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Cuidado! Por muchas ganas que tengamos de vacaciones estivales y por más que las veamos como el oasis donde librarnos del estrés del día a día y desconectar, el verano también pone a prueba nuestra salud mental. Puede resultar extraño, pero el incremento de las temperaturas unido a la sequía y la contaminación trae de la mano un aumento de las visitas médicas por trastornos como la depresión y la ansiedad, tal como ha puesto de manifiesto recientemente la doctora Montserrat Royo en el Congreso de la Sociedad Catalana de Medicina Familiar y Comunitaria (CAMFiC). De hecho, normalmente después de las vacaciones de verano y cuando empieza de nuevo el curso escolar se nota un repunte de pacientes en las consultas de los psicólogos.
«Los factores externos influyen mucho en el bienestar psicológico, éste no depende sólo de la forma de pensar de la persona, de su actitud. Nuestra red de apoyo y nuestra economía, por ejemplo, son determinantes, y justo en verano hay unas circunstancias que juegan en contra», asegura José Álvaro Genero Picazo, psicólogo clínico de la consulta Despertares. «Que puedas pagar o no que tu hijo vaya 15 días de campamento por supuesto que va a afectar a tu bienestar emocional, porque condicionará que puedas descansar más o menos», afirma.
Una época de movilización emocional
Más allá de que el calor de las noches tórridas afecte de forma directa a la calidad de nuestro sueño, lo que repercute de manera directa en nuestro bienestar emocional, algunos de los síntomas que provocan las altas temperaturas pueden confundirse con los de la ansiedad. Como ejemplo, «la hipotensión típica que se produce cuando sales a la calle y el calor te hace sentir ahogo y opresión, ésa es muy fácil confundirla, lo vemos mucho en clínica, en personas con las que estamos trabajando conductas ansiosas y que pegan un pequeño bajón en estas fechas porque confunden los síntomas», apunta José Álvaro Genero Picazo.
Está claro que el verano puede ir acompañado de una gran movilización emocional para las mujeres. Por un lado, «la mayor exposición a la luz solar puede incrementar los niveles de serotonina, mejorando el estado de ánimo y reduciendo los síntomas de depresión estacional. Además, es común realizar más actividades al aire libre, lo que libera endorfinas y reduce el estrés», afirman desde la plataforma Unobravo, pero al mismo tiempo «el cambio de rutinas y la presión social para disfrutar al máximo pueden generar ansiedad», explica su equipo de psicólogos, especialmente a quienes prefieren «la estructura».
Son las dos caras de la moneda; el buen tiempo «ofrece más oportunidades para la socialización, lo que puede mejorar el bienestar emocional debido a la sensación de apoyo social, pero a la vez trae consigo la presión de sentirse bien y divertirse a todo coste, sin hablar de la posible experimentación del miedo a estar ausente, el FOMO por sus singlas en inglés (Fear of Missing Out), o las inseguridades sobre el propio aspecto físico», explican los psicólogos de Unobravo.
Aunque depende mucho de nuestras circunstancias, insiste José Álvaro Genero, lo cierto es que el verano en sí mismo proporciona una buena dosis de «factores estresantes, entre otros la temperatura y los de índole económica, porque no es lo mismo viajar a un sitio sin un calor agobiante que estar en una casa sin aire acondicionado», dice el experto.
Nuestra salud mental dependerá, en definitiva, de que sigamos teniendo acceso a las actividades gratificantes que disfrutamos habitualmente durante todo el año y de que no se trunquen nuestras expectativas de otras nuevas, «con respecto a lo que será nuestro tiempo libre en vacaciones», añade Genero Picazo. «Trabajar y lo que implica -madrugar, presión, etc- suele ser un estímulo negativo, así que es normal pensar que al no tenerlo todo va a ir bien. Pesamos que tendremos tiempo de salir, de leer y de hacer un montón de planes que tenemos aparcados, pero a veces no ocurre así, y eso genera mucha ansiedad y alarma psicológica, en el sentido de ‘solo tengo estos días libres y no los estoy aprovechando lo suficiente'».
Es el «miedo a perderse algo», dicen desde Unobravo. Es fácil «sentir la presión de participar en todas las actividades y eventos posibles. Especialmente para aquellos que manejan múltiples responsabilidades o para las personas introvertidas que prefieren menos interacción social puede resultar abrumadora».
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Cómo impacta el verano en la salud mental de las mujeres
En esto, como en casi todo, ser mujer implica un factor diferencial: emocionalmente a nosotras nos afecta más el verano. «Primero, por el cambio de rutina y roles. Las responsabilidades familiares y domésticas recaen en mayor medida sobre las mujeres y con las vacaciones escolares aumenta la carga de cuidado infantil y la planificación de actividades familiares, lo que puede aumentar el estrés y la fatiga», aseguran los psicólogos de Unobravo. «Imagina una madre que debe estar con sus hijos en casa y tiene que renunciar a su propio tiempo libre; evidentemente, no es bueno para su bienestar emocional», añade Genero Picazo.
