Home » Sanchismo, hijo del peor felipismo, por Juan Francisco Martín Seco

Sanchismo, hijo del peor felipismo, por Juan Francisco Martín Seco

by Marko Florentino
0 comments



Creo que somos muchos los que pensamos que el sanchismo es de lo peor que le ha podido ocurrir a la sociedad española y, desde luego, a la izquierda. Ello conduce a que dediquemos más artículos de los que quisiéramos y sería conveniente a comentar los excesos y desmanes de esta formación politica y del Gobierno que sustenta, desviándonos de otros temas que sería necesario tratar. La catarata de acontecimientos y la velocidad a la que se suceden hace que todos los artículos queden presa de la actualidad de cada día y pasen al olvido al siguiente día. Es lo que impide también que los artículos más generalistas y sobre la totalidad del fenómeno permanezcan postergados.

Presumo que por lo menos serían tres aquellos que deberíamos abordar. El primero sería el de los cómplices del régimen; el segundo -y quizás el más interesante- un análisis de los agujeros del sistema democrático español, que ya existían y el sanchismo está dejando al descubierto; y el tercero, al que ahora quiero referirme, es a la génesis del propio sanchismo. Las cosas nunca surgen porque sí y todo o casi todo tiene sus antecedentes.

Hoy son muchos, empezando por el mismo Felipe González, los miembros del PSOE con cargo en la década de los ochenta que reniegan del sanchismo y de sus disparates y perversiones, lo cual es de agradecer, especialmente al contrastarlos con otros como Zapatero que se han convertido en sus colaboradores o de aquellos que, adoptando la forma de tancredos, guardan silencio. De estos últimos habrá que hablar algún día. Pero no por mucho que nos satisfaga la postura actual de los primeros se puede revertir la historia y olvidar que, de aquellos polvos, estos lodos…

El sanchismo es hijo del peor felipismo, el de los últimos años. Ello no conduce a librar de la menor culpa a Sánchez, ni a hacer posibles las comparaciones. El actual presidente del Gobierno ha sobrepasado todos los límites imaginables, los que ni González ni Aznar pensaron nunca traspasar, ni los que incluso Zapatero se atrevió a trasgredir. Pero tampoco nos puede llevar a blanquear totalmente al régimen felipista, especialmente el de los últimos años de mandato.

Existe hoy una tendencia en la prensa y en la política a realizar, con la finalidad de contraponerla a Pedro Sánchez, una hagiografía de González y de sus gobiernos. Existe, sí, una enorme diferencia, pero también una relación causal de una etapa a la otra, que conviene no olvidar. La ascensión de Pedro Sánchez a la Secretaría general del PSOE y más tarde a la presidencia del Gobierno solo resulta explicable por la degeneración progresiva del partido socialista, que había comenzado mucho antes.

«La degeneración ideológica y el patriotismo de las siglas explican que hoy los que se llaman socialistas acepten la política de Sánchez»

Sánchez Castejón ingresó en el PSOE en 1993. Cuando muchos de mis amigos, militantes de la época de la dictadura, lo abandonaban, escandalizados por los múltiples casos de corrupción que se iban conociendo. Eso sí, se incorporó después de que Felipe González hubiese ganado de nuevo y por última vez las elecciones. De producirse el resultado contrario, es muy posible que, conociendo al personaje, se hubiese afiliado al PP.

Ese es el PSOE que conoce y en el que se cría Sánchez. Lejos quedaba la socialdemocracia. Se había producido un deterioro notable de la ideología, que era sustituida por la defensa a ultranza de las siglas. «El socialismo es lo que hacen los socialistas», afirmaba ya hace bastantes años uno de los más conspicuos miembros del partido, que ocupó cargos importantes durante toda la época de González y toda la de Zapatero, incluso algún año más con Rajoy. Esa degeneración ideológica progresiva y ese patriotismo de las siglas son los que pueden explicar que hoy los que se llaman socialistas estén aceptando y defendiendo con ardor una política como la de Sánchez y los pactos que este realiza con golpistas y herederos de terroristas.

