En la que ha sido su última vez, como él mismo tiene interiorizado, Miguel Santalices, presidente del Parlamento de Galicia, ofició este martes la solemne sesión de apertura de la XII legislatura, en el Pazo do Hórreo. Lo hizo con una declaración institucional, de unos 20 minutos, en el que demandó a los 75 diputados de los cuatro grupos «blindar» la Cámara autonómica, y por extensión la Comunidad, de la «convulsión» y la «crispación de la política nacional», que tiene su reflejo en «instituciones homólogas» –evidente alusión, como mínimo, al Congreso de los Diputados–. «Respeto y sentidiño», recetó Santalices, después de felicitarse por que Galicia siga bajo la égida de la «moderación», la «cordura» y la «política útil»; «por ahora moderadamente inmune frente a (…) corrientes importadas», que traen «polarización extrema» y cierran el «camino a cualquier intento de diálogo y de aproximación».
Ya había apuntado en esta misma línea entrevistado por ABC, tras asumir la presidencia de la Mesa del Parlamento el 18 de marzo: «No tiene por qué ser una legislatura de crispación. Somos un Parlamento que no genera estridencias (…). Eso va a seguir siendo así. Ese es mi deseo». Ayer, obviamente, le dio un rango de solemnidad y apeló directamente a sus señorías.
También ensalzó que Galicia, como refrendaron las elecciones del 18 de febrero –que trajeron «estabilidad», valoró; obviamente porque el PP repitió mayoría absoluta, omitió–, permanece como «un lugar inhóspito para los populismos extremistas»; «de uno y de otro signo, ya asentados en ámbitos geográficos bien próximos», acotó. Fue elegante el médico orensano. Si bien es de aplicación al nuevo fiasco de Vox, que una vez más falló en su intento de entrar en O Hórreo, la presencia del BNG desmiente la ausencia de «extremos». Los nacionalistas, a cambio, tuvieron que tragarse el sapo de escuchar como el presidente de la Cámara hacía una oda al «liberalismo»; en la misma medida en que advertía de los «riesgos del activismo que gira alrededor de la raza, el género o la identidad; que, en el fondo, perjudica a todos». La mismísima razón de ser de los frentistas.
12+1 sillones azules
Se estrenaron en una solemne sesión de apertura de la legislatura un buen puñado de diputados. El principal debut, no obstante, correspondió a tres de los cuatro nuevos conselleiros: Antonio Gómez Caamaño (Sanidade), María José Gómez (Medio Rural) y José López Campos (Cultura, Lingua e Xuventude). María Martínez Allegue, como diputada y viceportavoz del Grupo Popular -función que dejará, por lógica, al entrar en el gobierno–, era la única que ya había bajado al ‘foso’. Pero los cuatro ocuparon por primera vez sus respectivos sillones azules, los reservados al gobierno.
Los instantes previos al arranque de la sesión depararon los corrillos habituales, y pudo verse a María José Gómez departiendo con José González, el ahora y el antes, respectivamente, de Medio Rural; a Román Rodríguez con Julio Abalde –de responsable de Educación a exrector de la UDC–; y a Alfonso Villares con Ana Pontón y Olalla Rodil. Ausente Elena Rivo, exconselleira de Emprego, que dos horas antes formalizaba su renuncia al acta de diputada.
A partir de la semana que viene, en el primer pleno, que tendrá lugar los días 23 y 24 de abril, se podrá comprobar el efecto de las palabras de Santalices. Que ayer insistió, como hizo en la sesión constitutiva de hace un mes, en que «a nada contribuye la descalificación personal en un debate». Y que rompió una lanza por que el «clima político registrado en este hemiciclo en la pasada legislatura» sea el que «defina el proceder (…) en el mandato parlamentario que comienza». Benévolo, Santalices pasó por alto polémicas pasadas y feos recientes, como el de acusar a Alfonso Rueda de retrasar dos meses la toma de posesión de su gobierno por acudir a la boda del alcalde de Madrid.
Exceso de leyes
Entre las reflexiones que dejó el diputado decano de O Hórreo, además de su insistencia en «abrir» más el Parlamento a la sociedad, destacó su apelación a «primar la vertiente cualitativa sobre la cuantitiva», esto es: «elaborar buenas leyes, en lugar de producir muchas leyes». «Asistimos a una hiperinflación legislativa no siempre justificada», amonestó.
No se refería al Parlamento de Galicia en exclusiva, porque de hecho refirió que son más de 400.000 las normas promulgadas por la suma de las cámaras y administraciones públicas entre 1979 y 2022. Y los ejemplos que puso atañen al Gobierno central: la «excesiva normativa» que ahoga a agricultores y ganaderos; y la obligación impulsada por el Ejecutivo de Pedro Sánchez de registrar los gallineros domésticos destinados al autoconsumo –polémica que lleva el PP al próximo pleno–.
En cuanto a su ‘gallinero’, además de pedir con denuedo que no se le agite, Santalices terminó con un deseo común: «Paz y salud». Arranca, ya sí, la nueva legislatura gallega.