El apagón del pasado 28 de abril, que sacó a relucir las vergüenzas y miserias del sistema eléctrico durante 10 horas en toda la Península Ibérica y la capacidad –dicen los técnicos en la materia– de recuperación en un corto periodo de tiempo nos ha dejado una explicación oficial seria y un debate pendientes, pero ha propiciado un importante cambio de escenario.
Con respecto a la explicación seria, comparecencias del presidente del Gobierno y de la propia vicepresidenta para la Transición Ecológica, Sara Aaegesen, al margen, la cosa va para largo. Tanto que, para cuando lleguen esas explicaciones, probablemente nos hayamos olvidado de ese asunto y estemos enzarzados en otra polémica de rabiosa actualidad y dudoso impacto efectivo en la vida de los ciudadanos.
En cuanto al debate pendiente sobre la realidad de la energía nuclear en España, no solo se nos ha hurtado sistemáticamente, sino que, en las últimas semanas y sin explicación al respecto, los grandes actores de esta puesta en escena han cambiado sus discursos sin cortarse un pelo. Sin debate y sin pudor.
Mientras en una parte del Gobierno siguen exhibiendo en su macuto raído las chapas con el dogmático «Nucleares, no gracias», el presidente, Pedro Sánchez, ha cambiado de posición. Como es habitual, sin mirar atrás, por no convertirse en estatua de sal, como la esposa de Lot, o porque no podría sostenerse a sí mismo de haberlo hecho, Sánchez ha abierto la puerta a la permanencia de las centrales nucleares en España.
Cualquiera que conozca el ascendente de la vicepresidenta de la Comisión Europea, la exministra española Teresa Ribera, sobre Sánchez, podría aventurar que, una vez Ribera dio su brazo a torcer y aceptó «pulpo como animal de compañía», lo de Sánchez estaba al caer. No obstante, tuvo que caerle el apagón encima y el bochorno ante nuestros vecinos europeos, para que cediese en sus posiciones.
«El mantra sobre la maldición de las nucleares en la parte socialista del Gobierno se ha caído y nadie sabe cómo ha sido»
El mantra sobre la maldición de las nucleares en la parte socialista del Gobierno se ha caído y nadie sabe cómo ha sido. Sin mediar debate, el presidente ha cambiado de discurso y la vicepresidenta Aagesen ha advertido que el Gobierno a-cep-ta-rá (así lo dijo en sede parlamentaria) la prolongación de las nucleares siempre que no tenga «coste para los ciudadanos».
La cuestión es que las dos empresas propietarias de centrales nucleares (Iberdrola y Endesa) susceptibles de ser clausuradas en los próximos años, según los planes del Ejecutivo, visto que el Gobierno no tiene más remedio que aceptar que, si las renovables son punteras, limpias, y con un gran potencial en España, no es menos cierto que precisan de una energía constante y estable, que a la vez resulte económica y –lo que es más importante con los tiempos que corren– sea considerada «verde» en la última calificación de la UE, como es la energía nuclear, han matizado también sus posiciones.
De la queja ante la supuesta intransigencia y dogmatismo de los gobiernos de izquierdas han pasado, en cuestión de días, a poner el acento en la rentabilidad. La cuestión para las energéticas no estriba ya en la defensa de las nucleares y en destacar lo mal que lo hace el Gobierno cuando las cierra, sino en propagar a los cuatro vientos que ellas, como propietarias, no están dispuestas a mantener abiertas esas centrales, por mucho que Sánchez haya caído de su caballo, camino de Damasco, si no les bajan la fiscalidad, o dicho román paladino, que o el Gobierno les baja los impuestos o va a producir energía nuclear Rita la Cantaora.
¿Alguien ha hablado de residuos, peligrosidades potenciales, etc.? ¡Qué necesidad! La cuestión es que, obviando el debate clásico sobre Chernóbil y bla, bla, bla… hemos pasado directamente a encarar el meollo de la cuestión: como ha dicho Mario Ruiz-Tagle, consejero delegado de Iberdrola, el problema para alargar la vida útil de las nucleares es «netamente económico».
«Las energéticas no van a empeñarse en seguir defendiendo sus centrales ni piensan invertir más en renovarlas si no les resulta rentable»
Dicho de otro modo, las energéticas no van a empeñarse en seguir defendiendo sus centrales nucleares, ni piensan invertir más en acondicionarlas y renovarlas si no les resulta rentable. Y los motivos por los que no les salen los números es la sobretasación a la que les somete el Gobierno español, fundamentalmente.
Para muestra, un botón: la central de Santa María de Garoña, que en su día soñó con cerrar el entonces presidente José Luis Rodríguez Zapatero, fue cerrada en su día por su sucesor en la Moncloa, Mariano Rajoy, que había prometido no cerrarla. Pero a Iberdrola, entonces, tampoco le salieron las cuentas.
Gobierno y energéticas están midiéndose y el debate sobre las nucleares se resume en quién va a pagar la fiesta, si las energéticas o el Gobierno, bajando su recaudación. Y si a esta ecuación añadimos la postura de ERC, que defiende el mantenimiento de las nucleares, por defender así los puestos de trabajo y la vida que generan en torno a las localidades donde están enclavadas (tres centrales en Tarragona), parece que el Gobierno tiene todas las de ceder…