Tampoco ayuda la presión social sobre la imagen y nuestro cuerpo, que puede generar «ansiedad y problemas de autoestima relacionados con la apariencia física», sostienen desde Unobravo, y llevarnos a «conductas compensatorias, dietas muy estrictas, un exceso de ejercicio físico e incluso a pensamientos obsesivos sobre qué tipo de ropa me pongo», apunta José Álvaro Genero, «las mujeres tienen más presión en este tema, por la cultura machista que todavía tenemos y que lo impregna todo».
Señales de alarma
¿Cuáles son los síntomas que deben alertarnos de que el verano nos está pasando factura? «Sentirse más irritable o tener cambios de humor frecuentes puede ser signos de que el estrés del verano está afectando nuestro bienestar emocional», responden los psicólogos de Unobravo. Que los sentimientos de ansiedad no disminuyan y se relacionen con la presión de participar en actividades, el calor extremo o las interrupciones en la rutina, también son señales de alarma, igual que «tener problemas para conciliar el sueño o mantenerlo, despertarse muy temprano y sentirse constantemente cansado o somnoliento durante el día, a pesar de haber descansado».
Lo primero que notamos, explica también Genero Picazo, es el «desgaste emocional, la apatía y las pocas ganas de hacer cosas». También juega un papel importante la «frustración, que llega cuando no hacemos los planes que teníamos pensados o estos no salen como deseábamos. A veces puedo sentir una una especie de tristeza, que no sé de dónde viene, aunque realmente responde a una mala planificación del verano».
Junto a la tristeza, desde Unobravo destacan la desesperanza y la falta de interés en actividades que normalmente sí se disfrutan. «Reconocer estas señales nos ayudará a tomar medidas proactivas para mitigar los efectos negativos del verano en nuestra salud mental, pero si los síntomas persisten o se vuelven abrumadores, es importante buscar ayuda profesional», recomiendan los psicólogos de Unobravo.
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Buscando la desconexión
«Existe una expectativa cultural de que el verano debe ser una época de diversión, relajación y aventuras que resulta estresante y agotadora, a la que contribuyen las imágenes idealizadas que se muestran en las redes sociales y en los medios de comunicación y que crean expectativas poco realistas sobre cómo debería ser el verano. Compararse con estas imágenes genera sentimientos de insuficiencia y ansiedad«, aseguran desde Unobravo.
En este sentido, la desconexión digital ayuda, aunque no tanto, porque «puede tener tanto efectos positivos como negativos. Entre los primeros, la mejora del sueño al disminuir el tiempo frente a pantallas, especialmente antes de dormir; el fomento de la atención plena que permite disfrutar más de las actividades y experiencias del verano y la posibilidad de abrir más oportunidades para la interacción cara a cara, fortaleciendo las relaciones personales y el apoyo social», explican. La cara b implica el aislamiento social de quienes viven solos o en áreas aisladas.
En cualquier caso, «seguir conectado al trabajo en vacaciones es superdisfuncional y se relaciona con problemas psicológico porque nos genera mucho nivel de estrés», añade José Álvaro Genero.
Cómo tener buena salud mental en verano
Mantener un equilibrio saludable y practicar el autocuidado marca la diferencia en cómo nos afecta el verano. A modo preventivo, el equipo de psicólogos de Unobravo ha elaborado una pequeña lista de consejos y estrategias para tener una buena salud mental en verano.
- Mantener una rutina incluso durante el periodo estival. Tener hábitos regulares puede infundir una sensación de estabilidad y ayuda a reducir el malestar.
- Evitar las comparaciones y tratar de cumplir con los ideales sociales de lo que debe ser un cuerpo perfecto.
- Establecer expectativas realistas. No anticipar de forma ideal cómo debería ser el propio verano permite vivir experiencias con mayor satisfacción personal.
- Seguir nuestro propio ritmo, incluso a la hora de elegir las vacaciones. Es fundamental respetar las preferencias personales y optar por destinos y actividades acordes con las necesidades y deseos reales de cada uno.
- Dedicarse tiempo, es decir, reservar espacios para uno mismo y las actividades que nos gustan: leer un libro, escuchar música, dar un paseo por la naturaleza…, tomarse momentos para descansar ayuda a reducir el estrés y a restablecer el equilibrio interior.
- Disfrutar del presente. Incluso bajo la sombrilla de la playa pueden asomarse preocupaciones relacionadas con las responsabilidades cotidianas que impidan disfrutar plenamente del presente. Es importante aprender a darse permiso para vivir el ahora.
- Desconectar y aprovechar las vacaciones de verano para limitar el uso de dispositivos digitales es muy beneficioso ya que permite reducir el estrés asociado a las responsabilidades profesionales y ayuda a relajarse y recargar las pilas.