Cuando Alejo Vidal-Quadras recibió un disparo en la cara en noviembre de 2023, su primer pensamiento fue «ha sido el régimen iraní». Meses después, a medida que las detenciones apuntaban a un tunecino, un marroquí y hasta un venezolano, Vidal-Quadras insistía: «Ha sido el régimen iraní». Y aun después de que «fuentes próximas a la investigación aseguraran a THE OBJECTIVE que la Policía Nacional había descartado casi por completo la autoría de Irán«, Vidal-Quadras ha insistido esta semana ante la Audiencia Nacional: «Ha sido el régimen iraní». Este mensaje repetido sin ningún matiz (desde que la pistola aún estaba humeante y no había pruebas de nada, hasta el momento actual en que hay varias líneas de investigación abiertas) delata que Vidal-Quadras no tiene tanto interés en la justicia o la verdad, como en difundir el mensaje anti-iraní al que ha dedicado buena parte de su carrera.
Pese a la condena que merece el Gobierno iraní en tantísimos aspectos y pese a la alegría que produce que Vidal-Quadras haya sobrevivido y se haya recuperado, la opinión pública española no debe permanecer callada ante la gira de Vidal-Quadras por todos los medios de comunicación difundiendo medias-verdades sobre la investigación de nuestras fuerzas de seguridad, así como sobre Irán y la oposición iraní. Aunque finalmente se descubriese que detrás del atentado estaba el mismísimo ayatolá Jamenei, a día de hoy Vidal-Quadras miente cuando afirma que Irán es el sospechoso único y evidente. Como señalan Gemma Saura (experta en política internacional) y Joaquín Vera (periodista de seguridad y terrorismo) en La Vanguardia, «la teoría de la autoría iraní resulta difícil de creer: un atentado contra un político europeo y en suelo europeo es una acción sin precedentes incluso para Irán, además de un riesgo enorme para eliminar a un político jubilado que ya no ocupa ningún cargo en una institución de peso».
Sabemos que Irán ha actuado en el extranjero contra disidentes iraníes (pero no contra occidentales). No es cosa extraña entre los países: son muchos los gobiernos que creen tener potestad sobre sus ciudadanos más allá de sus propias fronteras. Los servicios de inteligencia del Reino Unido espiaron en Francia a ciudadanos británicos conversos al islam o radicalizados y ordenaron matarlos con drones en Oriente Medio. También en suelo europeo han operado EEUU y la CIA, sometiendo a ciudadanos estadounidenses a interrogatorios en Polonia y Rumanía. Otro caso es el Mossad, capturando en Italia a disidentes israelíes como Alexander Yisrael o Mordechai Vanunu. Por no hablar de Turquía, espiando a disidentes turcos en Londres o eliminándolos en Kosovo.
Pese a lo condenable de estas acciones, seguramente muchos de esos disidentes no eran «hermanitas de la caridad». En el caso de Irán, algunas de sus presuntas víctimas eran terroristas de primer nivel, como Reza Samadi (muerto en Holanda en 2015, fue responsable de un atentado con 70 víctimas en Teherán en 1981) o Masoud Keshmiri (muerto en París en 2023, en 1981 mató ni más ni menos que al presidente y al primer ministro de Irán).
La cuestión es que este tipo de acciones por parte de Irán se concentraron en los 80s y 90s, en el periodo de gran turbulencia internacional que siguió a la Revolución Islámica. Ocurrían, además, en Alemania, Francia y Reino Unido, países hostiles al nuevo gobierno y donde se agrupaba en gran número la diáspora iraní, capaz de organizarse contra el régimen. Pero desde entonces no abundan en Europa este tipo de tramas con sospecha de intervención iraní. Mucho menos en España, país con escasa presencia iraní y cuyos gobiernos han sido más o menos neutrales respecto a Irán (neutralidad que Irán querría preservar y no poner en peligro estúpidamente).
Tampoco encaja la fecha: el atentado contra Vidal-Quadras se produce en 2023, un año en que Irán busca limpiar su nombre entre la opinión pública europea (especialmente después del caso Assadi, que se explicará unas líneas más abajo), llevarse bien con Occidente (llegando a liberar a 5 prisioneros estadounidenses), centrar sus recursos en la oposición interna que estaba sacudiendo Irán (y no en la externa, desconectada) y consolidar su tregua con Arabia Saudí (patrocinadora de los opositores iraníes que representa Vidal-Quadras, a quienes no tendrían interés en atacar para no provocar a los saudíes).
