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Sus menstruaciones son irregulares: a veces pasan meses sin que llegue la regla, otras veces aparece sin previo aviso. Preocupada, decide acudir al ginecólogo en busca de respuestas. Durante la ecografía, el médico observa que sus ovarios están un poco más grandes de lo normal y presentan múltiples bultitos en la periferia, llamados folículos. Con esta imagen y la historia de ciclos menstruales irregulares, recibe el diagnóstico: síndrome de ovario poliquístico (SOP). ¿Solución? Tomar la píldora anticonceptiva. ¿Realidad? Probablemente no tenga SOP ni necesite terapia hormonal.
Tener ovarios poliquísticos no es equivalente a desarrollar la enfermedad. El primero, en realidad, es una condición anatómica. El segundo, un trastorno endocrino-metabólico. «Que en una ecografía se observen múltiples folículos en los ovarios no significa necesariamente que haya un desequilibrio hormonal», advierte Xusa Sanz, enfermera y dietista-nutricionista clínica especializada en endocrinología ginecológica y metabolismo.
«En mi consulta, muchas veces atiendo a mujeres que han perdido la menstruación tras hacer cambios en el estilo de vida. Están siguiendo una restricción calórica, entrenan en ayunas o están sometidas a mucho estrés. Les hacen una ecografía, observan que los ovarios tienen una apariencia poliquística y, como además tienen ciclos irregulares porque la regla les baja cada tres o seis meses, salen con un diagnóstico de síndrome de ovario poliquístico. Pero esto no es un SOP, esto es una transición hacia una amenorrea hipotalámica funcional«, detalla.
Las mujeres con SOP, además de presentar las típicas irregularidades menstruales, pueden experimentar un exceso de vello corporal (hiperandrogenismo), brotes de acné persistente, caída de cabello o resistencia a la insulina. Síntomas bioquímicos que requieren un tratamiento multidisciplinar.
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¿CÓMO SE DIAGNOSTICA UN SOP?
Para diagnosticar este síndrome, tal y como detalla Sanz, se utilizan los criterios de Rotterdam. Según esta guía, deben cumplirse al menos dos de los siguientes tres parámetros: ciclos menstruales irregulares o ausencia de ovulación (anovulación); signos de hiperandrogenismo, ya sea clínico (acné, exceso de vello, caída de cabello) o confirmado mediante análisis; y ovarios con aspecto poliquístico observados por ecografía. A partir de estas combinaciones, se definen cuatro fenotipos distintos.
El fenotipo A cumple con los tres criterios y es el más clásico. El fenotipo B presenta ciclos irregulares y signos de hiperandrogenismo, pero sin ovarios de aspecto poliquístico. El fenotipo C tiene ovarios poliquísticos e hiperandrogenismo. Por último, el fenotipo D presenta ovarios de aspecto poliquístico y anovulación, pero sin hiperandrogenismo.Este último sigue siendo motivo de debate dentro de la comunidad científica.
«El fenotipo D es un síndrome sin hiperandrogenismo. La cuestión es: o tenemos andrógenos o no los tenemos, ¿no? Tener un fenotipo sin andrógenos es algo que la comunidad científica todavía tiene en debate. Probablemente este fenotipo, con el tiempo, desaparezca o le cambien el nombre al síndrome. No sabemos qué va a pasar, pero lo cierto es que el fenotipo D perfectamente podría no ser un SOP«, matiza.
RESISTENCIA A LA INSULINA
Sean del fenotipo que sean, en el 80% de los casos, las pacientes presentan resistencia a la insulina. En el cuerpo, esto puede manifestarse de varias formas: aumento de la grasa abdominal, dificultad para perder peso a pesar de los esfuerzos, cansancio constante o antojos frecuentes de carbohidratos o azúcar.
«Por ello, muchas de las mujeres tienen problemas con su imagen corporal y su salud mental se ve afectada. Primero, por la percepción negativa que pueden tener de sí mismas, pero también porque los niveles hormonales alterados impactan en el eje adrenal, aumentan el cortisol y eso lo complica todo aún más», señala la experta.
A la larga, además, pueden desarrollar enfermedades cardiovasculares, diabetes, ansiedad o depresión. «Si seguimos viendo el síndrome solo como un problema ginecológico, nos estamos quedando muy cortos. Es un síndrome que requiere una visión mucho más amplia«, recalca.
Para el abordaje terapéutico no se necesitan fármacos, sino un cambio en el estilo de vida. «Por desgracia, vivimos en una sociedad, y especialmente en el ámbito médico, donde se recurre rápidamente a los medicamentos. Si vas al endocrino, probablemente te receten metformina; si vas al ginecólogo, te indican una píldora anticonceptiva», lamenta.
EL SENTIMIENTO DE CULPABILIDAD
«A veces la divulgación que se hace es muy culpabilizadora hacia la persona. ‘Tienes SOP porque te da la gana. Cambia tu estilo de vida.’ Perdona, no es así: es una condición, y luego es verdad que una misma puede hacer cosas para mejorar o empeorar. La culpa solo lleva a una rueda de restricción alimentaria», señala.
Ante esta situación, Sanz recomienda rodearse de buenos profesionales, sin prejuicios ni sesgos de ningún tipo. «El síndrome se puede manejar de muchas maneras, y cada caso es un mundo. Nadie debe compararse con nadie, porque cada cuadro es distinto y totalmente individual. Al final, lo más importante es ser flexibles, conocerse bien y estar bien acompañadas», remacha.