Mordidas, cocaína, capos, blanqueo, prostíbulos, chivatazos, yates, ferraris, armas, maletines… Todas esas palabras volaron como misiles malolientes este miércoles sobre el hemiciclo del Congreso, en lo que por momentos se asemejó a un cruce entre una novela negra y la saga de Torrente. El y tú más, ese clásico de la política española cada vez que se aborda la corrupción, vivió un verdadero festival en la sesión de control al Gobierno. Los dos principales partidos se enlodaron en una batalla donde no quedó ni un resto de basura sin arrojarse. A la imparable ofensiva del PP a propósito del caso Koldo, los socialistas retrucaron con las últimas revelaciones sobre el cobro millonario de comisiones por la venta de mascarillas y el fraude fiscal del novio de la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso. Y por ahí Pedro Sánchez se lanzó al cuello de Alberto Núñez Feijóo. Por tres veces le exigió que pida a Ayuso su dimisión “aunque le cueste el puesto como a [Pablo] Casado”.
Sin arredrarse por las últimas y embarazosas revelaciones de eldiario.es sobre la pareja de Ayuso, el PP desató una nueva tormenta de acusaciones por el caso Koldo, algunas basadas en las investigaciones judiciales y otras en puras conjeturas. Fue un imparable crescendo, que comenzó con el propio Feijóo, pasó por estaciones intermedias como la afirmación de su portavoz parlamentario, Miguel Tellado, de que el ministro del Interior “destruye pruebas”, y culminó con la sentencia de una diputada que se estrenaba en estas lides, Mirian Guardiola: “Este es el Gobierno más corrupto de la historia democrática de España”.
Feijóo abrió la sesión como la vez anterior: acusando al presidente de “saber y tapar” que Koldo García, exasesor de José Luis Ábalos en el Ministerio de Transportes, cobró comisiones ilegales por la compra de mascarillas en lo peor de la pandemia. ¿En qué se basaba el líder del PP? En el “silencio cómplice” de Sánchez. Por momentos, Feijóo se mostró taxativo en sus acusaciones, incluso de las que no existe constancia, como cuando afirmó que el presidente “está siendo investigado”. Y en otras, en cambio, se cuidó de anteponer un “probablemente” antes de descargar una nueva imputación. “Su futuro está amenazado por la corrupción”, proclamó.
Sánchez ya había vivido una sesión de control la víspera en el Senado y entonces se guardó de utilizar la denuncia de la Fiscalía contra la pareja de Ayuso para desviar las incesantes acusaciones del PP. Se lo había reservado como bala de plata para el duelo con Feijóo. El líder socialista recordó que hace un año los populares reclamaron la dimisión de la anterior directora general de la Guardia Civil, María Gámez, por la imputación de su marido en una causa que finalmente acabó anulada por un defecto formal. Y ahí le lanzó el reto: que exija a Ayuso su dimisión, subrayando que fue eso lo que costó el cargo a Casado tras denunciar el anterior líder del PP que el hermano de la presidenta había cobrado comisiones por la venta de mascarillas al Gobierno madrileño.
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Feijóo replicó citando sin citar a la esposa del presidente, Begoña Gómez, señalada en algunas informaciones por su relación profesional con Globalia, la compañía turística rescatada por el Gobierno de su marido. Sonó a medio camino entre una recriminación y una advertencia: “Ha cometido un gravísimo error, seguro que en su casa no estarán muy contentos”. Y, como si hasta entonces todo hubiese sido un plácido intercambio de pareceres, culminó: “Allá usted. Es el responsable de subir el tono”.
El líder socialista no se arredró y desempolvó la otra carga de profundidad que traía preparada: la vieja amistad de Feijóo, cuando era alto cargo de la Xunta, con el capo gallego Marcial Dorado. No era la primera vez que Sánchez utilizaba el asunto contra el líder de la oposición, pero nunca había sido tan exhaustivo al extenderse en citar viajes y otros pormenores de esa relación. Todo para concluir con una lección de ejemplaridad: “Con ese historial usted ha podido escalar a lo más alto de su partido. En el mío no hubiese llegado ni a concejal de pueblo”.
Tras Feijóo, llegó Santiago Abascal, también a vueltas con la corrupción. El líder de Vox lo tenía difícil para subir el listón, pero lo intentó: “Usted es el capo de la trama de corrupción. Gobierna con delincuentes, criminales y enemigos de España de toda condición”. Sánchez respondió más relajado que con Feijóo, aunque sin abandonar el y tú más: le restregó los siete millones de euros transferidos desde las cuentas de Vox a una fundación que preside el propio Abascal.
Volvió el PP con Cuca Gamarra, quien, pese a que preguntaba a la vicepresidenta primera, María Jesús Montero, comenzó dirigiéndose a Sánchez con esta retahíla: “Coca, mordidas, prostíbulos, saunas… Eso es Tito Berni [exdiputado socialista implicado en otro caso] y eso es Koldo, ese es el GPS del coche que le llevó a La Moncloa”. Montero, como era de esperar, tiró de Ayuso. Y luego, ante otro popular, Juan Bravo, de la gestión de este como consejero de la Junta de Andalucía. Bravo se había lanzado afirmando que “cuando peor le va a los españoles, mejor le va a ustedes” y que, en los momentos más dramáticos de la pandemia, los socialistas “se dedicaban a robar”.
Por primera vez en muchas semanas, el PP volvió a preguntar a la vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz. Lo hizo Tellado, quien, sin embargo, echó por delante que en realidad la pregunta no iba dirigida a ella, sino, una vez más, a denunciar la ignominiosa corrupción socialista. La también líder de Sumar intentó no chapotear en el lodo. “No voy a contribuir a este espectáculo”, prometió. Díaz dejó algún pellizco para sus socios del PSOE y advirtió de que un carrusel de acusaciones sobre corrupción como el que se estaba produciendo “erosiona la democracia”. Intentó llevar el debate a un terreno más constructivo al proponer la creación de un organismo independiente que prevenga la corrupción.
Fue solo un interludio antes de retornar al barro. Los diputados iban soltando cada uno su ración, sin que faltasen los ya rutinarios ataques de los populares a la presidenta de la Cámara, Francina Armengol. Daba igual el tema de cada pregunta. Incluso cuando un joven diputado del PP, Miguel Ángel Sastre, sin dejar de citar la corrupción, se interesó por las políticas de vivienda, la ministra del ramo, Isabel Rodríguez, le contestó aludiendo al piso adquirido en Madrid por la pareja de Ayuso: “A lo que no me puedo comprometer es a que cada español pueda acceder a un piso de un millón de euros en Chamberí”. Y así durante hora y media.
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