Como en el célebre cuento de Christian Andersen, nadie se atreve a decirle al emperador que está desnudo. Emperador, rey o presidente del Gobierno, como es el caso, esa es la sensación que empieza a cundir entre los socios de investidura, quienes en privado, … con mayor o menor dureza, reconocen que la legislatura está tocada y casi hundida. Si la preocupación entre los aliados del Gobierno era enorme cuando el informe de la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil situó a Santos Cerdán, ex número tres del PSOE, en el epicentro de una trama de mordidas por amañar contratos de obras públicas, las sensaciones se agravaron tras la ronda de contactos que mantuvo Pedro Sánchez con la mayoría de ellos en el Palacio de la Moncloa.
Algunos de los aliados parlamentarios ven a Sánchez «mal asesorado», con su círculo político más cercano incapaz de decirle que «se está equivocando» en la gestión de la crisis del caso Cerdán. Los socios del presidente, de los que depende para todo, echan en falta una mayor contundencia ante la gravedad de las informaciones que sacuden al PSOE. La última, la entrada de la UCO en Ferraz, la sede nacional de los socialistas, para volcar el contenido del correo electrónico de su exsecretario de Organización.
Ninguno de los habituales respaldos de Sánchez entiende la decisión del presidente de postergar hasta el 9 de julio su comparecencia por el caso Cerdán. Ni siquiera Sumar, que aun compartiendo con el PSOE el Consejo de Ministros, públicamente, a través de su portavoz en el Congreso, Verónica Martínez Barbero, le pidió «un esfuerzo» para adelantar sus explicaciones. Pero es que la intención del Ejecutivo de mezclar esa sesión con la cumbre de la OTAN, el Consejo Europeo y la Conferencia Internacional sobre Financiación para el Desarrollo, como publicó ABC, provoca indignación en partidos poco sospechosos de estar próximos entre sí como el PNV y Podemos.
Hasta ahora, los aliados de Sánchez, especialmente los de izquierdas, aceptaban que el PSOE capease el temporal únicamente señalando los casos de corrupción del PP y profetizando sobre la llegada de la «ultraderecha». Pero «ya no cuela», comenta un diputado. Este caso, con el cobro de comisiones ilegales por adjudicar obras públicas, recuerda en exceso a algunos episodios de corrupción de los populares que, entre otras cosas, llevaron al PSOE a promover -y ganar- una moción de censura contra Mariano Rajoy.
Ahora, el escenario es distinto porque para que prospere una moción de censura contra Sánchez es necesaria la participación de Vox, salvo una rebelión a día de hoy impensable en la bancada socialista. Y con Santiago Abascal, ni Sumar ni ERC ni Junts ni Bildu ni PNV ni BNG se plantean absolutamente nada. De todas maneras, hay mensajes que se empiezan a lanzar en abierto, tanto en la sesión de control como en declaraciones en los pasillos del Congreso, que deberían preocupar al presidente. «No nos hagan escoger entre corruptos cutres y corruptos ‘premium’ porque les diremos: que la gente decida», advirtió Gabriel Rufián, portavoz del Grupo Parlamentario Republicano, a Sánchez.
Rufián, otras tantas veces firme defensor del actual Gobierno, ha virado en la última semana. Afirmó ver «tocado» a Sánchez, llamó a aprovechar «el tiempo que a esto le quede» para intervenir el mercado de la vivienda -en un mensaje que traslucía pesimismo- y avisó al presidente que si sigue anteponiendo su agenda internacional a sus explicaciones en la Cámara Baja, se quedará sin esa agenda internacional porque dejará de ser presidente. ¿Moción de censura? Por ahora, está descartada. Ninguno de los actuales apoyos de Sánchez, más allá de Coalición Canaria, que no desvela sus cartas, es partidario de una medida que ponga como presidente, aunque sea de forma instrumental para convocar elecciones, a Alberto Núñez Feijóo.
Los socios asumen que están contra la espada y la pared, en una posición en la que se exponen al riesgo de amparar indirectamente la corrupción, pero en la que la alternativa, un Ejecutivo de PP y Vox, los horroriza. «La legislatura está políticamente finiquitada», admiten fuentes de Podemos en conversación con este diario, porque no ven a Sánchez, como le exigen ERC, Bildu, Podemos y BNG, abordando la crisis de vivienda o actuando «contra el genocidio» en Palestina. «Al margen de los mecanismos parlamentarios concretos o de cuándo se produzcan las próximas elecciones, que son decisiones que solo dependen del presidente, se ha comprobado que Sánchez no está preocupado por acabar con la corrupción, sino con tapar el escándalo», dicen en el partido de Ione Belarra.
También miembros de Junts, que en público se limitan a pedir el cumplimiento del pacto de Bruselas -la prioridad absoluta, el regreso a España sin responsabilidades penales del prófugo Carles Puigdemont-, sin micrófonos delante admiten que la coyuntura actual es «gravísima» y difícil de defender. Bildu reclama contundencia contra la corrupción, mientras Maribel Vaquero (PNV), sucesora de Aitor Esteban en Madrid, exigió a Sánchez que se deje de «porrusalda» y no mezcle el caso Cerdán con cuestiones que nada tienen que ver. Además, los socios minoritarios, BNG y Coalición Canaria, han endurecido su posición hasta el punto de que los primeros plantaron al presidente y los segundos revisarán su relación tras escuchar su comparecencia.