Para entender (en ningún caso justificar) la infame coyunda de Sánchez con el independentismo conviene remontarse también mucho antes. Fue en 1978 cuando se produjo el primer error de González y de los restantes líderes socialistas de entonces, aceptando la desaparición del PSOE en Cataluña para subsumirlo en el PSC, que permanentemente reclama ser otro partido y cuya tendencia nacionalista ha estado siempre presente. Su catalanismo ha primado sobre la ideología socialista y en cierto modo ha sido un instrumento de la burguesía catalana para atraerse a las clases bajas y a los emigrantes.

Los gobiernos de González mantuvieron desde el principio, no se sabe si por convencimiento o por conveniencia, relaciones obsequiosas tanto con CiU como con el PNV. Concretamente, con motivo del caso de Banca Catalana, tras ese discurso patriotero de Pujol interpretando su imputación como un ataque a Cataluña, parece ser que se influyó en la Fiscalía para desactivar la acusación. Resulta también llamativo el silencio continuado del PSOE respecto del sobradamente conocido 3%.

«En ese camino hacia la unión del sanchismo con el independentismo habría que señalar también los acuerdos del Majestic»

El acercamiento de los gobiernos de González al nacionalismo fue mucho más intenso cuando se perdió la mayoría absoluta. Esta fue claramente su opción en lugar de aproximarse a IU. Tal comportamiento con respecto al PNV pudo perjudicar incluso a los socialistas vascos. En ese camino hacia la unión del sanchismo con el independentismo habría que señalar también los acuerdos del Majestic, de triste memoria, pero eso constituye otro tema y pertenece a otro partido, y daría lugar a otro artículo, cuyo objeto está fuera del que en este momento pretendo escribir. Para ser justos, hay que indicar que el nacionalismo de entonces no era el golpismo ni el filoterrorismo de ahora.    

Es cierto que el PSOE en el 82 al llegar al gobierno adoptó una postura respetuosa con la Administración. Respeto no carente de cierto recelo y desconfianza. No la conocía. Muy pocos de sus miembros pertenecían a los cuerpos superiores de funcionarios del Estado. Es más, se temía que estos colectivos se apropiasen de las funciones que tenían encomendadas. La desconfianza era totalmente infundada, los empleados públicos respondieron con total responsabilidad y lealtad. El riesgo que pronto hizo su aparición fue el contrario, la progresiva politización de la Administración y la aparición de un corporativismo peor que el funcionarial, el de las siglas. En buena medida eso fue lo que ocurrió, por ejemplo, con la creación de los asesores ejecutivos y la contratación de otros puestos cubiertos por personal no funcionario, número que ha alcanzado el summum en el sanchismo. 

La mayor ofensiva se produjo contra la judicatura. La ley orgánica de 1985 modifica la forma de elección del Consejo de Poder Judicial. Se elimina la designación directa por los jueces de 12 vocales, tal como estaba legislado hasta entonces, para aplicar el mismo procedimiento previsto para los otros ocho, cuya designación era por el Congreso y el Senado por mayoría de tres quintos. Lo peor fue, con todo, la forma de entender ese porcentaje, por parte de los dos partidos mayoritarios, del que hoy se vale arteramente el sanchismo. El pacto no se produce eligiendo aquellas personas en las que coinciden ambos y que se suponen por tanto los más neutrales y capacitados, sino que los nombramientos se reparten entre las dos formaciones (yo voto a los tuyos, tú votas a los míos), con lo que los nombrados suelen ser los más extremistas y sectarios. Esto afecta también a otras instituciones como el Tribunal Constitucional y el de Cuentas.

También en 1985 se creó el cuarto turno de la judicatura como forma de acceso alternativa a las oposiciones. De cada cuatro magistrados, uno queda reservado para juristas de reconocido prestigio y diez años de profesión. Nada más ambiguo. Ni que decir tiene la dosis de discrecionalidad –si no de arbitrariedad- que permite ese sistema y, por lo tanto, de politización.

«Es conocido el control que el felipismo mantuvo de los medios de comunicación públicos y su complicidad con los privados»

Y si hablamos de prensa, es de sobra conocido el control que el felipismo mantuvo de los medios de comunicación públicos, así como la complicidad establecida con empresas privadas tales como Prisa, Diario 16, La Vanguardia, etcétera. Incluso, aunque sea más desconocido, pero no por ello menos significativo, la utilización de una organización benéfica como la ONCE para interferir, neutralizar o controlar la prensa, concediéndoles el privilegio de transformar lo que no iba más allá de una rifa en una sólida lotería.

