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Durante años, hablar de emprender en las aulas parecía un contrasentido: asunto de despachos y corbatas, de economía de mercado, de pelotazos empresariales. Pero algo ha cambiado. Algunos centros educativos han empezado a formar creadores de ideas, solucionadores de problemas, pequeños estrategas que aprenden a presentar un plan de negocio. El emprendimiento se alza como bandera pedagógica frente a la rigidez del sistema, aunque con el riesgo de quedarse en un nuevo mantra. En un mundo donde el autoempleo, las empresas emergentes o el trabajo autónomo podrían ser la norma, la educación emprendedora irrumpe con fuerza planteando interrogantes. ¿Se trata de formar empresarios o de activar el pensamiento crítico? ¿De enseñar a construir o solo a competir? Y en medio de ese debate, hay aulas que ya se mueven: donde se emprende para repensar el reciclaje, diseñar un videojuego o mejorar el barrio.
En la evolución educativa, el profesorado se reivindica como motor de cambio. “Emprender es el impulso por transformar lo que no funciona. El docente debe ser un facilitador del aprendizaje para activar ese espíritu emprendedor en el aula como una competencia estratégica para el siglo XXI y no una moda”, recuerda María Ripollés, profesora de la Universitat Jaume I de Castelló, con una amplia trayectoria en el desarrollo de competencias emprendedoras en el ámbito universitario.
Sin embargo, la especialista apunta a la falta de formación específica del profesorado, una carencia a la que se suman otras barreras: “Sigue vigente la idea de que el emprendimiento pertenece al mundo empresarial. Eso dificulta su integración en los niveles obligatorios, donde además el currículo está saturado y las metodologías tradicionales impiden enfoques experienciales”.
“No se trata solo de montar un negocio. Queremos que nuestros alumnos sean capaces de adaptarse, crear, liderar y transformar su entorno”, Rosma Yagüe, Las Colinas School
No igual para todos los niveles
Lejos de fabricar empresarios, el emprendimiento estimula una forma de pensar creativa y crítica orientada a la acción. Para Ripollés, en Primaria y Secundaria debe despertarse la iniciativa, la resolución de problemas y las ideas disruptivas, “hay que potenciar ideas locas, sin límites, que después se puedan refinar”, pero advierte sobre la tentación de aplicar una propuesta homogénea a todos los niveles educativos.

“Hay que distinguir entre lo que puede trabajarse en Primaria y lo que debe abordarse en Bachillerato, como la gestión de proyectos o el liderazgo. Incluir contenidos técnicos como formas jurídicas en etapas tempranas puede ser contraproducente. Desvía el foco de lo esencial”, sugiere la experta.
La receta para mejorar la cocina pedagógica es posible. Ripollés se reconoce partidaria de integrar el emprendimiento de forma transversal en asignaturas como ciencias, lengua, arte o tecnología, y reservar espacios específicos como proyectos u optativas donde aplicar metodologías como el espacio colaborativo Ideaspace o la técnica de generación de ideas SCAMPER.
Emprender desde Infantil
De momento, la experiencia se da con más frecuencia en la enseñanza privada. En Las Colinas School, en El Real de Gandia, donde el emprendimiento se infunde desde Infantil a Bachillerato con el programa de Desarrollo de Soft Skills, los más pequeños desarrollan capacidades como la resiliencia, el liderazgo positivo o la gestión del fracaso, a través de dinámicas adaptadas a su edad. “No se trata solo de montar un negocio. Queremos que nuestros alumnos sean capaces de adaptarse, crear, liderar y transformar su entorno”, sostiene Rosma Yagüe, directora pedagógica de ESO y Bachillerato.
“Emprender es el impulso por transformar lo que no funciona. El docente debe ser un facilitador del aprendizaje para activar ese espíritu emprendedor en el aula como una competencia estratégica para el siglo XXI y no una moda”, María Ripollés, Universitat Jaume I
En Primaria se explora el concepto de negocio: los alumnos imaginan qué empresa montarían, diseñan logos, analizan la competencia y elaboran presupuestos con un enfoque lúdico y realista. “En ESO y Bachillerato, este aprendizaje se canaliza en propuestas reales que culminan en experiencias”, señala Yagüe.
Este curso, el centro ha participado por primera vez en la MBA League Valencia, una competición que simula un entorno empresarial real en la que los estudiantes han creado sus startups, han desarrollado aplicaciones móviles y han defendido sus modelos de negocio ante un jurado. La experiencia fue tan motivadora que el colegio tuvo que organizar una liga interna previa. Para este reto han contado con el apoyo de docentes de ESIC University o Berti Barber, directora de Marketing en Teika, que actuaron como mentores de los equipos. “Ver a los alumnos de Bachillerato presentar sus proyectos con solvencia y creatividad como si fueran una startup real es el colofón a años de trabajo desde Infantil”, apunta Yagüe.
