienen de fuera. Paola, una alumna venezolana llegó justo el primer día de clases desde Málaga y acudió con la maleta. Tiene 50 años, trabaja en cosmética desde hace 24 años y se apuntó al posgrado porque seguía a Iruela en las redes. “Soy hipersensible a los olores, siempre los he rechazado. No podía entrar a una tienda de perfumes ni oler las colonias de mi madre”, confiesa a la vez que explica que ahora se ha vuelto más tolerante en cuestión de olfato porque es “una cuestión de entrenamiento”.
El objetivo del grado con homologación, según Iruela, es democratizar y hacer llegar a muchas más personas la cultura del olfato. “España es el segundo país más importante en exportación de perfume y, sin embargo, no hay ningún grado homologado”, explica Iruela, que trabaja en la compañía de cosmética ISDIN, formó parte de la multinacional de perfumería, cosmética y moda Puig, ha creado las colonias de David Bisbal o Eva González, así como perfumes corporativos para Ikea o National Geographic. Los aromas, que son una potente herramienta de marketing al ser capaces de cautivar a clientes tal como lo conseguía la irresistible fragancia que emanaban las tiendas de Hollister, también funcionan como portadores de emoción: “No es solo crear una fragancia, sino emociones o recuerdos”, subraya Aurea, otra alumna mexicana, sobre el mundo de la perfumería.
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Gran parte del alumnado ya tiene experiencia en el conocimiento de las fragancias, pero quiere perfeccionarse y pulir su olfato. El primer olor, de todos los que van a percibir durante el curso práctico, es la única materia prima de origen animal que no está prohibida en el mundo del perfume: el ámbar gris. Se trata de la secreción bilar –el vómito– del cachalote y se encuentra en las costas o flotando en el mar. La profesora reparte los mouillettes –así exige la profesora que se nombre a las tiras de papel (“¡no se llaman papelitos!”, enuncia Iruela) que se usan para probar perfumes– bañados en el aroma de la exquisita secreción. El olor es intenso y alcohólico.
Los futuros graduados no se convertirán en perfumistas (Iruela aclara que este puesto requeriría muchas más horas que las 80 horas que comprenden las prácticas del curso superior), sino en evaluadores perfumistas. Estos captan la fragancia objetivo que pide la parte de marketing y trasladan los acordes o las notas –apréciese el vocabulario musical que ha adoptado el mundo de la fragancia– al perfumista que se encuentra en el laboratorio y maneja los ingredientes. Las salidas laborales de la formación contemplan el sector de marketing de cosmética y todos los productos en los que trabajan los profesionales de la perfumería: no solo colonias, también cremas, maquillaje, champús, pomadas, ambientadores, velas, cosmética para mascotas, detergentes y otros productos de limpieza. Por ejemplo, Liliana, mercadóloga colombiana, trabaja en una empresa donde crean productos de cosmética para humanos y mascotas, que incluye también perfumes de Batman o Peppa Pig.
Ya es la séptima vez que Gastón aterriza en Barcelona desde Argentina; la considera su segunda ciudad. Trabaja en una empresa de ambientadores o “aromatizadores de ambiente”, como los llaman en su país. El porteño admite que nunca hizo química y por eso tiene ganas de aprender con el curso. Erica, por su parte, ha gastado más de cien mil pesos mexicanos en total (casi 5.500 euros) entre vuelo de Ciudad de México a Barcelona y con escala en Canadá, alojamiento en la ciudad y la matrícula del posgrado. Ella produce cremas en una compañía de cosmética, pero reconoce que le “falta encontrar las notas” para distinguir bien la composición de los aromas.
En el laboratorio, cada alumno recibe una bata, probetas y un kit con nada más que 55 aromas (ajenjo, bergamota, ylang ylang, pachuli, opopánax o 1-octen-3-ol son algunos de ellos). Deben sumergir el mouillet en el frasco nº 1, limón –concretamente, en aceite esencial de limón de Murcia– y aspirar con concentración. Es una nota hespéride o cítrica y sus componentes son el limoneno y el citral. Más vocabulario incomprensible para el resto de mortales: Iruela habla de notas ácidas, grasas, opulentas y polarizantes. También de aldehídos, que aportan brillo (sí, lenguaje del sentido de la vista) y fijación. Los alumnos mezclan el aldehído con el limón cruzando los dos mouillettes, y el alumno psiquiatra de la clase opina que le recuerda a una medicina, un jarabe, un “efervescente”, en concreto.
Linda, que ha llegado desde Chile, valora la experiencia de sus compañeros y asegura que va a aprender mucho de ellos. Además, explica que lo huele todo, “sobre todo lo que como o la gente que está a mi alrededor, tengo que admitirlo”. Macarena, de Sevilla, no se lo pensó dos veces al ver la oportunidad que brindaba el curso homologado al haber dejado pasar su sueño de estudiar en la única escuela de perfumistas –privada y en Francia–. Esta vez, ha entrado en el curso, pero ha tenido “la mala suerte de tener un catarro” y venir con la nariz tapada.
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