Después de 37 años como profesora de inglés, Fátima (60) decidió jubilarse porque «ya no tenía paciencia con los niños». La madrileña empieza esta nueva etapa con ganas infinitas de disfrutar de la vida y de sus grandes aficiones, viajar, leer y el mundo de la cultura. Sin embargo, prefería hacerlo en compañía. Dispuesta a encontrar a un compañero inquieto culturalmente, la mujer se plantaba este miércoles 7 de agosto en el restaurante de ‘First Dates‘. «Con humor y con amor, busco a un Don Juan Tenorio», declaraba en su presentación. En efecto, Fátima resultó ser una persona extremadamente selectiva.
La decepción de la soltera en cuanto intercambió las primeras palabras con Julio (65), su cita, fue instantánea. Al contarle que era argentino ella se mostró contenta, pero no mucho. «Me gustan los argentinos, el acento… Pero no me gustan todos los argentinos. No es una persona que tenga una mirada pícara o una sonrisa bonita», señalaba ante las cámaras.
Ya en la mesa, los dos comensales descubrían que tenían bastantes aficiones en común. Julio hace teatro, participa como extra en series de televisión, juega al baloncesto, le gusta leer… Aún así, inevitablemente la química brillaba por su ausencia. Fátima, pese a coincidir en varios puntos de la lista de pasiones de su pretendiente, siguió sin mostrase convencida. «Me gustan los hombres de teatro, pero me gustan los que echan un poco de morro, diversión y gracia a la cita».
Duelo interpretativo en el reservado: ‘Don Juan’ vs. ‘El Padrino’
Fátima no paró de preguntarle cosas a su Julio, pero en cada cosa que él decía acababa sacándole una pega. Eso sí, esperaba que al mencionar del prototipo físico que les gusta en una pareja, el hombre la alabara con un «estás divina o que guapa eres». Cosa que no obtuvo por dos razones: para el argentino el físico no es determinante, y sobre todo, porque el de ella no le había estado por los ojos, bajo el pretexto de que «a mí me gustan las personas juveniles y ella no me ha dado ese aspecto al que yo estoy acostumbrado».
En ese punto, ni un duelo interpretativo en el reservado que vino a continuación relajaría las tiranteces entre ellos. De hecho, las empeoró. Seguir hablando de teatro parecía terreno seguro para acabar la cita con cierta cordialidad, pero a Fátima se le ocurrió pedirle a Julio que representara la escena más famosa de ‘Don Juan Tenorio’. Viendo que él no se sabía el célebre diálogo, al final ella acababa hincando rodilla para recitar los versos de «¿no es verdad, ángel de amor, que en esta apartada orilla más pura la luna brilla y se respira mejor?».
Para resarcirse, Julio quiso corresponderla interpretando una escena de una obra maestra del cine como ‘El Padrino’, una película de culto que él ha visto más de 200 veces. Aunque lejos de acercar posturas, ella no lo soportó, perdiendo la paciencia y despachándose a gusto. «No quiero escucharle más, no tengo interés. No hay cosa que más odie que me cuenten una película… No entiende de lenguaje no verbal, no me interesa nada de lo que me estás contando ¡Cállate!», espetaba.
Como era previsible, ninguno de los dos aceptó una segunda cita.