Dificultades para cerrar el círculo
En las aulas del IES El Saler, al sur de València, también se busca que el alumnado aprenda a proponer soluciones, a trabajar en equipo, a enfrentarse a la vida, describe Víctor Luna, coordinador del programa Empren en el centro. Este instituto impulsa desde hace cuatro años la competencia emprendedora a través de asignaturas como Economía y Emprendimiento (4º de ESO), Empresa y Diseño de Modelos de Negocio (2º de Bachillerato) o Gestión de Proyectos de Emprendimiento, en las que el alumnado se enfrenta a retos reales.
“Presentamos los proyectos a concursos reales, donde deben respetar plazos, defender sus ideas y aceptar críticas. Es una escuela de realidad”, Víctor Luna, IES El Saler
“Me posiciono como un “consultor/asesor” que guía a los equipos de alumnos en el desarrollo de un proyecto empresarial real”, explica Luna. La dinámica se centra en que los estudiantes identifiquen oportunidades, analicen tendencias de mercado, diseñen planes de negocio, desarrollen herramientas digitales y, sobre todo, aprendan a trabajar juntos. “Presentamos los proyectos a concursos reales, donde deben respetar plazos, defender sus ideas y aceptar críticas. Es una escuela de realidad”, apunta. Uno de los mayores hitos del centro ha sido este año la organización del I Concurso de Emprendimiento Sostenible IES El Saler, con más de 60 proyectos de más de una veintena de centros de la Comunitat Valenciana.
El centro ha conseguido diversos reconocimientos. Hace unos años, un grupo de alumnas de Bachillerato fue premiado por un proyecto de reciclaje de cápsulas de café. No pudieron llevarlo a cabo, pero tiempo después vieron cómo otras empresas lanzaban ideas similares. Otro proyecto sobre una app de reciclaje ganó un evento autonómico, los alumnos intentaron ponerlo en marcha, pero no supieron cómo hacerlo y desistieron, aunque anticiparon las aplicaciones que hoy están integradas en los contenedores inteligentes de la ciudad.
“Los ejemplos reflejan el potencial creativo de los alumnos, pero también la necesidad de conectar la formación con el ecosistema emprendedor real. Una vez acaban sus estudios, muchos no saben cómo seguir. Nos falta cerrar el círculo”, incide el profesor.
No solo un privilegio privado
En otro extremo del espectro educativo, en ESAT Valencia, el emprendimiento no es un añadido curricular, sino el eje de una pedagogía que forma creadores con visión empresarial y global. “En el desarrollo de videojuegos, donde el 90% de los estudios son pequeños e independientes, formar en emprendimiento es una necesidad”, resume su director, Jaime Torres.
“No formamos técnicos, sino creadores con mentalidad de empresa”, Jaime Torres, ESAT Valencia
El centro, reconocido como la mejor escuela de videojuegos de España y sexta del mundo, integra el emprendimiento en todas sus titulaciones: desde Art & Design hasta Cloud Computing. La apuesta se materializa en el ILab, un espacio híbrido entre incubadora, aceleradora y laboratorio de innovación. Allí, los estudiantes no solo crean prototipos técnicamente sólidos, sino que los trabajan como proyectos reales con acompañamiento experto en viabilidad económica, marketing, derecho digital y estrategia. “No formamos técnicos, sino creadores con mentalidad de empresa”, recalca el director de la escuela.
En el último curso, los alumnos colaboran en entornos que simulan estudios profesionales, asumiendo todo el ciclo de vida de un producto, desde el diseño hasta la publicación. Algunos proyectos no se quedan en prototipos: acaban convertidos en videojuegos comerciales o estudios independientes. De hecho, el centro ha ganado prestigio internacional con hitos como la victoria en la Game Development World Championship de 2022, compitiendo con universidades estadounidenses, y destaca por sus colaboraciones con centros de FP como FEMPA, de Alicante.
“El emprendimiento no puede ser un privilegio del entorno privado. Fomentarlo desde lo público es clave para democratizar la innovación y generar impacto real en la sociedad”, añade Torres.
CIPFP Mislata, donde emprender es una cultura de centro
En el CIPFP Mislata, Centro de Excelencia Nacional en Ciberseguridad, se respira emprendimiento en cada rincón. Desde 2021, el plan ‘Empren FP Mislata: Empren FP Mislata: emprender para transformar’ ha convertido esta competencia en una cultura viva que atraviesa todos sus ciclos formativos. “Si queremos formar a los profesionales del futuro, tenemos que anticiparnos. Y eso también es emprender”, afirma Eva Nevot, coordinadora del programa.
Con un equipo docente implicado, el centro ha tejido una red de formación, mentoría y alianzas con el tejido empresarial valenciano. Su Concurso a la Mejor Idea Emprendedora es el corazón del proyecto: cuatro meses de trabajo real, con presentaciones ante jurado, plazos estrictos y propuestas que no se quedan en el papel. Algunos proyectos han dejado huella: una alumna diseñó un albergue turístico inclusivo inspirado en su historia personal; otro grupo creó PADEL IA Analytics, con inteligencia artificial para deportistas. “Se trata de formar personas que aporten valor al entorno, tanto si crean su propio proyecto como si trabajan por cuenta ajena”, observa Nevot.
En la línea de la innovación abierta, el siguiente paso del centro se llama MislaHub, un espacio donde los retos de las pymes se cruzarán con las ideas de quienes aún están en el aula.