Triana se levantó nerviosa en el día del amor fraterno este año. A primera hora de la mañana echaba a andar hacia el viejo arrabal el que hace menos de tres días había sido un reguero de nazarenos blancos. Por fin venían de vuelta los titulares de San Gonzalo hasta el Barrio León después de que la lluvia les sorprendiera durante su estación de penitencia, obligándolos a pasar tres noches en la Catedral en un año de celebración para la corporación.
La hermandad había planeado una procesión extraordinaria con el Señor del Soberano Poder el pasado mes de febrero por el cincuentenario de su bendición. La junta había previsto, con el respaldo de sus hermanos, que la imagen de Luis Ortega Bru visitase todas las parroquias situadas en el lado oeste del Guadalquivir. Sin embargo, Palacio no le encontró mucho sentido a aquello y acabó denegando la salida. Se les quedó los fieles de la corporación del Barrio León una espinita en un año lleno de cultos externos extraordinarios para las cofradías.
Pero los caminos del Señor son inescrutables. La lluvia hizo acto de presencia el Lunes Santo y obligó a la numerosísima comitiva que se había plantado en el centro procedente de los confines de Triana a buscar refugio en la Catedral justo cuando llegaban a la Seo para hacer estación de penitencia. La hermandad decidió no emprender el camino de vuelta esa noche, aplazándose el regreso a la mañana del Jueves Santo. Así, una circunstancia adversa como la mala meteorología se convertía en una nueva oportunidad para que San Gonzalo se encontrara con los sevillanos.
Salida temprana
A las ocho de la mañana se situaba la cruz de guía de San Gonzalo en la avenida de la Constitución para poner rumbo a Triana. Cuatro horas era el tiempo fijado por el Consejo de Cofradías para tal empresa, con unos horarios a los que la cofradía se adelantó después de volverse a encontrar con el agua a la altura de Pastor y Landero, ya pasada la presentación ante el Baratillo. No volvió a aparecer la lluvia. No obstante, antes de las diez ya estaban tanto el Señor del Soberano Poder como la Virgen de la Salud en el lado del río al que pertenecen, donde una gran masa de fieles y cofrades los recibieron con los brazos abiertos y muchas ganas de cofradías.
La Virgen de la Salud de San Gonzalo
Sones del siempre recordado Bienvenido Puelles Oliver servían para anunciar la llegada del paso de misterio a la capilla de la Estrella. Las Cigarreras interpretaba ‘Y Tú, Estrella’ antes de que el Soberano se detuviera, sin volverse como hace normalmente, ante las puertas de su hermandad madrina, que lo esperaba con estandarte y varas. Al paso del Señor, que siguió avanzando por San Jacinto, ya se intuía desde el Altozano la cercanía del palio, que llegó al mismo punto a sones de la centenaria ‘La Estrella Sublime’ en los instrumentos de Santa Ana de Dos Hermanas ante la expectación de locales y foráneos, con alguna tempranera mujer vestida de mantilla incluida.
Muchísimos hermanos
Un nada desdeñable cortejo de hermanos con cirio -el Lunes Santo habían sido la friolera de tres mil nazarenos- se extendía a lo largo de la calle San Jacinto antecediendo la llegada de los dos pasos. San Gonzalo se volcó con su cofradía sin importar el día, la hora ni las nubes que poblaban el cielo hispalense. A eso de las once menos diez llegaba a su barrio el paso de misterio, tras el que se incorporaba la banda de la Sagrada Columna y Azotes, la juvenil de las Cigarreras, tal y como estaba previsto el Lunes Santo. A esas alturas, los alrededores de la plaza de San Gonzalo estaban ya abarrotados de personas.
Entre naranjos y azahares avanzaba por la calle Nuestra Señora de la Salud el Señor del Soberano Poder, que estrenaba esta Semana Santa la túnica blanca bordada por Joaquín Salcedo bajo diseño de Francisco Javier Sánchez de los Reyes conmemorativa de sus bodas de oro. Los cielos nubosos del Tardón impedían que el sol se reflejase sobre el hilo de oro de la pieza, pero no mermaron el ánimo de unos cofrades tantas veces acusados de anfibios, canis y excesivos. Cofrades que, este Jueves Santo, cantaron ‘¡Victoria!’ al compás cigarrero y, tras la salve a la Virgen de la Salud minutos después de las doce del mediodía, pusieron fin a una mañana extraordinaria.