Después de 13 años de Gobierno de González, los Ejecutivos posteriores, comenzando por los de Aznar, se sintieron legitimados para copiar, si lo creían necesario, lo peor de esa etapa.

Como contraposición a la dictadura instalada por Pedro Sánchez en el PSOE se ha construido un relato idílico acerca de la democracia interna del partido en tiempos de González. Y sin embargo esta dejó mucho que desear. En esos tiempos se perseguía también al disidente, ya fuese en el partido o en la Administración. No sé en otras latitudes, pero en nuestro país los partidos no se han caracterizado por su buen funcionamiento democrático.

Prueba evidente es el número de militantes, algunos con larga historia en el partido, que tuvieron que emigrar hacia IU, o la deserción en masa de Democracia Socialista, o el cese fulminante de tres directores generales en el Ministerio de Cultura por escribir una carta en contra de la participación de España en la Guerra del Golfo.

«Hoy el sindicalismo se constituye en fiel seguidor del sanchismo»

La diferencia y lo que contrasta fuertemente con el seguimiento servil actual es que, al margen de la voluntad de los dirigentes, se mantenía una pluralidad interna que no era fácil de reprimir y que se toleraba hasta cierto límite. La resistencia fue diluyéndose y quedó reducida en buena parte al ámbito sindical. Y si esta se mantuvo no fue gracias a la permisividad de la dirección del partido. Hoy el sindicalismo se constituye en fiel seguidor del sanchismo.

No hace mucho tiempo, en septiembre de 2023, como le preguntasen a Felipe González sobre la expulsión del PSOE de Nicolás Redondo Terreros contestó: «Su padre me convocó una huelga general y no se me ocurrió expulsarle». Con el tiempo surge la falta de memoria. Nicolás Redondo Urbieta convocó no una huelga general, sino tres: diciembre de 1988, julio de 1992 y enero de 1994. Y todas con bastante seguimiento. Supongo que González se refería exclusivamente a la del 14 de diciembre de 1988, que paralizó el país. No se le ocurrió expulsarle porque le habría resultado totalmente imposible. El éxito de la huelga fue tan grande que lo que sí pensó fue dimitir, y estuvo a punto de hacerlo y de encomendar el Gobierno a Narcís Serra. Al final le convencieron de que quien aguanta gana. No podía expulsarlo, pero el Gobierno hizo algo peor, que fue, años después, intrigar con los bancos para que cortasen la financiación a la PSV, por lo que esta tuvo que quebrar y con ello logró que el sindicato entrara en crisis.

Entiendo perfectamente la tristeza y en cierto modo la desesperación de personas como Felipe González, Alfonso Guerra y otros muchos más que han estado implicados en la Transición y en estos cuarenta años de democracia, al ver con qué frivolidad unos alfeñiques ponen en solfa todo el sistema político y conspiran contra una Carta Magna que, con todos sus defectos, ha mantenido la estabilidad política y económica durante un largo periodo de tiempo.

Ahora bien, no estaría mal tampoco que hiciesen algo de examen de conciencia y se interrogasen si en cierta manera no han sido ellos un poco responsables de la situación insólita actual. Sánchez y sus adláteres no han surgido por generación espontánea. Juan Belmonte decía de uno sus banderilleros, que había llegado a Gobernador «degenerando, degenerando». También del PSOE se puede decir algo parecido. Que ha llegado al sanchismo a través del zapaterismo, degenerando, degenerando. Pero el declive comenzó antes, con el felipismo, al menos en su última etapa.



Source link

You may also like

Leave a Comment

NEWS CONEXION puts at your disposal the widest variety of global information with the main media and international information networks that publish all universal events: news, scientific, financial, technological, sports, academic, cultural, artistic, radio TV. In addition, civic citizen journalism, connections for social inclusion, international tourism, agriculture; and beyond what your imagination wants to know

RESIENT

FEATURED

                                                                                                                                                                        2024 Copyright All Right Reserved.  @markoflorentino