Un «gigante de la militancia», un «referente político», así hablaba Pedro Sánchez de Koldo García, en 2014, cuando el «guerrillero de grandes dimensiones físicas» aún era concejal en Huarte. Poco después, el vigilante jurado, portero de un club de alterne y condenado en 2011 por agredir a un menor, entraría a formar parte del círculo de confianza del PSOE, convirtiéndose en asesor de José Luis Ábalos y en su mejor vasallo; en el filtro del Ministerio, en el macarra del ministro, en el gran conseguidor hasta la destitución de Ábalos en 2021. Por el camino, una pandemia, un confinamiento, y cincuenta y cinco millones de euros de dinero público desviados a la empresa del escudero fiel que ahora guarda silencio, amparándose en que vale más por lo que calla que por lo que cuenta.El exiministro de Transportes dice estar sorprendido, «estupefacto» y «muy decepcionado» con su chicarrón del norte, y eso que ya le habían advertido desde dentro que eso de ir como «el rey del mambo» no estaba del todo bien y, mucho menos, eso de ir convocando reuniones y actuando en nombre del propio ministro. Ahora no sabe nada, como tampoco lo sabe el presidente del Gobierno, al que le ha faltado poco para decir que no conoce al que fuera su «chico para todo» en aquellas primarias de 2017 en las que Koldo veló armas con los avales, durante dos días y dos noches. Todo está en el ‘Manual de resistencia’ del presidente Sánchez, la lealtad y la fidelidad del aizkolari presuntamente mangante, que está salpicando a varios ministerios y a altos cargos del partido socialista. Porque lo grave no es que Koldo García hiciera de su capa un sayo, ni siquiera que intentara lucrarse de la peor crisis sanitaria de los últimos cien años. Lo peor, lo absolutamente despreciable es que un asesor de un ministerio crea tener impunidad para realizar estas actuaciones. «Es bochornoso» lo ocurrido, ha dicho Margarita Robles —de momento, es la sensatez de este Gobierno— que no ha dudado en calificar de escandaloso lo ocurrido y ha pedido que todo el peso de la ley caiga sobre quien tenga que caer. Y ojalá que así sea, y que nadie tenga dudas de que si hay un Koldo García es porque había un José Luis Ábalos que lo permitía y que tenía por encima a alguien que, a su vez, también miraba para otra parte y toleraba situaciones, cuanto menos, dudosas. Dice el refranero que «ni pidas a quién pidió, ni sirvas a quién sirvió» porque la picaresca española es mucho más que un género literario, y somos expertos en ver la paja en el ojo ajeno cuando llevamos toda la viguería puesta en los nuestros. Que siempre habla quien más tiene que callar, ya lo sabe, y en este país no solemos ser discretos. Para tener buenos asesores —vasallos, al fin y al cabo— hay que ser un buen señor. Y no vale con ser solo un gran aficionado al arte de Cúchares y a la bachata.
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Qué buen vasallo si tuviera buen señor>
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