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Perdidos, pero encontrados, por Félix de Azúa

by Marko Florentino
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El primer volumen de la monumental serie titulada Salón de los pasos perdidos que figura en mi biblioteca data de 2013 y lleva una gentil dedicatoria de Andrés Trapiello. Luego vienen en disciplinada formación militar otros ocho volúmenes. La colección completa consta de 24, de modo que me ha parecido una idea estupenda la de publicar una selección de los primeros e inencontrables volúmenes, desde 1987 hasta 2006, que acaba de aparecer para alborozo de lectores de morro fino con el título de Fractal en Alianza. Si hay suerte, le seguirá otro con la parte que me falta hasta 2013.

¿Cómo es posible que yo ignorara esta extraordinaria construcción literaria antes de 2013? Pues es muy sencillo: vivía entonces en Barcelona y creo que nadie se hace una idea cabal de la absoluta y radical ignorancia que en aquella parte se tiene sobre casi todo lo que suceda en el resto de España. Incluso un lector compulsivo y un español de los pies a la cabeza como este modesto escribidor, carecía por completo de la más remota idea sobre este mozo que estaba echándole un pulso a Proust y llevaba ya 13 volúmenes de un diario (aunque en realidad se trata de una novela) que es sin duda la obra maestra de la literatura contemporánea española.

Por esta razón, el primer volumen que leí del Salón fue el de 2013, para cuando me vine a Madrid a parir. Paréntesis: no parí yo, sino mi mujer, claro. Si hubiera parido yo ahora sería famoso y votaría a los de Sumar o Podemos, que no sé si son los mismos o distintos. Y andaría chillando por calles y plazas: «Pero, ¿cómo que no vamos a tener derecho a parir los hombres? ¡Que no permitan parir a los hombres es otra opresión de la infame sociedad machista y heteropatriarcal, otra imposición de la drechyultrdrech

Así pues, gracias a ese parto, pude empezar a leer los diarios que cada año publicaba aquel hombre de Dios que mostraba una pasión monumental por la literatura. Así que a partir de entonces el año comenzaba cuando Andrés Trapiello nos decía: «El día primero del año tiene en Las Viñas algo de plácida rutina», que es como comienza el gran volumen que estoy comentando y que bajo el título de Fractal recoge 800 páginas imprescindibles. Lo ha publicado Pilar Álvarez en la editorial Alianza y desde aquí levanto mi bolígrafo en su honor. Eso es audacia, eso es sabiduría, eso es ser el editor que merece alguien como Trapiello.

Es imposible resumir estos diarios en forma de novela (o al revés) porque, como llamó Anthony Burgess a su libro sobre Joyce, Here comes everybody, iniciales (HCE) del personaje central de Finnegans Wake. Es decir, que aquí tienen ustedes 800 páginas categóricas sobre diversos paisajes en todas las estaciones y orografías, retratos de familiares y amigos de una minuciosidad flamenca, monólogos, soliloquios y diálogos, abundantes escenas de estulticia humana tratadas con ternura, otras de radical estupidez generalmente por obra de algún notable (y en este caso con el más hilarante sarcasmo), catástrofes humanas, triunfos también, locos, sabios, santos, bobos, ricos, pobres, humildes, engreídos, en fin, que, como dice el título de Burgess, «aquí viene todo el mundo».

«’Fractal’ no contiene más argumento que el de la lectura misma como fin supremo y la acción de ese dios resbaladizo, el tiempo»

Debo añadir que vienen también largas y minuciosas escenas que ponen en solfa algunos personajes famosos y son de una pericia y finura que recuerdan los grabados del Goya de los Caprichos. Algunos se han hecho famosos y han circulado en forma de samizdat entre la gente de las letras y aledaños. Hay concursos con premios valiosos, primeras ediciones, libros dedicados, para los que adivinen de quién se trata.

Pero da igual de qué vaya el Fractal porque no contiene más argumento que el de la lectura misma como fin supremo y la acción de ese dios resbaladizo, el tiempo, que se desliza inexorable hacia nuestra salvación y condena. Y eso es todo y por eso los pasos, los infinitos pasos de los 24 tomos, sólo conducen al placer y a la perdición.

La prosa de Trapiello es de las mejores de España y tiene como guía magistral a Cervantes, sobre el que ha escrito ensayos, novelas y una sensacional traducción del Quijote que ha tenido un éxito loco porque no es sino una puesta al día de aquella añorada colección de Menéndez Pidal que pretendía «verter añejo vino en odres nuevos» y que no entiendo por qué no la resucita la editorial Castalia.

En todo caso, el año empezó esta vez en junio, tras una incesante lluvia ácida de elecciones a todo tipo de poderes, y viene como un regalo de verano para leerlo en una hamaca, tumbona, balancín, diván y en mil lugares bien sombreados, pero no en la playa, por favor: el sol hace mucho daño al papel y la arena acaba por cegar los ojos del lector. Este volumen hay que leerlo a la sombra y, a poder ser, con un vino blanco en el cubo de los hielos.

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