Me cuento entre los socialistas viejos (tengo 83 años) y me sigo sintiendo próximo a Felipe González (82 años), con el cual coincidí en las prácticas militares en Montelarreina (Zamora), y a Alfonso Guerra (84 años), que acaba de organizar en Sevilla una exposición sobre los hermanos Machado. No sé si ellos piensan lo mismo que yo respecto a lo que está pasando en la política española, pero me temo que no será muy diferente a lo que pensamos la inmensa mayoría de quienes fuimos felipistas.
Intentaré describir esas coincidencias entre nosotros y las diferencias con lo que está haciendo Pedro Sánchez. La primera se inscribe en las relaciones del PSOE con el separatismo (catalán y vasco), con el cual Felipe González jamás hubiera formado gobierno. Una cosa es que se buscara el apoyo de Pujol o del PNV (así lo hicieron PSOE y PP) y otra muy distinta que ese entregara al separatismo vasco y catalán la gobernanza del Estado: política de prisiones sacando de ellas a los asesinos de ETA, indultos, amnistía, financiación «singular», etc. Todo eso lo ha hecho Sánchez, con las consecuencias que ello ha tenido.
González nunca hubiera formado un gobierno de coalición con los comunistas y Sánchez lo ha formado con los restos mortales de aquel comunismo devenido en una cuadrilla de políticos incompetentes. Basta con citar dos leyes: Ley 4/2023, de 28 de febrero, para la Igualdad Real y Efectiva de las Personas Trans y para la Garantía de los Derechos de las Personas LGTBI y la Ley Orgánica 10/2022, de 6 de septiembre, de Garantía Integral de la Libertad Sexual. La primera, conocida como ley trans y segunda, como ley del sólo sí es sí.
Gracias a la primera, cualquier varón, incluidos los barbudos, puede convertirse en mujer sin otro trámite que ir al Registro Civil, y así se acabaron las discriminaciones positivas a favor de las mujeres. Mediante la segunda ley salieron de las cárceles cientos de violadores y agresores. Todo un éxito.
Y es que para esta trasnochada izquierda no existe la biología (esa que produce barba en ellos y no en ellas). Se trata de una izquierda que sólo se mueve a impulsos de movimientos identitarios, ya sea el neofeminismo o el neoecologismo.
«Chocan las formas que usa Sánchez con sus adversarios, que van del desprecio al insulto»
Atado de pies y manos por separatistas y extremistas, cada paso que da Sánchez, ya sean los presupuestos o el apoyo a Salvador Illa, lo pagamos el resto de los españoles con nuestro dinero y –lo que es peor- con la destrucción institucional (desde el Tribunal Constitucional y el Consejo de Estado al Banco de España).
Mas, por delante y por detrás de estas compañías y decisiones políticas, está el estilo que usa el líder. En primer lugar, choca la cantidad de «cambios de opinión» que acumula y, sobre todo lo demás, las formas que usa con sus adversarios, que van del desprecio al insulto. Denigrando al líder de la oposición e insultando de manera contumaz a la presidenta de la Comunidad de Madrid, que lo es de todos los madrileños, la hayan votado o no.
Quizá el tiempo edulcore u oculte los errores que nosotros pudimos cometer en nuestra etapa de gobierno, pero ese endulzamiento de nuestras palabras y nuestros errores de entonces no puede ocultar las diferencias a nuestro favor con este sanchismo de ahora.