Alejo Vidal-Quadras cita torticeramente dos contra-ejemplos, para intentar sentar precedentes recientes de un ataque del Gobierno iraní contra mandatarios occidentales. El primero es de 2022: un miembro de la Guardia Revolucionaria de Irán (de bajo rango y sin instrucciones conocidas por parte del Gobierno iraní) planeó matar a John Bolton (consejero de seguridad nacional de EEUU). Pero el plan no era un atentado gratuito, sino una represalia por el asesinato a manos de EEUU del general iraní Qasem Soleimani. Y Vidal-Quadras ni ha matado a ningún general iraní ni es tampoco un consejero de seguridad de EEUU, sino un expolítico irrelevante desde 2014.
El otro contra-ejemplo sería el caso Assadi, mencionado unas líneas más arriba. Assadollah Assadi, diplomático iraní en Europa, fue acusado en 2018 de intentar atentar contra una reunión de opositores iraníes en Francia, a la que estaban invitados algunos políticos europeos y estadounidenses. Pero en realidad la idea de Assadi era atacar exclusivamente a los opositores iraníes y su bomba no tenía la capacidad de matar a más de 10 personas, siendo además imposible acercarla a los mandatarios occidentales, que estaban en un espacio de máxima seguridad. También se piensa que Assadi actuó por iniciativa propia y nunca se pudo demostrar que recibiese órdenes de su gobierno, cosa que sería extraña: el presidente iraní iba a visitar París en los siguientes días y estaba intentando ganarse el favor de los franceses en las negociaciones sobre su programa de energía nuclear.
Intentar utilizar el caso Assadi como precedente propio es especialmente contraproducente para Vidal-Quadras, porque el caso Assadi demostraría (como mucho) que las operaciones de Irán son llevadas a cabo por personal iraní de máxima confianza, son planificadas con gran atención a los detalles y, pese a ello, son detectables para los servicios de seguridad occidentales. Pero a la vez, Vidal-Quadras intenta defender la autoría iraní de su atentado que, por el contrario, fue llevado a cabo por mafiosos no-iraníes, fue realizado de forma chapucera y pasó desapercibido a nuestros servicios de inteligencia, que monitorizan muy de cerca a los elementos iraníes en Europa (especialmente fáciles de controlar en España, por poco numerosos). Son dos relatos contradictorios.
La inteligencia holandesa sí encuentra indicios razonables de que elementos afines a Irán hayan recurrido a redes criminales como la «Mocro-Mafia» marroquí para eliminar a opositores, pero todavía está por demostrar que esos vínculos puedan aplicarse al caso de Vidal-Quadras, como él afirma. Ha trascendido que el pistolero tunecino ya había intentado atacar a un opositor iraní, Siamak Tadayon, cosa que Vidal-Quadras presenta como prueba definitiva. Pero hay dos problemas. En primer lugar, a quien habría que buscarle enemistades previas con la oposición iraní es al autor intelectual del atentado (un marroquí) y no al sicario tunecino, que ejecuta trabajos inconexos entre sí de los que no puede deducirse ninguna correlación. En segundo lugar, el supuesto opositor Siamak Tadayon es un excéntrico artista (desconocido en Irán) que reconoce que los «mensajes amenazantes de Irán» provenían de su propio primo y hermana y que, además, se había hecho muchos enemigos locales (por ejemplo, dedicándose a señalar a empresas europeas que comercien con Irán).
Desde el principio, su gran argumento a favor de la autoría iraní es que Vidal-Quadras había aparecido en una lista de personalidades «sancionadas» por el Gobierno de Irán. La correlación es floja, ya que el disparo se produce un año después de la lista de sancionados. Pero es que esa lista de sancionados no entraña ninguna agresividad hacia sus integrantes, sino que dictamina una mera prohibición de viajar al país y de mantener propiedades allí. Por añadidura, la lista ni siquiera fue una iniciativa hostil por parte de Irán, sino que se confeccionó en respuesta proporcional a una lista de sanciones de la Unión Europea contra Irán en 2022. Los incluidos en la lista iraní de sancionados son, ni más ni menos, los políticos que previamente habían promovido sancionar a Irán. En la lista, por cierto, figuran otros tantos políticos europeos que, curiosamente, no han sufrido ningún tipo de amenaza por parte de Irán, incluyendo a los españoles Javier Zarzalejos y Hermann Tertsch (ambos eurodiputados en activo que, por tanto, habrían sido objetivos más interesantes para Irán que el ex-eurodiputado).
Hasta aquí los motivos que hacen dudar a policía, prensa y expertos de una autoría iraní, pero quizás lo más interesante se queda aún en el tintero: cuáles son las otras líneas de investigación y qué relación guardan con los Muyahidines del Pueblo, grupo exterrorista relacionado con Vidal-Quadras y del que habría recibido casi un millón de euros que podría haber servido para financiar a Vox.