Tras los meses de furia que hemos vivido desde que comenzó este annus horribilis para el presidente del Gobierno; con su señora, su hermano, su fiscal general y buena parte de su entorno partidario pillados con las manos en la masa de actividades escasamente edificantes y algunas de ellas presuntamente delictivas, la mayoría de la opinión pública asume que tanto él como su Gobierno y su partido están amortizados y que no tienen posibilidad alguna de repetir la carambola que les llevó a poder formar gobierno tras las pasadas elecciones. Pero Sánchez, cuyo partido en medio de esta marejada no solo no baja del 27%-28% de intención de voto y que incluso se permite el lujo de crecer unas décimas en apoyo ciudadano en medio de la tormenta, tiene un plan.
Pues sí, Sánchez tiene un plan para volver a gobernar tras las próximas elecciones. Un plan que no es precisamente una joya de la orfebrería política y que además va a arrojar a los leones a los gobiernos socialistas en la mayoría de las comunidades autónomas y ayuntamientos en los próximos lustros, sacrificando la implantación territorial del PSOE y su misma identidad como proyecto político autónomo, pero miren, al menos es un plan.
La última oleada de encuestas publicada a comienzos de esta semana, especialmente la macroencuesta autonómica de NC Report para La Razón era tremendamente clarificadora, las federaciones regionales del PSOE lo van a tener harto complicado: en aquellas que no gobiernan hoy, obtendrán un resultado peor que en 2023 y en las pocas en las que lograron hacerse con el gobierno, lo van a tener muy complicado para mantenerlo, especialmente en Asturias e incluso en Castilla-La Mancha.
Así las cosas el plan se desarrollará de la siguiente manera
1.- El primer paso es engordar a Vox en las encuestas cercanas al gobierno y situarlo por encima del 15%-16% de intención de voto superando los 50 diputados, un número que no solo activaría las transferencias de voto PP-Vox, sino que llenaría los titulares de los medios propagando de nuevo el mantra aquel de «Que viene el lobo ultraderechista».
2.- El segundo paso consiste en perder clamorosamente las elecciones autonómicas y municipales, propiciando que en muchas de ellas sean imprescindibles pactos PP- Vox para obtener gobiernos, algo que será celebrado por el partido ultra exigiendo carteras de corte ideológico y con salida directa a la prensa de sus cafradas.
3.- El tercer paso es el más complicado: esperar pacientemente a que alguno de esos gobiernos, o todos ellos, comience a lanzar baterías de iniciativas cafre-ideológicas con esa cadencia infernal que solo saben hacer ellos.
4.- Y el cuarto paso ya se lo suponen, agotar la legislatura usando todas las posibilidades de las que dotan las leyes al presidente del gobierno y convocar elecciones en medio del fragor de las políticas reaccionarias de Vox planteando una dicotomía que sirva para sacar a sus avergonzadas huestes de la abstención pidiéndolas un último esfuerzo para evitar que un gobierno de ese tipo llegue a la Moncloa.
¿Va a funcionar? Sinceramente no creo, tiene muy pocas posibilidades de éxito, pero que no les quepa duda de que van a darlo todo hasta el último minuto para lograrlo, y recuerden que como decía Juan Gómez (Juanito) 90 minuti en el Bernabéu son molto longo.