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Reivindicaciones y pancartas cruzadas en otro 8-M de ruptura en la calle: «Usan lo trans para dividirnos»

by Marko Florentino
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La prediccin de lluvia que amenazaba la participacin en la manifestacin de la Comisin 8M, la principal de las dos celebradas en Madrid, finalmente no se cumpli. Paraguas cerrados, impermeables en los bolsos y mochilas y mucha ms gente de la esperada. Tanta, que los ministros y polticos socialistas, que esperaban a la altura del Museo del Prado para incorporarse a la marcha que arrancaba de Atocha, tardaron ms de una hora en poder hacerlo. Aguardaron a que pasara la cabecera, reservada para las mujeres de las asambleas de pueblos y barrios, y la batucada formada por 500 personas. Ah estaban Ana Redondo, en su primer 8-M como ministra de Igualdad, las tambin ministras Pilar Alegra, Teresa Ribera o Elma Sainz, la esposa de Pedro Snchez, Begoa Gmez, y el candidato socialista a las elecciones europeas, Nicolas Schmit, entre otros. El nico ministro (en masculino) del Gobierno, Fernando Grande-Marlaska, fue el principal objeto de los cnticos de un grupo de mujeres de la Comisin Migracin y Antirracismo. Le amenizaron la espera al grito de «Marlaska, canalla, salta t la valla» o «abolicionistas de la Ley de Extranjera», en referencia a la poltica migratoria del Gobierno. O «aqu est la resistencia trans», en alusin al sector del socialismo crtico con la Ley.

Ms plcidamente segua el recorrido Manu, de 3 aos y con dos 8-M ya en las ruedas de su carrito. El nio se coma un sandwich con una mano y sujetaba con la otra el cartel prendido al saco del cochecito. En l haba dibujada una rana con corona y este mensaje: «Amiga, hermana, yo no te saldr rana». Era Manu la avanzadilla de otra decena de carritos, todos ocupados por nios de la guardera Tobogn. «Siempre he venido a la manifestacin, pero ahora ms que nunca hay que hacerlo para mirar al futuro e intentar mantener ms o menos lo que hemos conseguido porque parece que est en peligro», explicaba su madre, Cisca.

No muy lejos de ella se paseaba con una llamativa camiseta naranja, atiborrada de mensajes como «custodia compartida», la nota discordante: una mujer de 74 aos, quien prefera mantenerse en el anonimato, y que deca estar all «en defensa de los hombres» y para que las feministas la vieran. «Y usted, su hijo, con quin lo tuvo, con una farola?», le preguntaba a otra mujer con la que se haba iniciado un amago de discusin.

Con unas cristalitos morados adornndoles la cara y dos carteles -«me queran cortar las alas y ech a volar», «nos quieren como musas porque nos temen como artistas»- acudan a su primer Da Internacional de la Mujer en solitario, Noa (16 aos), Icar (16) e Ins (17), estudiantes de Bachillerato de Artes. Hasta ahora venan con sus padres. Eligieron la marcha de la Comisin 8M porque haban ledo que era «la ms numerosa», pero no tena idea de las reivindicaciones de unas y otras.

A la divisin del movimiento feminista en dos se ha achacado la bajada de participacin de los ltimos aos: 27.000 personas en 2023 (17.000 en la marcha de la Comisin 8M), 50.000 entre ambas manifestaciones el ao anterior. Este 2024, a la cita principal en Madrid han asistido 30.000 personas, segn Delegacin de Gobierno, casi el doble que en 2023, pero lejos de las 300.000-400.000 de la convocatoria nica de 2018 y 2019.

En Barcelona salieron a la calle ayer 40.000 personas, 20.000 en Bilbao, 6.000 en Granada y 3.500 en Mlaga.

La manifestacin ‘alternativa’

El feminismo alternativo al oficial, que hoy en da es el ms volcado hacia lo ‘queer’, se puso de largo ayer en la marcha desgajada de la ms masiva por el centro de Madrid. Si esta segunda, auspiciada por el Gobierno, aneg el eje central de la capital de Atocha a Coln, justo a la mitad de ese recorrido, en Cibeles, se conjur a las 19.00 horas el feminismo clsico, que reuni unas 6.000 personas segn clculos de este diario -4.000 para Delegacin del Gobierno, que el ao pasado cifr en 10.000 los asistentes- con dos diferencias esenciales respecto a la marcha principal: rechazo a la Ley Trans, por entender que borra la definicin de mujer y pone en riesgo a menores con hormonacin y ciruga, y una posicin 100% abolicionista respecto a la prostitucin.

«Que por qu estamos en esta manifestacin y no en la otra? Porque la manifestacin feminista es esta, la otra es slo brilli brilli y bailes», deca Alejandra, de 39 aos, que iba de la mano con Marta, de 30. «Es que en la otra manifestacin hay puteros, y aqu no», resuma, para matizar rpidamente: «Bueno, a ver, aqu tambin habr puteros, que un 40% de hombres consumen prostitucin. Lo que no hay son mujeres favorables a legalizar la prostitucin».

La marcha, convocada por colectivos como Femes -las feministas socialistas-, Alianza Contra el Borrado de Mujeres y la Plataforma Estatal de Organizaciones de Mujeres, entre otras, empez muy fra en Cibeles pero termin reventando el camino hasta Plaza de Espaa en una tarde glida y ventosa, un punto calvario por momentos a causa de la climatologa, pero con un aroma muy festivo y reivindicativo, y aparentemente con mayor asistencia que la marcha alternativa de 2023, que subi la calle Atocha.

«Polla violadora a la licuadora», «intensa es el nuevo histrica», «putero al caldero», «Manolo, Manolo, te haces la cena solo»… Las consignas fueron cayendo en una manifestacin que atrajo al feminismo clsico, el setentero, a mucha gente joven -no pocos hombres tambin-, pero que no puede competir en ese sentido con el feminismo ‘queer’, que acusa al clsico de trnsfobo por oponerse a que el sexo «pueda elegirse», como deca, desde su silla de ruedas Roco, de 56 aos, que aseguraba llevar «ms de 20 viniendo a la reivindicacin», que ella entiende «ms necesaria que nunca».

«En realidad, lo trans se usa para dividirnos, sobre todo porque si no promueves lo trans no eres una feminista moderna, cuando en realidad toda esa gente no se ha informado de lo que promueve la propaganda transgenerista, que es una locura», explic Roco. Junto a ella su amiga Marta deca que «en realidad la manifestacin de siempre es esta, la otra es un rollo que han montado estos ltimos aos en torno al tema transgenerista». Y expres un ltimo lamento: «No s hasta qu punto sirve todo esto para algo, pero al menos s sirve para que no nos sintamos tan solas, y para que pasemos menos miedo».

No falt el pintoresquismo habitual. Unas cien mujeres ataviadas con mscaras y tnicas blancas hicieron todo el recorrido caminando en formacin como un ejrcito silencioso, cada una con una vela en la mano, tras una pancarta que reivindicaba a las mujeres muertas a manos de hombres y lo tildaba de «terrorismo machista». Otra gran pancarta peda la abolicin de la prostitucin tapizada con ‘flyers’ de servicios de sexo de pago. No falt tampoco la inevitable batucada, y los carteles ms creativos, como el que llevaba Luisa, de 17 aos, con una bruja pintada y la ensea: «Somos las nietas de las brujas que quemabais».

«Es difcil que nos entendamos con lo de la prostitucin», razonaba ya cerca de Plaza de Espaa Raquel, de 49 aos, «pero lo importante es lo que tenemos en comn. Que es mucho».





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