Sobre la mesa están servidos, casi simultáneamente, cuatro procesos de reformas. Un quinto ya en marcha no ha sido promocionado: la modernización de la administración pública. En efecto, a la reforma de la Constitución se suma la del Código Laboral, la fiscal, que se dice sucederá a la constitucional, y la del sistema de seguridad social.
Como si fuera poco, el presidente Abinader ha llamado a un Pacto por la Calidad de la Educación, que surgió aparentemente de la nada y no hay certeza de que se trate de superar o revisar de manera autocrítica el de abril de 2014 con vigencia hasta el 2030.
Se nos viene encima de manera repentina una ola de reformas, sin contar que en poder de senadores y diputados hay proyectos de modificación de leyes y códigos de gran envergadura.
No se trata de iniciativas intrascendentes; al contrario, algunas datan de años y sin duda son importantes.
Pero voces autorizadas y de probada experiencia, como las de Andy Dauhjare y Jaime Aristy Escuder, expresan preocupación por el riesgo de implementarlas sin investigaciones exhaustivas ni coherencia entre sectores.
La advertencia es de que para algunas de esas reformas estructurales anunciadas, no se conocen estudios profundos ni el marco de instrumentación.
En reciente entrevista para elCaribe, y antes de que se incorporaran a la agenda la reforma al Código Laboral y el Pacto por la Calidad de la Educación, Dauhajre, presidente de la Fundación Economía y Desarrollo, llamaba la atención sobre, citamos: “Con base en experiencias pasadas, la mayoría de las reformas exitosas han contado previamente con estudios muy sesudos; expertos internacionales que han venido al país y han armado una estructura para la discusión, que ha contribuido con el principal grupo de reformas estructurales que ha ejecutado República Dominicana” (se refiere a las realizadas por Balaguer después de las crisis de 1990).
Suscribimos la alerta proveniente de puntos de vista libres de contaminación política partidista o del sesgo de opiniones “expertas” comprometidas previamente.
Adelante pues con la ola de reformas que por impetuosa puede semejar un tsunami, pero, aunque la mayoría congresual se da por descontada, debiera haber espacio para la discusión abierta y deberían realizarse estudios para no terminar en “ajustes” o “parches”, provocados por acomodar las imprescindibles e inaplazables modificaciones a las exigencias de determinadas coyunturas.