Para los productores dominicanos de arroz, un sector que sus actores aseguran emplea hasta 300 mil personas y puede cubrir la totalidad de la demanda nacional, el 1 de enero próximo es visto como la llegada de un muy cacareado lobo… ese golpe en cámara lenta que todos saben que impactará, pero de cuyas consecuencias nadie se atreve a asegurar.
Cuando 2025 abra el telón caerá la última tarifa arancelaria que encarecía el arroz estadounidense para ingresar a los puertos duartianos, el 11.88 % de 2024, una que comenzó en 99 % en 2006, cuando entró en vigencia el DR-Cafta.
No ha habido gestión diplomática exitosa que haya logrado extender la protección y el temor se extiende entre 30,000 productores locales ante el desembarco del cuarto exportador mundial del grano.
Oliverio Espaillat, referente de la eficiencia en la producción del cereal en el país, es pragmático, con inclinación al optimismo.
«Estamos mucho más preparados que hace 20 años y seguimos avanzando y eso no se detiene en cuanto a la mecanización y en cuanto a las variedades genéticas y no veo ningún derrumbe del sector arrocero», dice Espaillat, que recibe a DL en su finca de Cotuí. «No tengo miedo al DR-Cafta por dos cosas: tenemos que perseguir el buen rendimiento en el campo, para ello tenemos que sembrar en la época correcta, la variedad correcta de esa zona, una fertilización a través de un análisis de suelo, uso de bioestimulantes, un buen control de maleza, eso nos va a dar un buen rendimiento».
El subsidio que se paga en el Norte a sus productores es el gran obstáculo. Solo en 2023, el Departamento de Agricultura de los Estados Unidos, a través del Programa de Producción de Arroz (RPP en inglés), desembolsó a productores que calificaron hasta US$1.28 por cada libra producida, en subsidio. Es más del doble de lo que cuesta una libra en el mercado dominicano.
Mejora tecnológica
Espaillat apoya su planteamiento en el enfoque hacia la tecnología que hizo una vez entendió el negocio, hace ya más de tres décadas.
«Estamos en 2024 y todavía el 98 % del país está cosechando en sacos y no en máquinas. Eso se puede cambiar. Ya la estructura está, la enseñanza está, los equipos están», lamenta.
La preparación del terreno que trabaja es arada por modernos tractores de ruedas que maltratan lo menos posible el suelo, el sembrado de las semillas está automatizado, la aplicación del abono se realiza con equipos de última generación que leen el terreno con GPS y luego aplican esa proteína según lo requiera la tierra. El rocío de los herbicidas llega con drones y el recorrido del arroz es con tractores.
Pero alerta de que «se pueden presentar situaciones donde sea necesario el apoyo del Gobierno», lo que no tiene duda que llegará. «Tenemos que estar claros que hay que producir mucho a un costo razonable», dice.
Además de las 1,600 tareas que cultiva en su propiedad, este ingeniero agrónomo (PUCMM) nacido en Villa Tapia, que trabaja en el sector desde 1989 cuando un hermano mayor lo «reclutó» y se independizó seis años más tarde. Entendió a tiempo el negocio y comenzó a dotarse de una tecnología que en la actualidad utiliza para labrar otras 8,400 tareas de asociados. En su pico ha llegado a sembrar hasta 16,000 tareas.
«Del 2008 hacia atrás el arroz americano era de mayor calidad que el de aquí, pero al llegar esos materiales nuevos con un sabor tan bueno empezaron a desplazar la calidad el americano», dice. «La parte genética empezó a cambiar. Mejoró la calidad del arroz nuestro con relación al americano que es con el que vamos a competir».
Hace referencia a que en los últimos tres lustros el trabajo científico dominicano ha conseguido aciertos, con énfasis en el doctor Federico Cuevas, y a variedad Juma 6920, que ha arrojado grandes beneficios entre los productores.
El cereal que llega
En el último lustro, sobre el 99% de las importaciones de arroz provino de los Estados Unidos. Según la base de datos Trade Map, en 2009 se importó la mayor cantidad de arroz desde los Estados Unidos, unos US$25.1 millones. Esa cifra cayó a US$4.3 millones en 2012, pero para 2023 llegó a US$18.4 MM, la menor cantidad en los últimos tres años si bien la tasa arancelaria fue la menor en la era DR-Cafta.
«Ya tenemos un abanico de opciones (de variedades) y siguen llegando más variedades porque las empresas están interesadas en mejorar, entonces esa es una fortaleza que tenemos ahora, ante los retos del DR-Cafta, que nuestro arroz es de más calidad que el que viene de los Estados Unidos, que es el que a nosotros nos preocupa», dice Espaillat, quien en 2021 fue elegido agroempresario del año por la Junta Agroempresarial Dominicana (JAD).
La autosuficiencia
El país es autosuficiente en el cultivo de arroz, con una producción promedio anual que, de acuerdo al Ministerio de Agricultura, llegó a los 13.8 millones de quintales entre 2018 y 2023, muy cercano a su consumo interno que alcanza los 14.3 millones de quintales al año.
En ese tramo la producción creció en un 3 % al pasar de 13.8 millones de quintales en 2018 a 13.5 millones en 2023. Tanto en 2021 como en 2022 se superó el umbral de los 14 millones. Sin embargo, la demanda interna aumentó de manera más acelerada, al hacerlo en un 8.9 %, ya que en 2018 los dominicanos consumieron 13.9 millones de quintales de arroz, entre tanto, al 2022 la ingesta alcanzó los 15.2 millones.
¿Quién puede competir?
«Los que tienen una buena productividad, si usted produce sobre 500 kilos mínimo por tarea en su finca eso dice que usted está preparado y muchos productores lo logran porque los suelos están preparados, tienen buenos suelos, tienen agua asegurada, tienen un buen manejo del cultivo, porque es básico el manejo del cultivo, hablo de época de siembra, fertilizaciones, buen control de maleza, de plagas y enfermedades, usando productos de calidad. Cuando usted garantiza 500 kilos ya está preparado, las máquinas, los equipos vienen para compensar la falta de mano de obra, que no hay», dice Espaillat.
Una mano de obra que pide tecnificarse y que apela al Instituto Nacional de Formación Técnico Profesional (INFOTEP) que se involucre, además del crédito del Banco Agrícola con tasas competitivas.