La ambición de Tadej Pogacar no conoce límites y, tras una última temporada de ensueño, el astro esloveno parece decidido a ejecutar una obra aún mayor en la actual. Después de conquistar la Strade Bianche, el Tour de Flandes y la Flecha Valona, … y también de verse humanizado en la Milán-San Remo y en la París Roubaix, el corredor de UAE se llevó con una superioridad abrumadora, casi mesiánica, la Lieja-Bastoña-Lieja, clásica belga que finiquitó con un ataque a 30 kilómetros de la línea de meta que nadie fue capaz de contestar. La soledad fue su única compañía hasta que logró un nuevo y gigante triunfo.
Tras más de 200 kilómetros y cinco horas de pedaleo, era una incógnita qué depararía el desenlace de la clásica belga Lieja-Bastoña-Lieja. Se sucedían los puertos y los coquetos núcleos urbanos, pero el pelotón parecía cansado, estaba bien agrupado y nadie prendía la mecha. Pogacar y Evenepoel, grandes favoritos tras repartirse las últimas cuatro ediciones, se mantenían agazapados en la hierba alta, bien arropados por sus gregarios, a la espera de abalanzarse sobre sus presas y presentar candidatura para llevarse la icónica prueba.
El ascenso a La Redoute aparecía en el horizonte como una oportunidad perfecta para desenvainar las espadas. Fue Pogacar, rodeado de compañeros del UAE, el que comenzó a apretar, embutido el esloveno en el maillot arcoíris y con las malas intenciones que suele presentar en las grandes citas. De la nada, salió disparado, hizo invisible la asfixiante pendiente que destrozaba al resto de candidatos y se fue directo a por la victoria con un movimiento simplemente legendario.
A Evenepoel ni se le esperaba y era el británico Pidcock, genial su estado de forma en estos primeros meses de temporada, el único que se esforzaba en dar caza al balcánico. El irlandés Healy se sumó a la partida, enzarzados los isleños mientras Pogacar ya poseía una ventaja de 19 segundos. Alaphilippe también parecía colocarse en buena posición, pese a que la única realidad era que Pogacar, un llanero solitario en las explanadas del corazón de Bélgica, estaba decidido a engordar su ya de por sí gigante palmarés.
Era hipnótico ver al de Komenda deslizarse por el asfalto, seguro en la bajada, ambicioso en llano. Su ventaja no para de aumentar mientras Evenepoel, en una de sus plazas predilectas, estaba a casi un minuto y medio de distancia, lo que lo descartaba por completo incluso del podio. Los aficionados disfrutaban al paso de Pogacar, que, tras llegar a Lieja, confirmó que este 2025 aspira a desplegar una dictadura quizás nunca vista en el ciclismo.