La Diócesis ha inaugurado este martes el congreso ‘Símbolo, luz de Nicea’, centrado en el Concilio celebrado en dicha ciudad hace 1.700 años. En él, tuvo un papel fundamental el cordobés Osio, quien fue también obispo de nuestra tierra. ABC se acerca a su figura con una entrevista a uno de sus ponentes, Antonio Javier Reyes, sacerdote, profesor del Instituto Teológico ‘San Pelagio’ de Córdoba y quien fue el comisario del congreso dedicado a esta figura histórica en la capital en 2013.
-¿Cómo se puede entender de un vistazo rápido la importancia de Osio?
-A finales del siglo III, en torno al año 295, tenemos a Osio en Córdoba [como obispo] y en el plazo de menos de 20 años está en la Corte junto al emperador Constantino y desempeña funciones de consejero en materia religiosa e intervendrá en cuestiones no sólo de esta materia. Osio marcará los primeros pasos que da en libertad la Iglesia. Porque, después del edicto de Milán (313), la Iglesia comienza a dar unos pasos completamente diferentes. Porque ya no está perseguida e incluso el Imperio la toma como suya.
-¿Qué papel jugó el obispo Osio en el Concilio de Nicea, considerado un hito en la historia de la Iglesia?
-Como cordobeses, nos encantaría que fuese la Presidencia. Pero no tenemos las actas del Concilio y no podemos decir que lo presidió. Presidió alguna de las sesiones, seguramente. Porque el emperador se fiaba de él. Probablemente la convocatoria fue a instancia de Osio, una petición al emperador. Él fue uno de los pocos que participó del Occidente cristiano. La trascendencia teológica de ese Concilio la marca él pero también pensadores de la talla de Alejandro de Alejandría y de San Atanasio.
-¿Hablamos, por lo tanto, de una figura clave para entender lo que es la Iglesia hoy?
-Sí, sí, sí. Para entender la historia de la Iglesia, hay que tener en cuenta que nosotros recibimos el legado de unos gigantes. Y entre esos gigantes de la Iglesia está Osio de Córdoba.
-Osio influye en el edicto de Milán. Es la primera carta de naturaleza de la libertad religiosa y es un elemento para la configuración de la Europa actual, que tiene unas raíces cristianas arraigadas. ¿Cree que debería ser también una figura abordada no solamente desde el punto de vista religioso, sino desde la trascendencia histórica?
-Y desde la trascendencia política. Los cánones del Concilio de Sárdica, que Osio presidió, ponen de relieve la política religiosa que Osio tenía. Entonces, Osio no solamente fue, a nivel religioso, un gran personaje. Es una figura sin la que la actual Europa no se entendería.
-Lo de las ‘fake news’ no es nuevo. Desgraciadamente, tras su muerte, el obispo Osio sufrió los bulos de la época.
-[Sonríe] Efectivamente.
-Porque se le llegó a acusar de rendirse al arrianismo, a pesar de que él luchó contra esa herejía, lo que supuso que esa figura tardara en ponerse en valor, ¿no?
-Fuentes arrianas, interesadas en poner de manifiesto la caída o posible caída de Osio en Sirmio [enclave de Serbia donde fue desterrado al final de su vida], manifiestan que entró en comunicación con ellos. Es verdad. Allí, con más de 101 años, es sometido a presiones, incluso a violencia física. Se dice que firmó la segunda fórmula de fe de Sirmio. Que es un Credo que retiraba el ‘homoiousios’ del de Nicea [el concepto de que Jesús tenía la misma naturaleza que el Padre]. ¿Lo hizo? No se sabe. Lo que pasa es que las fuentes luciferianas, que son intencionadas, pasan a Occidente un escrito, que hoy está desmontado en su valor histórico, pero que lamentablemente Isidoro de Sevilla toma al pie de la letra como cierto. Ese escrito hace que en el Occidente cristiano se diga que Osio volvió a la península convertido en valedor de la facción arriana. Eso hizo que se entenebreciera su memoria.
-¿El proceso de beatificación que tiene abierto puede ser el culmen de su recuperación en la Iglesia?
-Sí, claro. Está abierta una causa que se llama equipolente. Eso entronca con que su fama de santidad, antes de que la Iglesia se dividiera con el cisma de Oriente, era reconocida por ésta de forma universal. La fama de santidad que Osio tiene en la Iglesia oriental y que se ha conservado de manera ininterrumpida y desde la primera época se trasladaría ahora también a la occidental, como ha pasado en otros casos.
-¿Es también una figura clave en la conformación de la Iglesia en Córdoba? Porque, por ejemplo, con la llegada del obispo Jesús Fernández, en los medios seguimos hablando de que se sienta en la silla de Osio.
-Sí, claro. No fue el primer obispo de Córdoba. Pero fue una figura señera. De hecho, son destacables los intentos en el siglo XX de recuperar su figura. Hay que recordar que Pío XI y Pío XII hablan del »gran Osio de Córdoba». Entonces, nuestro obispo, Jesús Fernández, toma posesión de la Cátedra de Osio en la que fue capital de la Bética. Es que la de Córdoba era una de las Iglesias de mayor envergadura de la antigüedad cristiana. Osio participó incluso en el concilio de Elvira como representante de la iglesia cordobesa, con lo cual, estamos hablando de finales del siglo III. Él conformó y le dio configuración a esa Iglesia naciente.