Como seguramente saben ustedes, el tristemente célebre gángster Al Capone, que fue asesino y jefe de una organización de malhechores, extorsionador, atracador, traficante de sustancias prohibidas, proxeneta, secuestrador… no fue nunca condenado por ninguno de estos graves crímenes. Acabó en la prisión de Alcatraz, desde luego, pero por evasión de impuestos, el más comparativamente leve de sus innumerables delitos. No era conocido ni temido por sus trapicheos con Hacienda, sino por atentados mucho peores contra las leyes humanas, y me atrevo a decir que divinas. Los más pragmáticos dirán que bien está lo que bien acaba y que a fin de cuentas lo importante es que Capone fuese puesto fuera de la circulación y a buen recaudo. Estoy de acuerdo sólo a medias… San Pablo predicaba de Jehová la justiciera virtud de la prosopolepsia, es decir, que nunca confunde a ninguna de sus criaturas con su máscara social. Para Jehová, un asesino es un asesino, no un defraudador de Hacienda. Ante el tribunal definitivo, de poco servirá tener como abogado un rábula o el más hábil de su gremio, porque el juez no se dejará engañar. La máscara se desvanecerá y tendremos nuestro rostro inapelable ante Quien nos lo dio. Caramba, prefiero dejarlo porque me estoy asustando…
A lo que iba. No pretendo ni mucho menos compartir la perfección moral del Juez Supremo ni tampoco el insobornable tino de sus sentencias: mea culpa, ya no soy de izquierdas. Pero aún me subleva que un delincuente empedernido no sea castigado por sus verdaderos atropellos, sino por haber sisado la propina a un acomodador. Por supuesto, me alegro junto a tanta gente decente a mi alrededor de que la catadura moral y política del sanchismo parezca cada día más evidente, y que ya no haya quien atribuya su denuncia a conspiraciones de la fachosfera o a jueces manipuladores. De eso nada: sinvergüenzas y aprovechados conchabados con otros como ellos para aprovechar que el Mangante Número Uno les necesita a todos para mantenerse en el poder y protegerse de la aplicación de las leyes. Y los que aún lo dan todo por excusado para no facilitar el camino a la derecha ya no necesitan explicaciones políticas, sino una sesión de electrochoques.
Pero sin embargo, sigo protestando: me parece aún más escandaloso el estrepitoso escándalo ahora de algunos que los motivos que lo provocan. Vamos a ver: que Sánchez se ha rodeado de gente de poca moral y aún menos luces, a los que llamarles en el mejor de los casos incompetentes, resulta casi un elogio, es algo de lo que se deben haber dado cuenta ya todos los que no comparten esos defectos. ¿O es que no han oído hablar –y sobre todo, no han visto actuar– a los ministros del régimen y otros cargos principales? Que en esa banda inconfesable los que mejor puesto ocupan sean los peores es una conclusión puramente lógica. Y el que hace lo más porque le beneficia o le gusta, también hará sin darle mayor importancia lo menos. Si uno hace de cipayo de un desaprensivo que manipula el BOE y todas las convenciones legales, con más facilidad cobrará mordidas y se gastará lo malhabido en mujeres de virtud tan discutible como la suya (aunque siempre mejores que ellos, no hay putas profesionalmente serias que hayan aceptado un ministerio del felón).
Y en cuanto a los escandalizados de última hora… venga, señores y señoras, ustedes se han tragado la amnistía a los golpistas, la supresión del delito de malversación a conveniencia de los malversadores, la desigualdad fiscal de los españoles y de penas entre hombres y mujeres, la mitología transgénero para pervertir a la infancia, el apoyo de la gobernabilidad en los enemigos explícitos de la unidad del país, la imposición mendaz de la desmemoria sectaria de la historia, el arrinconamiento indecente del castellano allí dónde mandan los separatistas… ¡y encima Óscar Puente ministro de Transportes! Nada de eso les pareció escandaloso, pero ahora han oído unos golfos diciendo palabrotas y guarradas y eso ya sí que no. Se suben a una silla como quien ha visto un ratón, cuando hay tigres paseándose por la casa.
«Los más inocentes esperan que sus aliados abandonen a Sánchez, precisamente ahora, cuando está más en sus manos que nunca»
Por supuesto, el felón, con su caradura insuperable, dice que todo es culpa de la derecha que quiere desprestigiarle: por lo visto, es la derecha la que trajo putas a este mundo para que los socialistas fueran tras ellas, pagando con dinero público. ¡Qué decepción se ha llevado el virtuoso Sánchez! Lo comentará tristemente con Begoña mientras echan cuentas de los beneficios obtenidos con los burdeles del suegro. Y la brigada de información sincronizada respalda al presidente, que por lo visto no tiene culpa alguna de lo que hacen a su alrededor los sinvergüenzas nombrados por él. Si quieren saber lo que verdaderamente es putiferio, la bajeza de alma que las chicas de la calle no conocen, lean los «arrepentimientos» de El País, de la Ser, de La Sexta y por ahí todo seguido. Los más inocentes esperan que sus aliados abandonen a Sánchez, precisamente ahora, cuando está más en sus manos que nunca. Otegi se ha apresurado a pedir la independencia ya, para luchar mejor contra la corrupción. Y un editorial beatífico se asombraba de la «doble moral» del PNV. ¡Dos morales el PNV, quién lo iba a suponer, si ni siquiera sabíamos que tuviese una! Pero claro, por lo visto hay quien aún ignora que la mayor y más extendida corrupción –social, económica y moral– que padece España es el separatismo. ¿Y qué piensan ustedes de los votantes contumaces del PSOE, dónde me los dejan ustedes? Pues seguirán donde siempre, porque se enrollan que te cagas.